
Frontera Sur
José Ángel Cadelo
Muros divisorios en el cementerio
Esta semana se han cumplido tres años de la invasión y del ataque a gran escala a Ucrania por parte de Rusia. También esta semana parece que se están dando los pasos hacia un posible final de la guerra, pero las señales no pueden ser más preocupantes. Por ahora, todo parece que habrá un claro ganador y un perdedor. El ganador podrá ser previsiblemente la potencia agresora y el perdedor, la agredida. Malos tiempos para el Derecho cuando se consolida el poder de la fuerza. Entramos en una nueva etapa en las relaciones internacionales que se ha denominado la era de los “neoimperialismos”, con tres grandes ejes de poder que aspiran a repartirse las áreas de influencia y los recursos del planeta: Estados Unidos, Rusia y China. Todo ello sólo en consideración de sus intereses, sin ningún marco regulador o institucional que sirva de contrapeso y que pretenda implementar un conjunto de normas y reglas basadas en principios consensuados. La etapa que nació al final de la Segunda Guerra Mundial y que se fraguó en la Conferencia de San Francisco con la Carta de las Naciones Unidas llega a su fin y la Carta es papel mojado. En este sentido, las dos resoluciones adoptadas esta semana en la Organización de las Naciones Unidas son una preocupante muestra de este giro que se inició el mismo día de la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos de América. En el Consejo de Seguridad, órgano central en el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, ambos países han logrado sacar adelante una resolución en la que la guerra se transforma en un “conflicto” entre Rusia y Ucrania y no hay país invasor ni invadido. Rusia, China y Estados Unidos han votado a favor como un bloque homogéneo. Los europeos se han abstenido después de que la moción de calificar los hechos como agresión a gran escala fuera rechazada. En el mismo día, en la Asamblea General, órgano plenario pero cuyas resoluciones carecen de poder jurídico vinculante, sí se ha condenado la agresión con el voto en contra del bloque neoimperial y sus aliados, como Corea del Norte o Bielorrusia.
Parece obvio que la Unión Europea debe repensar su papel en el mundo y sus alianzas. Unilateralmente Estados Unidos ha dejado de considerar a la UE como aliado y sus nuevos aliados son Rusia, China o, como he citado, Corea del Norte o Bielorrusia. Se trata de un cambio en profundidad de todos los paradigmas sobre los que se apoyaban las relaciones internacionales.
Estaremos atentos a cómo se desarrollan los acontecimientos, pero me ha sorprendido positivamente las iniciativas de Macron, primero, convocando una cumbre europea y, después, trasladándose a Estados Unidos para hacer llegar una visión europea. El problema es que parte de los enemigos están también dentro de Europa.
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