Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Por montera
Antes veíamos el tiempo para saber qué ropa nos poníamos y ahora escuchamos las noticias meteorológicas para saber si vamos a morir. El tiempo ha tomado un cariz verdaderamente severo. Antes de la DANA que ha triturado la vida de más de 845.300 personas, habitantes de más de 78 municipios afectados en Valencia, y los de los 92 municipios arrasados en Andalucía, atendíamos a la predicción del tiempo en la radio para abrir el armario y saber si cogíamos una chaquetica o el plumas y el paraguas. O cuando poníamos la tele para hacer los planes de fin de semana. El tiempo se reducía a observar de soslayo a una persona que te va señalando con su mano una pantalla gigante de la televisión que cubre medio plató por donde están repartidos los soles, las nubes y unos dibujos donde simula la caída de gotas de agua. Pero la última DANA que ha arrasado Andalucía, Castilla la Mancha, Cataluña y Valencia, donde han muerto, que se sepa, al menos 224 personas, y 16 aún permanecen desaparecidas, ha reventado todos los resortes y desnudado la fragilidad de los sistemas y sus irritantes fallos. El primero es quien estudia el comportamiento del tiempo y debe avisar de lo que se nos viene encima. Hemos de atender al último informe de la NASA donde han declarado que el satélite que la agencia espacial de EEUU lanzó al espacio en 2014, una especie de radar que vuela alrededor de la Tierra a 407 km de altitud y mide las precipitaciones desde arriba, tras la hecatombe, vieron que los satélites se vieron saturados. Es decir, que solo podían leer una caída de 200 ml por hora y al superar esa cantidad, ya no se veía la realidad. Si los sistemas ya están mal calibrados en medio de tanta alerta por el cambio climático, quien tiene la menor culpa es el ciudadano, como acusó la ministra responsable, Teresa Ribera, de que no hacer caso a las alertas. Todos son responsables: quienes programan los satélites, quienes los interpretan, aquellos que han de traducirlos, los políticos que gestionan los estados de los territorios y quienes hacen leyes propagandísticas y no limpian los cauces llenos de cañas y matas. Todos son responsables, todos. Desde la AEMET, hasta Mazón y Pedro Sánchez cabezas de sus equipos más pendientes de dispararse entre ellos que en querer a su tierra y sus gentes. Hay leyes irracionales que cuidan más a las plantas que a las personas. Dijo Sánchez que el cambio climático mata, pero la ineptitud de algunos que nos gobiernan, también. Se pasó su tiempo.
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