El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Navidad del niño pobre
Según la RAE, la definición de tiempo es: magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
Cuando pienso en el tiempo como concepto, no soy capaz de darle una descripción con palabras, aunque quizás lo pueda transmitir de manera gráfica. Imagino al tiempo envuelto en un copo de nieve, cayendo ante mi absorta mirada y aterrizando en el suelo hasta perder su forma, hasta desaparecer como uno solo y unirse al resto creando algo más grande. Generando un alud irrevocable al que yo llamo recuerdos.
Hoy, con la velocidad frenética a la que vamos se nos hace muy complicado apreciar esos pequeños matices, pero tenemos todo de nuestro lado para no exigirle más, para no rogarle al tiempo que no se agote: "Ojalá tuviera más tiempo", "no me da tiempo a terminar el trabajo", "necesito más tiempo con mis hijos"… ¿Y si en vez de pedirle imposibles al dios del reloj, lo aceptamos tal y como es y disfrutamos de cada minuto que nos regala?
Lo mismo suele pasarnos con las personas. Tendemos a querer cambiarlas, a que se conviertan en algo que consideramos mejor, a pintar sobre ellas una serie de tonalidades que no encajan con su esencia. Que no encajan con su alma. Sin darnos cuenta de que, al hacer eso, ya las hemos perdido para siempre. No hay vuelta atrás.
Tengo la sensación de que necesitamos ser aceptados a través de nuestro intento incesante de perfeccionar al prójimo, cuando el verdadero y auténtico cambio pasa por nosotros mismos. Por mirar hacia dentro y amar a nuestras luces y nuestras sombras. Porque, aunque no lo creamos, nacimos minuciosamente perfectos, y realmente lo somos gracias a nuestra infinidad de imperfecciones. Bendita ironía. Al igual que el tiempo, que, no siendo eterno, es lo más valioso que tenemos. Es el maestro más longevo en enseñarnos cómo seguir adelante sin pararnos, sin perdernos en minucias.
El tiempo y las personas, las personas y el tiempo. Tan distintos y tan iguales. Tan grandiosos que, siempre, acabamos arrodillados pidiéndoles "un ratito más".
También te puede interesar
El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Navidad del niño pobre
Quousque tandem
Luis Chacón
La tradición del discurso
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
Contraquerencia
Gloria Sánchez-Grande
Las Palomas, de segunda a tercera
Lo último