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El lunes de esta semana se inició en la capital de Azerbayán, Bakú, una cumbre climática de gran trascendencia, conocida como COP 29, que reúne a los Estados parte en los mecanismos jurídico-internacionales dedicados a la lucha contra el cambio climático iniciada con el Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático aprobado en la Cumbre de Río en 1992. Cada vez parece más claro que la lucha contra el cambio climático debe ser una las prioridades de actuación de la comunidad internacional, pero a pesar de las décadas de esfuerzo la realidad muestra tozudamente que se ha avanzado muy poco en estas décadas o, incluso, se han dado pasos hacia atrás.
En la actualidad, el triunfo de Trump en las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos es un factor enormemente preocupante en cuanto que en su primer mandato una de las primeras medidas que adoptó fue la retirada de los Estados Unidos del Acuerdo de París, elemento central de la arquitectura jurídica internacional de lucha contra el cambio climático debilitando enormemente el funcionamiento de los esquemas multilaterales. Aunque hay que ser prudentes, no se esperan buenas noticias desde los Estados Unidos.
Las consecuencias del cambio climático son globales y se repiten en todas las partes del planeta en forma de fenómenos meteorológicos extremos. Cada año los records de temperatura superan los del año anterior. En España las riadas y gotas frías se conocen desde hace mucho tiempo al ser tipologías de la climatología mediterránea, pero la intensidad del fenómeno que ha asolado Valencia hace unas semanas era de unas características únicas y con un grado de destrucción sin precedentes. Son muchos los científicos que han relacionado el suceso con el cambio climático, sin embargo, una parte de la población y un amplio espectro de partidos políticos y responsables públicos desdeñan el conocimiento científico y sus avisos. Sin duda, el negacionismo multiplicado por bulos y falsas noticias multiplicadas y replicadas en las redes sociales es un serio problema para abordar el enorme desafío que supone el cambio climático.
En principio, las respuestas son dos: mitigación y adaptación. La mitigación debe ser una respuesta global que implique la reducción de los gases de efecto invernadero. En este sentido, la cumbre climática de Bakú es un ejemplo de la necesidad de cooperación internacional. Pero, por otra parte, la adaptación puede ser local. En este sentido en España hay mucho por hacer. Por ejemplo, revisar los modelos de desarrollo urbanístico para liberar de construcciones las zonas inundables (por muy golosas que sean para los negocios inmobiliarios) y adaptar gran parte de nuestras infraestructuras. Y por supuesto, revisar toda la gestión de recursos hídricos. ¿Seremos capaces?
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