Manuel S. Ledesma

La teoría de Olduvai

Ad hoc

CAMBIAR de posición un interruptor y que se ilumine la casa, girar el mando del grifo y que el agua empiece a manar, pulsar un botón y que, al instante, notemos el confort del aire acondicionado, abrir el frigorífico y sacar una cerveza helada, conversar con alguien que está a 50 kms. y asegurarle que en menos de media hora nos reuniremos con ella… estas y muchas más acciones las hacemos constantemente de forma rutinaria y las vemos tan naturales como la diaria salida del Sol (a pesar de que no sepamos el porqué ni de lo uno ni de lo otro). Aunque no reflexionemos a menudo sobre ello, todos estos hábitos que forman parte esencial de nuestra vida cotidiana dependen de una sola cosa: el suministro de energía. Si por cualquier circunstancia (tal como acaba de ocurrir en Japón) el abastecimiento de energía (en sus diferentes variedades) se viese comprometido, el caos más absoluto se instauraría en nuestras civilizadas sociedades.

La Tierra ha duplicado su población en los últimos 40 años (actualmente somos 6.000 millones) por la sencilla razón de haber tenido mayor disponibilidad energética. Este crecimiento exponencial de habitantes es mucho más de lo que el planeta podría soportar si, como parece probable, no se encuentran alternativas fiables y baratas antes de que la energía fósil llegue a agotarse. Apoyado en esta premisa, el Dr. Richard C. Duncan, ingeniero petrolífero elaboró su inquietante ensayo: La teoría de Olduvai: el declive final es inminente. En ella se establece que la esperanza de vida de la civilización industrial es de aproximadamente 100 años (1930-2030). Duncan justifica su tesis en datos concretos: ya existe un estancamiento en la producción mundial de energía (se están agotando las reservas de petróleo). Vuelta al carbón como principal fuente energética. Incapacidad para atender la creciente demanda eléctrica de los países avanzados y los que están en vías de desarrollo (China, India…).

Apagones parciales y totales como fiables indicadores del colapso y, finalmente, la disminución de la población mundial a causa del déficit de energía. La teoría predice, entonces, la vuelta a una situación cercana a la era preindustrial donde la misma sofisticación de la sociedad actual (incapacidad del individuo para sobrevivir en entornos hostiles) provocará el regreso a niveles tecnológicos parecidos a los de la Edad Media y, en un periodo estimado de 3000 años, a los observados en la Edad de Piedra (de ahí el nombre de Olduvai, un barranco al norte de Tanzania conocido como "la cuna de la humanidad" por sus yacimientos de fósiles de homínidos y herramientas). Sin duda, muchos calificarán estas predicciones de infundadas y catastrofistas pero es difícilmente rebatible el hecho de que sin electricidad, más pronto que tarde nuestra sociedad tendrá un aspecto parecido al de las ruinas mayas y aztecas. Para entonces sólo quedarán pequeñas comunidades autosuficientes dispersas entre selvas que, poco a poco, engullen edificios desiertos y vehículos oxidados.

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