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En cada uno de los cuatro pilares que sostienen la cúpula de la basílica de San Pedro en el Vaticano, unas monumentales estatuas custodian las reliquias más importantes del templo. Una de ellas es la de Santa Elena sosteniendo una imponente cruz en su mano derecha mientras que en la palma de su mano izquierda nos muestra tres clavos. En el enorme pedestal sobre el que se asienta se puede leer la inscripción: “Sancta Helena Augusta”.
La santa en cuestión es Flavia Julia Elena, también conocida como Helena de Constantinopla. Fue la primera esposa del tetrarca Constancio Cloro, que la repudió para poder casarse con una mujer de la nobleza romana. Sin embargo, cuando el hijo de Elena, Constantino I, accedió al trono reclamó la presencia de su madre en la corte imperial. Cuando en el transcurso de su reinado Constantino se convirtió al cristianismo sirvió de poderosa influencia para que su madre abrazase también la fe cristiana. Era tal la devoción de la recién conversa que con más de setenta años tomó la decisión de viajar a Tierra Santa para visitar los lugares donde había vivido Jesucristo. Con la colaboración del obispo Macario I de Jerusalén encontró el emplazamiento del Gólgota, el lugar en que según los Evangelios fue crucificado Jesús. Derribó los edificios paganos que allí habían construido los romanos y mandó remover el terreno en busca de la cruz.
En puridad, fue la primera mujer en dirigir una excavación arqueológica. Los esfuerzos de la santa tuvieron éxito y se encontraron tres cruces, clavos y un trozo del titulus crucis (la tablilla con la inscripción de INRI). A la santa se le planteó la disyuntiva de saber en cuál de las cruces habían crucificado a Jesús y ante la falta de tecnologías como el ADN o el Carbono-14, recurrió a una sui generis herramienta arqueológica: el milagro. Depositó a un recién fallecido sobre las tres cruces y comprobó que resucitó al ser “recargado” en la auténtica.
Tras este exitoso debut con el descubrimiento de las reliquias de la Vera Cruz (fielmente recogido en los frescos que Piero della Francesca pintó en la basílica de San Francisco de Arezzo y que aparecen iluminados por una antorcha en El paciente inglés), Santa Elena continuó en el desempeño de encontrar objetos relacionados con la vida del Señor y así recuperó un fragmento de la cuna del niño Jesús, una parte de la túnica que llevaba al ser crucificado, la escalera de mármol del palacio de Pilatos y el lugar exacto donde Cristo fue enterrado y sobre el que mandó construir la Iglesia del Santo Sepulcro. Con estas “credenciales” se comprende que haya sido nombrada patrona de los arqueólogos. Hoy, 18 de agosto, los católicos conmemoran su festividad.
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