Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
La conexión directa entre los Estados Unidos y la antigua Unión Soviética fue durante los tiempos de la guerra fría un elemento clave en la estructura de tensión nuclear que caracterizaba la relación entre las dos grandes superpotencias. Efectivamente el arma nuclear estaba diseñada fundamentalmente para no ser usada, pero tenía un enorme poder disuasivo. A pesar de la enorme tensión que caracterizó este período, gran parte de los analistas coinciden en que una de sus particularidades fue la certeza de que era altamente improbable una guerra nuclear. Es cierto que hubo momentos delicados, especialmente la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962, pero la gravedad de las consecuencias (destrucción mutua asegurada) era suficientemente disuasoria para que existiera un canal de comunicación estable y permanente entre Estados Unidos y la Unión Soviética que fue bautizada en la literatura y películas de la época como “el teléfono rojo”, aunque la vía de comunicación no fuera un teléfono, ni fuera de dicho color.
Hoy el mundo es mucho más inestable que durante la guerra fría. El mundo no es ya bipolar sino imperfectamente multipolar y las reglas jurídicas e instituciones de gobernanza multilateral desempeñan papeles absolutamente marginales, cuando no son obscenamente ignoradas o incumplidas. Rusia ha heredado una parte significativa del poder nuclear de la antigua Unión Soviética, pero se presenta como un actor más imprevisible.
El cambio de reglas de uso del arma nuclear que acaba de hacerse público esta semana es especialmente preocupante. Rusia se ha transformado en una gran amenaza para la paz y seguridad internacionales y con la invasión de Ucrania ha terminado de romper todas las reglas de juego internacionales. Es cierto que empezó con la invasión de parte de Georgia y luego de la península de Crimea observando que la comunidad internacional no reaccionaba. La cuestión que se ha suscitado esta semana con enorme preocupación es si realmente Rusia será capaz de utilizar el arma nuclear. Pues bien, la imprevisibilidad del gobierno de Putin impide llegar a una respuesta unánime, pero la posibilidad de uso es una realidad y con ella la ruptura total de los paradigmas de utilización del arma nuclear.
Hasta enero de 2025 entramos en una época profundamente inquietante. Cuando Trump tome el poder el escenario habrá cambiado. Putin habrá ganado y ya no será necesaria el arma nuclear para garantizar sus fines. Sin asistencia militar y financiera americana poco podrá hacer ya Ucrania. La lección para Europa es clara y debe adaptarse a los nuevos escenarios. Es absolutamente irresponsable que este complejo contexto alguien trate de justificar una larga sobremesa con un ataque frontal a la estabilidad de la Comisión.
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