Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
En blanco y negro
Tengo la sensación de que en este Campo de Gibraltar nuestro existe una división entre ciudadanos que, no se asusten, nada tiene que ver ni con el color de su piel, ni con sus creencias ni con su procedencia. Se refiere exclusivamente a la forma que cada cual utiliza para desplazarse y el camino elegido para ello. Dando por entendido que todas las reivindicaciones son justísimas (y que en muchos casos hasta se quedan cortas) está claro que no todo obtiene, especialmente entre la clase política, la misma repercusión.
Sin lugar a debate los tops entre los vecinos de la zona son aquellos que utilizan el tren. O como quieran llamar a ese destrozador sistemático de planes que parte de sus estaciones. Basta con que su llegada/salida se retrase media horita para que administraciones relevantes de esta comarca lancen comunicados recordándonos que estamos olvidados del mundo. Que lo estamos, pero no solo por ese motivo. A veces da la sensación –y doy por entendido que no hay nada más lejos de la realidad– de que algún político tiene programada la queja en el buzón de salida para garantizarse que, al menos una vez en semana, se hagan escuchar sus reflexiones al respecto. Lo significativo de este caso es que los afectados –siendo siempre muchos porque no deberían existir– son un sector minoritario de la sociedad.
Un peldaño por debajo en esta escala están los que se desplazan a Tarifa. Bien es verdad que lo suyo es una cuestión casi estrictamente estival. Que la N-340 entre Algeciras y Tarifa se quedó pequeña hace décadas no es precisamente un secreto. Pero que se haga hincapié en “el derecho a ir a la playa” de los algecireños, que pueden disfrutar de Getares y El Rinconcillo (durante años autoproclamada en un anuncio La Major Playa del Mundo) pues hombre... igual hay argumentos más sólidos.
Y ya vamos llegando a los desheredados Esos que viven para arriba y para abajo en el arco de la Bahía, que soportan colas todos los días del año. Entrar por Celupal los viernes hasta en el más profundo invierno necesita de mucha paciencia. De junio a mediados de septiembre el accidente diario con la correspondiente retención en ambos sentidos de la A7 es un peaje casi obligado.
Y es que, queramos asumirlo o no, el Campo de Gibraltar se ha constituido en un embudo. Salir de La Línea ya sea por la carretera del cementerio o por Campamento a determinadas horas es poco menos que una utopía. El fin de las obras de la barriada sanroqueña no ha supuesto mejora alguna en ese apartado. Y salir de la comarca en dirección Málaga por la rotonda de Torreguadiaro... tres cuartos de lo mismo. Todo eso sin hablar de lo que supone entrar y salir de Gibraltar.
Para los usuarios de esas vías (sobre los que pende la amenaza de acabar pagando por utilizarlas) nunca hay un cariño político. Y la mayoría de los que circulan por ellas, que representan un porcentaje altísimo en el conjunto de nuestra sociedad, no van precisamente al ocio. No son pocos los que pierden citas médicas, enlaces con barcos/trenes... Ah por cierto, tanto que se trabaja en cerrar el centro de las ciudades al tráfico rodado por aquello de las bajas emisiones ¿las interminables colas que día a día soporta la A7 no contaminan?
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