El silencio de los hombres

Por montera

El titular provoca estupefacción: “España es el país europeo donde más población cree (53%) que se está discriminando a los hombres con el impulso de la igualdad de la mujer”. Ipsos, en este último estudio, refleja otros importantes datos que delatan que la mayoría de los españoles se declara feminista, que los temas relacionados con la igualdad ya forman parte de las conversaciones diarias, que 4 de cada 10 personas afirman haber observado comentarios sexistas por parte de amistades o familiares, y un 15% admite haber sido testigo de algún caso de discriminación en el trabajo. Del primer asunto, ese que unos interpretan como que “una mayoría de ciudadanos cree que el feminismo ha tocado techo”, “que disminuye la población española que se define como feminista”, o que el “movimiento feminista ha llegado demasiado lejos” es lo que hay que mirar con lupa por intolerable. No parece compatible que un país que presume de ser el más feminista de Europa conviva con jóvenes que ven como una amenaza a las mujeres y que se sientan menos hombres por realizar las tareas del hogar. Quizá, como dice Paco Camas, director de Ipsos, están confundiendo igualdad con desagravio. Si la base para conseguir que a las mujeres se les aplique los mismos derechos que a los varones es la educación, definitivamente algo se sigue haciendo peor. El feminismo ha sido muy mal gestionado en los últimos años por haberse politizado y polarizado. Las divisiones nos frenan. Tanto que el Foro Económico Mundial asegura que harán falta 134 años para alcanzar la paridad de género en el mundo y 39 años para conseguirla en España. El hecho de tratar de derribar las barreras de la igualdad cual toro envistiendo el burladero reventando las maderas y poniendo en peligro a los espectadores genera rechazo. El trabajo debe realizarse al unísono, sin divisiones puesto que la conquista es la misma y única, y dos, que muchos hombres siguen callados. Es difícil encontrar a señores que acepten sentarse a debatir en foros y charlas, debates donde se deja solas a las mujeres. Faltan respuestas de todos los que siguen a la cabeza. Lo he dicho en muchas ocasiones: el feminismo no es solo cosa de mujeres. Es, también, cosa de hombres. Y el silencio de los hombres contribuye a que las nuevas generaciones sigan pensando que el ascenso de la mujer les convierte en víctimas. Necesitamos que ellos sientan lo que las mujeres llevan sintiendo por la marginalidad toda su historia.

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