Nuestra señora de París

01 de diciembre 2024 - 03:07

Durante la Revolución Francesa la catedral de Notre Dame fue desacralizada, sus bienes fueron saqueados, su imaginería religiosa profanada y solo su empleo como almacén y bodega la salvó de la demolición. Empezada a construir a mediados del siglo XII, aún con reminiscencias del estilo románico normando, la catedral incorporó todas las innovaciones arquitectónicas características del gótico: bóvedas de crucería, arbotantes y contrafuertes además de vidrieras y rosetones. Todos con la finalidad de dotar al edificio de altura, luz y volumen para transmitir a los fieles la sensación etérea de estar más cerca del cielo.

Fue Napoleón Bonaparte el que devolvió su uso a la iglesia católica para utilizarla en su beneficio como escenario para coronarse a sí mismo como Emperador de Francia en presencia del Papa Pío VII, como queriendo demostrar que él estaba más cerca de Dios que de los hombres. Sin embargo, y a pesar de la revitalización del templo gracias al capricho del egocéntrico “pequeño corso”, en los años posteriores era tal el deterioro de su estructura que se valoró la posibilidad de derribarla.

Fue entonces cuando el escritor francés Víctor Hugo, gran admirador del edificio, se decidió a escribir una novela en la que se resaltara la belleza y el valor patrimonial de la catedral. Así nace Nuestra señora de París, la desdichada historia de la gitana Esmeralda y el jorobado Quasimodo en el París del siglo XV que tiene como telón de fondo, testigo y casi personaje principal de la novela, a la propia catedral. Amores imposibles, ambientes renacentistas, personajes marginados y finales trágicos se aúnan a detalladas descripciones y disquisiciones que Víctor Hugo hacía sobre la arquitectura de la catedral. La novela fue publicada en 1831 y tuvo tanto éxito que los lectores reaccionaron en favor de la marginada catedral y a partir de entonces Notre Dame se volvió parte de la identidad parisina. Puede decirse que la novela salvó a Notre Dame, ya que a partir de 1845 comenzaron los trabajos de remodelación de la catedral a cargo del arquitecto Viollet-le-Duc, que reparó los ornamentos dañados y añadió elementos nuevos como una nueva aguja de 96 metros y las célebres quimeras.

En 2019 un incendio provocó daños catastróficos y una vez más la catedral estuvo a punto de desaparecer. Milagrosamente, casi cinco años después del siniestro, su reapertura se producirá el próximo 7 de diciembre y podremos volver a ver Notre Dame como la veía Quasimodo: “Y la catedral no era solo su compañía, era todo su universo, toda su naturaleza. No soñaba con otros setos que los vitrales siempre en flor, con otras umbrías que las de los follajes de piedra que se abrían, llenos de pájaros en la enramada de los capiteles sajones, otras montañas que las colosales torres de la iglesia, otro océano que París rumoreando a sus pies”.

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