Tregua silenciosa en Getares

"Por la noche, cuando las luces de los buques que descansan en la bahía se reflejan en el agua como antorchas de un pasado distante, uno entiende que este rincón no necesita más ruido"

El paseo marítimo y la playa de Getares, con el río Pícaro al fondo, al atardecer.
El paseo marítimo y la playa de Getares, con el río Pícaro al fondo, al atardecer. / G.S.G.

29 de marzo 2025 - 03:06

La primavera se asoma como quien no tiene prisa. Es un tiempo de gestos pequeños, de días que alargan su discurso y flores que brotan como si alguien hubiera corrido la cortina de un escenario natural. Y sin embargo, este año, las mejores noticias en Algeciras son, precisamente, la ausencia de novedades.

No hay nada nuevo que contar sobre el chiringuito proyectado en Getares, ese enclave que se resiste, como un náufrago que se aferra a su última tabla, a convertirse en otro espacio invadido por el ruido, la ocupación y la hostelería sin alma. Ninguna declaración, ninguna promesa, ningún paso adelante. Silencio. Y, de repente, en esta época que celebra el renacer, uno encuentra esperanza en que algo permanezca igual, intacto.

El proyecto planea instalarse cerca de la desembocadura del río Pícaro, donde la arena se mezcla con matas de vegetación costera y el agua, aunque torpe y herida, todavía conserva cierta dignidad salvaje. Es el último rincón de la playa que podría calificarse como virgen. Pero la tregua parece haberse impuesto. A día de hoy, el aparcamiento de tierra sigue siendo un patatal que, por milagro o desidia, nadie ha decidido arreglar. Y eso, a su manera, es un triunfo.

El Reglamento General de Costas habla de preservar la ribera marítima. Pero, como siempre, la interpretación de las normas queda en manos de quienes, muchas veces, ven en la costa un terreno más de conquista que de conservación.

El Ayuntamiento de Algeciras, promotor de la idea, asegura que el chiringuito será efímero, estacional y respetuoso con el entorno. Una estructura de madera que nacerá en mayo y desaparecerá en septiembre, como un habitante temporal del verano. Pero las promesas pesan poco frente a la fragilidad de este lugar. La ensenada de Getares, al abrigo de los montes del Parque Natural del Estrecho, es algo más que una playa: es una memoria colectiva.

Por la noche, cuando las luces de los buques que descansan en la bahía se reflejan en el agua como antorchas de un pasado distante, uno entiende que este rincón no necesita más ruido. Aquí, entre las ruinas de la ballenera y los dibujos imposibles de los flysch, se aprende a escuchar el temblor de las dunas, el ronquido del mar y ese zumbido imperceptible de flores que brotan en la madrugada.

Quizás la primavera nos dé una lección: que a veces, lo más valioso no es lo que llega, sino lo que permanece. Que el verdadero progreso puede ser detenerse, mirar alrededor y darse cuenta de que hay cosas que no necesitan ser mejoradas, solo cuidadas. Y que, con un poco de suerte, el verano encontrará a Getares como está hoy: casi virgen. Como si el tiempo, por una vez, se hubiera rendido ante la belleza.

stats