Teoría del caballo muerto

24 de marzo 2025 - 03:05

Hay un dicho de los indios Dakota que me gusta especialmente y que reza así: “Cuando descubras que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar”. Y esa obviedad resulta que no se produce con simple lógica en casi ninguna situación de nuestras vidas.

Lo paradójico es que cuando nos encontramos a alguien intentando cabalgar un caballo muerto, vemos cómo intenta abordar el problema desde diversos ángulos, muy creativos todos, pero inútiles por absurdos. Y esto sucede a menudo en el mundo empresarial y educativo y, constantemente, en el mundo de la política. O en el submundo purulento en que se ha convertido esa teóricamente noble actividad.

Y una vez ante la tesitura de estar montando un caballo muerto, ¿cuáles son las soluciones que se suelen intentar? Pues algo así como:

• Comprar una nueva silla de montar.

• Mejorar la alimentación del caballo muerto.

• Cambiar al jinete.

• Despedir al encargado de los caballos y contratar a alguien nuevo.

• Organizar reuniones para discutir cómo aumentar la velocidad del caballo muerto.

• Crear comités o equipos de trabajo para analizar el problema del caballo muerto desde todos los ángulos. Estos comités trabajan durante meses, levantan informes y finalmente concluyen lo obvio: el caballo está muerto.

• Justificar los esfuerzos comparando el caballo con otros caballos muertos similares, concluyendo que el problema fue una falta de entrenamiento.

• Proponer cursos de capacitación para el caballo.

• Redefinir el concepto de “muerto” para convencerse de que el caballo aún tiene posibilidades.

Y no caigamos en la simpleza de pensar que eso solo le ocurre a los demás. Imaginemos que el caballo lo ha comprado el jefe, o que un líder espiritual se ha acercado al caballo y ha dicho que es hermoso y sin duda tiene mucha vida por delante...¿quiénes somos nosotros para contradecir algo así?

O puede que hayamos gastado mucho dinero en un caballo que ha funcionado bien muchas otras veces...¡tiene que funcionar de nuevo!

¡Es tan curioso el terreno cenagoso de los sesgos cognitivos!

De todas las soluciones anteriores, a mí me gustan especialmente las de crear comités (recordemos que la mejor manera de que algo no funcione es crear un comité para que funcione) y, sobre todo, la de redefinir el concepto de “muerto”. ¡Es algo que vemos tan a menudo! Lo mismo, como decía la canción, es que “no estaba muerto, que estaba de parranda”.

Tampoco es desdeñable la de algunos sistemas educativos cuando proponen como solución ésa de “subrayad la palabra “caballo” y comentadla en el grupo. Cuando lo hayáis hecho, comparadla con el otro dicho que dice “ahora que he acostumbrado al caballo a no comer, va y se me muere”. Resaltad las diferencias y semejanzas y dibujadlo a cuatro colores sin que ningún color resulte herido”.

Aunque quizás la menos creativa sea la usada últimamente en política; simplemente preguntan “¿qué caballo?”, aunque el hedor les traspase las fosas nasales y todos los demás caballos estén huyendo de la escena. Simplemente “¿qué caballo?” y, para ellos y ellas, nunca existió el problema.

¡Benditos!

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