Soledad: ley de vida

18 de septiembre 2024 - 03:05

Senectud, vejez, ancianidad, o ser mayor, como eufemismo para disfrazar la llegada del tiempo o cuando los años se te vienen encima y los pasos se hacen más lentos, el cabello se aclara y las arrugas aparecen para coronar la flacidez. Es todo un cúmulo de señales que te visitan sin previo aviso. Sólo te dejan un pequeño regalo y es que la visión se estrecha para que no puedas ver bien tanto cambio acontecido.

La aparición de estas variantes no se dan por igual en todos los individuos. De ahí el consabido dicho de “parece que el tiempo no pasa por ti” o “ es que has hecho un pacto con el diablo”. La verdad es que el diablo no suele percibir estos cambios y como precursor de toda maldad hace su visita con una tarjeta bajo el brazo donde consta una sola frase: te has quedado sólo.

Pues sí, la soledad es otra de las connotaciones del paso de los años.

Los padres que todo lo dieron, se van quedando solos. Y decimos para autoconformarmos que es ley de vida. Será ley de vida pero es detonante de tristeza, desconsuelo y soledad. Los padres que con la energía de la juventud lo dieron todo y si algo les quedó fue para entregársela a los nietos, agotando así sus pocas o quizá, últimas horas por asumir un papel familiar. Estos padres ahora sufren el anonimato, porque ya no son útiles para nada y el único consuelo que les queda es el torpe paseo matinal, las horas extensas de la piel quebrada; y si llegas a sembrar el más mínimo atisbo de inoportunidad, queda el asilo, llámese residencia, casa para mayores o bien hotel para ancianos, quizá una cuidadora que pagarán los hijos junto con tu paga de jubilación.

Así se comporta nuestra avanzada sociedad occidental, la que no encuentra sitio ni tiempo para sus mayores, solo porque ellos ya han cumplido con su diario vital y ya no son útiles.

Una sociedad que se mueve por intereses y rechaza todo lazo de unión sentimental es una sociedad condenada a desaparecer o a reinventarse.

La comodidad, el culto al cuerpo y al placer por más mínimo que sea son los patrones a tener en cuenta, olvidando cualquier atisbo de valor familiar, de conciencia o de compromiso social; así pues contribuimos a que el egoísmo y la egolatría marquen nuestro futuro.

Otras sociedades que calificamos de atrasadas son las que no olvidan a sus mayores, formando estos parte de la unidad familiar, sus consejos son guía y la soledad nunca les visita.

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