Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
A paso ligero
El turismo es un gran invento, decía Paco Martínez Soria rodeado de suecas en un hotel de la Costa del Sol. Pero el invento comienza a dar señales de agotamiento, de hartazgo. Tanto es así que este verano podría acuñarse como el de la turismofobia galopante, con varios ejemplos que han sido noticia en las últimas semanas.
El caso más extremo, el del bar Puerto Martina de Mera, en Oleiros (Galicia), que ha cerrado para ahorrarse atender a los madrileños. Porque parece ser que el homo mesetaris está mal visto cuando sale de su territorio pero no al revés, cuando somos el resto los que viajamos hasta la capital de España para asistir a un musical, hacer compras o ver las luces de Navidad en invierno. El caso es que el bar ha sido “atacado” por internautas que se han hartado de dejar malas referencias (sin siquiera pisarlo) para tratar de hundir al negocio. Ver para creer.
En Benidorm, este agosto (y cuándo no) resulta imposible clavar una sombrilla en sus playas más allá de las nueve de la mañana, pese a que está prohibido ocupar la arena y dejar los trastos sin vigilancia.
Y ciudades como Sevilla o Málaga acusan la deformación de sus centros históricos, donde antiguas ferreterías o casas de quincalla han sido sustituidas por cafeterías hipermodernas, restaurantes franquiciados que ofrecen paella congelada o por consignas de maletas para los clientes de los apartamentos turísticos, esos que están disparatando el precio de los alquileres. “Menos ramen y más puchero”, sentenciaba una banderola en un balcón hispalense a modo de protesta por la invasión de visitantes y sus consecuencias.
Sin salir del Campo de Gibraltar, no son pocos los que se quejan de lo complicado que resulta aparcar en Tarifa, donde las calles rebosan ambiente cualquier día de julio y agosto. Incluso entre los locales, quienes claman por algo de tranquilidad obviando que si no fuera por el turismo, la economía de la localidad sería muy distinta.
El caso es que todos somos turistas, sin caer en la peyorativización del término. Todos tenemos la necesidad de poner tierra de por medio a nuestras rutinas, la aspiración de conocer nuevos sitios y vivir otras experiencias. Tengámonos algo de paciencia porque, de lo contrario, el mal rollo acabará por imponerse.
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