
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Pensar en Europa
La guerra es la forma que tiene Dios de enseñar geografía a los estadounidenses”. Esta frase contundente del gran Ambroise Bierce, veterano de la guerra de Secesión, es un manual sobre las carencias y el peligro de ese sumidero de la civilización que son los EEUU. Y para colmo, dicha por alguien que murió sin conocer ni la primera guerra mundial, que si hubiera visto lo que vino después... Como curiosidad, he aquí una muestra de las invasiones y golpes de estado que el país de las barras y estrellas directamente ha propiciado, alentado o en los que participado solo en el siglo XX: Cuba, Panamá, Haití, Rep. Dominicana, Chile, Granada, Argentina, Brasil, Honduras, Uruguay, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Nicaragua, Filipinas, Camboya, Vietnam, Corea, Laos, Indonesia, Pakistán, Líbano, China, Afganistán, Irán, Irak, Libia, Egipto, Somalia, Sudán, Angola, Congo y Ghana.
Es decir, que muchos afroamericanos y latinos del ejército estadounidense han podido conocer países de todo el mundo gracias a la voracidad del capitalismo salvaje del país al otro lado del Golfo de México. Porque, a pesar de lo que nos cuente Hollywood, pocos chicos blancos de bien han ido a esas guerras miserables.
Es llamativo que todos esos países, y aquellos otros a los que empiezan a mirar de reojo, o tienen petróleo por castigo, o metales preciosos o tierras raras (Ucrania, por ejemplo). Y ya se sabe que esas riquezas precisan de un guardián de la democracia, que si no se agrian. Y ahora, con sus ansias de matón de patio de colegio, también quieren tomar para sí, en nombre de “hagamos América grande de nuevo”, Groenlandia, Canadá, el canal de Panamá y hasta la Alhambra de Granada a poco que se les ponga a tiro. Y me imagino a muchos sesudos zampahamburguesas de Luisiana o de la Montana profunda asegurando que es que Groenlandia siempre ha sido una parte de Alaska, que se lo ha dicho su predicador en el sermón del domingo.
Lo curioso, lo más curioso de todo esto, es cómo les compramos los discursos, todos, sin rechistar. Así, nos alertan sobre el peligro que supone que Rusia o China expandan sus tentáculos vía bases militares por el extranjero (de ahí vino el bloqueo inmisericorde a Cuba, que aún sigue); lo que no nos dicen es que China tiene una base militar en el extranjero, Rusia 21 y los Estados Unidos la despreciable cantidad de... 750. Pura aritmética recreativa, oiga.
¿Y hay algo bueno en todo esto? Pues yo quiero pensar que sí. Todas estas actuaciones nos están mostrando que esa extrema voracidad del ultracapitalismo no lleva a una vida mejor salvo para sus directivos y a miseria y muerte para el resto del mundo. Lo peor es que no existe un moderador que limite ese poder. Y ahora ya casi no podemos hablar de un Estado privatizador, sino de una gran compañía que se ha adueñado de ese Estado. Y por acabar con otra frase, hago mía la de Catón el Censor, que iniciaba todos sus discursos con “Carthago delenda est (Cartago ha de ser destruida)”. Sustituyamos “Cartago” por... y quizás le hagamos un favor a la humanidad.
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