La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
No por esperable la victoria de Trump en las recientes elecciones para la presidencia de los Estados Unidos va a dejar de significar un profundo seísmo en las relaciones internacionales. Quiero centrar esta columna en los efectos globales porque las consecuencias domésticas son bastante bien conocidas: desmantelamiento de todo sistema de protección social a los más vulnerables, disminución de impuestos y relajación de toda norma, especialmente las medioambientales, a las grandes empresas y consolidación de una oligarquía extractiva que se situara por encima de la ley desmontando todo vestigio de Estado de derecho.
Especial preocupación tienen las consecuencias en el marco internacional de la futura segunda presidencia de Trump. Si pudiera sintetizarlo en una sola frase sería el desmantelamiento del ya extraordinariamente frágil sistema de gobernanza basado en marcos multilaterales inspirados en una serie de principios y normas recogidos en la Carta de las Naciones Unidas. Parece claro que se iniciara una etapa particularmente inestable en la que las relaciones internacionales no se basarán en reglas sino en el poder de la fuerza. En principio, personajes como Putin y Netanyahu que han contribuido a demoler los principios de convivencia pacífica celebrarán su victoria ya que indudablemente sin el primer mandato de Trump hubiera sido muy complicado que se hubiesen atrevido a iniciar sus desafíos. Pero lo cierto es que las futuras inestabilidades que se prevén terminarán tarde o temprano afectándoles. Todo parece indicar que China será la potencia más beneficiada. Frente al proceso de autodestrucción de los Estados Unidos como potencia global y previsible pérdida de influencia en su proceso de autoinmolación, sin duda China emergerá como gran potencia global con capacidad de imponer sus intereses y reglas.
Se avecinan malos tiempos en Oriente Medio con un Israel sin freno una vez rotos todos los equilibrios regionales. Malos tiempos también para Ucrania y la democracia en Europa en cuanto que todo parece indicar que será Putin el aliado natural de Trump.
En este contexto parece cada vez más urgente una redefinición del papel de la Unión Europea en el mundo reforzando su necesaria independencia estratégica y desarrollando mecanismos de coordinación en materia de defensa más efectivos y ambiciosos. Es un desafío mayúsculo cuando los grandes enemigos de la construcción europea no sólo están fuera sino dentro y ocupando cada vez más poder. Por otra parte, el momento no puede ser más delicado cuando los dos Gobiernos claves del motor de la UE, Alemania y Francia, atraviesan momentos de gran debilidad. No obstante, no parece que existan alternativas. La respuesta ante los retos de un nuevo mandato de Trump debe ser un reforzamiento y un mayor peso de Europa.
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