
La Rayuela
Lola Quero
La España vaciada (de luz)
El anuncio presentado recientemente por el Gobierno en relación a la modificación del Decreto sobre aprobación y reconocimiento de universidades vigente desde 2021 ha abierto nuevamente el debate en España sobre la convivencia de universidades públicas y privadas.
Desde mi punto de vista, esta reforma llega algo tarde y es, quizás, algo tímida con la constitución de universidades privadas. En España la última universidad pública se creó en 1998. Desde entonces se han abierto nada menos que 26 universidades privadas. En la actualidad hay ya casi el mismo número siendo previsible que las privadas superen en poco tiempo a las públicas.
Pero el verdadero problema real no es el número sino la calidad y el objetivo de estas universidades privadas. Sorprende el alto número de universidades privadas que han sido aprobadas por ciertas Comunidades Autónomas a pesar de tener informes contrarios de los técnicos del ministerio de Universidades y de la Conferencia General de Política Universitaria, sobre todo en Madrid, pero también en Andalucía, donde destaca el caso de la aprobación en contra de varios informes técnicos de una universidad privada, la Universidad Tecnológica Atlántico Mediterráneo de Málaga, vinculada a un exconsejero de Educación del Gobierno de Moreno Bonilla, Javier Imbroda (fallecido en 2022). Esta burbuja de universidades privadas presenta muchos interrogantes sobre el modelo de enseñanza superior que debe seguir nuestro país. Lo cierto es que un sistema universitario armónico y coherente necesita tanto a las universidades públicas como a las privadas ya que ambos sistemas deben complementarse en una competencia sana y mutuamente productiva y complementaria. No es cuestión de enfrentar públicas contra privadas, esto es un falso debate que malintencionadamente se ha pretendido plantear para atacar al Gobierno. Ambas son necesarias y complementarias.
No olvidemos que la universidad es una institución clave para el funcionamiento correcto de un país, tanto para su estructura productiva como social. Además de su rol bien definido tradicionalmente en la formación y educación, gran parte de la innovación e investigación surge de la universidad que debe coordinarse y trabajar conjuntamente con las empresas privadas.
En este sentido, las universidades deben tener un fuerte compromiso con el papel clave de la formación y una responsabilidad en el fomento de la innovación y la investigación. Lo preocupante es que ciertas universidades sólo tienen como objetivo la rentabilidad económica o bien tienen un marcado enfoque social, político o religioso que privilegia a ciertas elites o sectores privilegiados de la sociedad y algunas universidades públicas tienen que luchar para mantener financiaciones dignas y adecuadas.
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