El último oro verdadero

Mientras el arte sacro sucumbe al bordado 'low cost', el traje de luces resiste como el último bastión de la autenticidad

Morante, entre la épica y el sosiego

El torero sevillano Pablo Aguado se lía el capote de paseo antes de hacer el paseíllo.
El torero sevillano Pablo Aguado se lía el capote de paseo antes de hacer el paseíllo. / EFE

17 de febrero 2025 - 03:05

Hubo un tiempo en que el oro bordado era siempre oro, y el arte de la aguja, un oficio respetado. Las manos que cosían los milagros de la Semana Santa sabían que un manto no era solo tela, sino un símbolo, un objeto de devoción y un testimonio de belleza imperecedera. Pero llegó la fiebre del low cost, y donde antes relucía el oro, ahora brilla el metal barato del hilo sintético.

En el mundo cofrade, las prisas y los presupuestos ajustados han hecho estragos. Se replica la estampa, pero se sacrifica la esencia. Se sustituyen los hilos nobles por sucedáneos y se jalea el resultado como si fuera lo mismo. Pero no lo es. Nunca lo es. Las asociaciones de arte sacro han alzado la voz contra esta deriva, alertando de la llegada masiva de bordados producidos en talleres de Pakistán y Bangladesh. Piezas que imitan la tradición, pero que, lejos de conservar su alma, la despojan de su autenticidad.

Afortunadamente, en los ruedos, el oro sigue siendo oro. Aún. La chaquetilla de un torero sigue bordándose con el mismo primor de siempre, con el mismo brillo que lleva siglos atrapando la luz de la tarde. En la plaza, la filigrana no es un simulacro; es un lenguaje en código de valor y de linaje. Un traje de luces no admite atajos, porque su dignidad está cosida en cada puntada.

Mientras los pasos procesionales van perdiendo su esplendor genuino en favor de la economía y la inmediatez, el traje de luces resiste como el último baluarte de la autenticidad. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tardará en llegar el día en que también el oro de los ruedos se vuelva mentira? Ese día, el toreo perderá algo más que una vestidura; perderá su verdad.

El deterioro del bordado sacro no es solo una cuestión estética, sino también cultural. La maestría de los talleres españoles, forjada a lo largo de siglos, se ve ahora amenazada por la lógica del menor costo y la producción industrial. Con ello no solo desaparece un oficio, sino una forma de entender el arte y la tradición, una forma de rendir culto a la belleza a través del esfuerzo y la paciencia.

Quizás sea cuestión de tiempo que esta decadencia alcance también el traje de luces. Si el dinero y la inmediatez han logrado doblegar el fervor cofrade, ¿qué los detendrá en su avance hacia los ruedos? Si un manto procesional puede fabricarse a miles de kilómetros sin que importe demasiado su procedencia, ¿qué impedirá que una taleguilla acabe teniendo la misma suerte? La clave está en la resistencia de quienes aún valoran lo auténtico, en los que comprenden que hay cosas que no pueden reducirse a una mera transacción comercial sin perder su esencia. Aún estamos a tiempo de defenderlo.

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