La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
La política debe ser una suma de intereses por la mejora de nuestra sociedad, pero cada día contemplo como se exterioriza una gran muestra de vanidades. No hablo de Venezuela, donde el telepredicador que se autoproclama líder del pueblo tiene un poder tan arrogante que incluso cambia la fecha de la Navidad, ya que se cree el divino salvador de la patria. Ni del presidente Español, del que la semana pasada uno de los diputados madrileños proclamaba como argumento ideológico que su líder “está muy bueno”. El minimalismo ideológico de estos personajes nos puede llevar con la misma intensidad al llanto o a la carcajada. Pero el problema más grave es que sus opositores tampoco nos dan muestras de gran capacidad de sumar intereses. La “gran política” es una pasarela de vanidades.
Por desgracia, si confrontamos la gran política profesional con la política social de la calle, también hallamos a vanidosos de andar por casa. En muchas asociaciones y entidades de nuestros pueblos se critica la labor de estos políticos, se señala a la casta profesional de arrogante, presuntuosa, de soberbios altaneros que no dialogan, que no se escuchan entre ellos y de estar alejados de los auténticos problemas del pueblo. Razones no les faltan.
Los miembros de las juntas de gobierno de estas entidades la palabra que más repiten es la de democracia, pero el tono y la intensidad de este gran sustantivo va bajando a la vez que pasa el tiempo en el cargo y se escucha alguna crítica a su labor o actuación.
He sido miembro de asociaciones juveniles, culturales, vecinales, hermandades y cofradías... Menos en partidos políticos, he militado en muchas entidades y continúo en activo en otras. Cuando se busca el consenso, el apoyo, el compartir trabajo, el pedir ayuda económica, el compartir la responsabilidad e incluso los fracasos, se usa los términos de la entidad (ponga el nombre que más se le apetezca) “somos todos”. Pero cuando sale el espíritu “verticalista” se sacan los estatutos (trasnochados y no pasados por el espíritu democrático y constitucional) y se deja de tener ese espíritu de todos para proclamar el caudillismo. Ese es el primer paso para transferir el todo por el nada. Una asociación cultural, vecinal o hermandad o somos todos, sin caudillos, o desde el caudillismo se pasa a la nada.
Para no llegar o caer en el caudillismo la primera herramienta es la escucha, saber lo que quieren, desean o anhelan tus compañeros. Hablar, dialogar todos los temas, buscar el consenso, tener empatía y, sobre todo, trabajar en equipo.
En una reunión de la Asociación de Vecinos de La Atunara, con actos por el Puerto Pesquero José Antonio Barbudo me enseñó a dar la palabra.
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