Estrechamente
Margarita García Díaz
Salud y alegría
últimamente asistimos a la futbolización de la política. Uno es de un partido político como si de un equipo de fútbol se tratara. Normalmente se elige un equipo de fútbol siguiendo tradiciones familiares, cercanía geográfica, emociones, etc. La elección la solemos hacer de pequeños y se suele mantener para siempre. Tan es así que, si uno se cambia de equipo, puede ser llamado chaquetero. En cambio, cuando se va a votar, normalmente se analizan las propuestas de los diferentes partidos y que encaja mejor con nuestra idea de sociedad y país. De forma que en las municipales se puede votar al 100x100, en la autonómicas al PP y en las generales al PSOE. Es cuestión de ideología y qué queremos para nuestra sociedad. Cabe preguntarse, ¿cómo sé qué partido encaja mejor o peor con mi ideología, con mi forma de ver la sociedad y el país? Pues normalmente a través de los programas electorales. En estos programas los partidos nos cuentan sus “promesas” en caso de ganar las elecciones. Nos cuenta qué van a hacer los próximos cuatro años.
Esta última legislatura hemos vivido lo que el presidente Sánchez ha denominado como “cambios de opinión”. Es decir, hacer lo contrario de lo que prometió hacer. Sánchez no es el primero en hacerlo. Rajoy, nada más llegar a la Moncloa subió todos los impuestos que prometió bajar. Según él, porque la situación económica que dejó Zapatero era mucho peor que la que se preveía. Sánchez ha cambiado de opinión en diferentes temas como las negociaciones con Bildu, el Sáhara Occidental, el delito de malversación, el de sedición, los indultos a presos del procès, coalición con Podemos, etc. Ambos alcanzaron la presidencia con unas promesas que luego incumplieron. Jurídicamente, si firmas un contrato para hacer una cosa y luego haces otra, estás incumplimiento el contrato.
Si esta situación la extrapolamos a la política, los políticos estarían cometiendo una especie de, llamémosle, fraude político. Al presentarse diciendo que harán una cosa, para luego hacer otra, el valor de la palabra de los políticos pierde su valor y, por tanto, el elegir a nuestros representantes siguiendo la ideología, se vuelve imposible. Ya que no sabremos qué harán realmente. No sé si este es un efecto o una causa más de la futbolización de la política, pero, en cualquier caso, es algo que debería penalizarse. Pues ser nuestros representantes tiene una responsabilidad para con los ciudadanos, que no es otro, que el de cumplir aquello que se promete. Cumplir con aquello por lo que se les vota.
También te puede interesar
Estrechamente
Margarita García Díaz
Salud y alegría
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Lo último