Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
La ciudad y los días
Ningún actor con tanto potencial, tan poderosa presencia en pantalla, tan aclamado por la crítica y tan reverenciado como referencia por sus colegas ha interpretado tantas malas películas –y tan pocas buenas– como Marlon Brando, de cuyo nacimiento acaba de cumplirse un siglo. Solo me ha convencido –aun con sus habituales excesos gestuales y su gusto por el maquillaje– en La ley del silencio y, por supuesto, en El Padrino, sin lugar a dudas la mejor interpretación de su carrera. Incluso, dada la grandeza de la película, una de las mejores de la historia del cine. Sin olvidar su brevísima pero decisiva aparición en Apocalypse Now. A las que se podrían quizás añadir Julio César, La jauría humana y Missouri. No soporto su aclamada interpretación en la también vitoreada Un tranvía llamado deseo, la película que lo convirtió en una estrella y me resulta tan insoportable (salvo la extraordinaria música de Alex North: pero para disfrutarla están los discos) como el delirio gestual, tan del método, de Brando. Lo que no impide que su imagen con camiseta ajustada –al igual que con gorra, chupa, vaqueros y moto en Salvaje– sea uno de los iconos que representan una edad del cine e inaugurara un nuevo modelo de sex symbol.
Sus fallidas o malas películas, en cambio, entre las que incluyo Último tango en París (otra vez salvando su estupenda música de Gato Barbieri), son tantas que no caben en esta columna. Por citar solo las peores, recuerdo Desirée, La casa del té de la luna de agosto (la peor de todas con su maquillaje de japonés), Sayonara, Piel de serpiente, Queimada o Los últimos juegos prohibidos. Su mal o difícil carácter y su poca profesionalidad –para algunos, marca de su genio– convirtieron en torturas muchos rodajes, logrando incluso que algunos directores se volvieran majaretas y lo abandonaran o fracasaran poniendo en peligro su larga carrera, casos de Richard Stanley o Lewis Milestone.
En la lista de los mejores actores del American Film Institute aparece en cuarto lugar, tras Bogart, Cary Grant y James Stewart. Como mito, puede valer. De sus películas, entre las 100 mejores del cine americano, solo aparecen El Padrino en tercer lugar, La ley del silencio en octavo y Un tranvía llamado deseo en el 45. No debo ir tan desencaminado al considerarlo el actor más famoso que ha interpretado más malas –y menos buenas– películas.
También te puede interesar