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Las dos orillas
La catástrofe de la Comunidad Valenciana ha sido gestionada en los primeros días como si estuviéramos en el Tercer Mundo. Las administraciones están pidiendo unidad, y por supuesto es el momento de buscar soluciones y ayudar. Sin embargo, no se puede ocultar que han fallado estrepitosamente. Si se mira hacia otro lado, la próxima vez ocurrirá lo mismo, o parecido. Hay que corregir muchos errores graves. Esta catástrofe, con tantas víctimas, ha sido más propia de Eritrea o Somalia que de un país europeo. Para que suceda una desgracia de tal magnitud, en la provincia de Valencia, deben encadenarse varios errores graves que han aumentado el número de víctimas.
El primer error lo cometió la Agencia Española de Meteorología, que no fue capaz de avisar del alcance real de la dana. Es verdad que puede ocurrir que en Valencia capital caigan 8 litros por metro cuadrado, mientras a 60 kilómetros caen más de 500 litros. No obstante, se quedaron muy cortos. Había alerta naranja, que se elevó a roja cuando ya estaban inundados. Fallaron los cálculos meteorológicos, de cuya fiabilidad dudan algunos expertos. Con Filomena también fallaron, se les van las peores.
En Valencia no ocurrió como en Florida (EEUU), donde desde una semana antes habían avisado a la población y hubo evacuaciones, ante el riesgo de una gran catástrofe con los huracanes y temporales. El servicio valenciano de Emergencias reaccionó tarde, después de varias horas de tempestad, y cuando algunas personas ya habían fallecido. Por otra parte, los ciudadanos no saben lo que deben hacer en estos casos. La mayoría de las víctimas murieron en coches y en garajes, que es donde nadie debe estar cuando llega una riada. No los avisaron, pero algunas personas quisieron salvar los coches y murieron en el intento.
Y lo ocurrido después es muy fuerte. Había gente sin comida ni agua, a 20 ó 30 kilómetros de Valencia, mientras en el estadio del Valencia CF se acumulaban más de 50.000 kilos de alimentos donados para los necesitados. ¿Y los saqueos? No sólo de alimentos. Bandas de desalmados han aprovechado para robar sin control. Lo mismo que en las catástrofes del Tercer Mundo.
Mientras esto sucedía, los políticos hablaban de unidad, pero intercalando acusaciones. El país está preparado para la máquina del fango político, pero no para limpiar el fango con máquinas en las catástrofes. Se ha visto que de nada vale el bla, bla, bla para afrontar las emergencias.
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