La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
El camino lo hace el caminante. Pasos decididos, huellas divagantes, sonoros cascos, herraduras sin suerte, llantas, radios y bujes metálicos han ido trazando vías de escape y sendas de encuentro desde los primeros viajes humanos. En nuestra zona, un camino histórico sirvió desde el tiempo de los mitos para poner en contacto las costas mediterráneas con las amplias planicies atlánticas a través de estrechos valles y frondosos canutos. Desde la bahía de Algeciras se tenía que atravesar la cordillera que la separa del territorio de la Janda. Para ello, los pasos, las huellas y los cascos se sirvieron de los cauces de ríos y arroyos, como el de la Miel o el de Botafuegos, para ascender los puertos y buscar la vertiente atlántica a través del valle de Ojén. Una vez allí, circunvalando la antigua laguna de La Janda, a través de territorios más abiertos y diáfanos, se alcanzaban los pagos de Medina y Jerez.
Este camino se conoció en las últimas centurias con el nombre de la Trocha y durante años despertó mi fascinación y curiosidad, así como un buen número de descubiertas y fructíferos trabajos de campo. Entonces pude comprobar que, de existir, Heracles se debió de dirigir por estas lindes hasta la isla de Erytheia en busca del ganado retinto de Gerión; que el camino se había convertido en sarta que unió hitos del arte prehistórico como los abrigos del Tajo de las Figuras, los de sierra Momia o los de Palomas; que puso en comunicación hitos tartésicos como el cerro de las Madres o la Silla del Papa; fenicios como el Berrueco o el cerro del Castillo; griegos como Portus Menesthei; romanos como Asta Regia, Asido o la Turris Lascutana, además de convertirse en la vía directa de comunicación entre Carteia y Baelo pasando por Portus Albus. Fue el principal eje de penetración de los ejércitos musulmanes, empezando por el liderado por Musa; de las expediciones vikingas y de las tropas cristianas de sucesivos alfonsos, que acabaron fortificándolo en el Berroquejo, los Santos Mártires, Torrestrella, Benalup, la Torrejosa o el Monte de la Torre. Para la Trocha se erigió el puente de la Cartuja y por ella pasaron militares españoles y franceses que participaron en el Gran Asedio de Gibraltar y los perdedores de Trafalgar. Por ella transitaron monarcas, contrabandistas y viajeros románticos como Richard Ford, Lord Byron, George Borrow o Washington Irving y fue de nuevo considerada como estratégica por el general Magallanes a fines del XIX.
Hoy nadie la pisa. Zarzas, lentiscos, acebuches y helechos han invadido la relevante senda y la han convertido en impenetrable. La ausencia de caminantes ha hecho desaparecer el camino, un camino histórico como pocos, que no estaría de más que las instituciones desbrozaran y rescataran, aunque el tiempo de los mitos haya pasado y vivamos otro de impostados corredores entrebahías.
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