Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
El 4 de febrero de 1845 nacía el insigne algecireño Regino Martínez Basso en el entonces número 32 de la calle Sagasta, denominada popularmente calle Ancha, como ahora. En el mismo inmueble, el domingo 27 de enero de 1901, fallece el brillante violinista tras una larga enfermedad, después de haber aparcado su impresionante carrera académica y artística para cuidar a su anciana madre.
Su consagrado compañero Pablo Sarasate lo llamó maestro, y solo la humildad del algecireño le privó de una fama mundial como la que disfrutó aquel. Todo ello se puede leer en la edición del 2 de febrero de 1901 del semanario local El Último Telegrama, en el que se noticia el triste fallecimiento con glosa y relato de la vida de Regino. En la misma publicación, el propio José Román reivindica una calle para nuestro ilustre paisano y el Ayuntamiento, al poco, así lo acuerda, renombrando la propia donde nació y murió y donde se hallaba también el Teatro Principal, tablas sobre las que deslumbró. No estaría mal que siguiéramos el consejo, actualizado, y que otra de las calles señeras de la ciudad llevara el nombre del segundo genio algecireño, el de Paco de Lucía.
En tan histórico inmueble, antes la confitería La Palma Real, con mucho amor a su ciudad y muy buen gusto, y con un importante esfuerzo en todos los sentidos, abrió Inma la taberna El Violinista. Una verdadera aventura en una calle donde los históricos Cabsys, Okay, Librería Belmonte y otros muchísimos más, así como otros negocios más modernos como McDonald’s, Zara o similares, han ido echando el cierre para siempre.
Además de muy buen servicio, siempre ha organizado El Violinista actividades de diversa índole para dinamizar la ciudad, en cualquier época y por el motivo que fuese, siempre también dispuesta Inma a ayudar a quien lo pidiese, a pesar de las dificultades, de los precios, de la crisis, del abandono del algecireño del centro de su ciudad. El negocio, con su corta vida, ya era una referencia en esta ciudad. Pero parece que tanto sacrificio desgraciadamente no ha valido, y salvo cambio de decisión de última hora, también El Violinista cierra, y con ello la calle Ancha ahondará la tristeza de su atmósfera otro mes de enero, como aquel de 1901. Otra puerta cerrada, y menos vida en el corazón de la ciudad.
Sirva este pequeño espacio par reconocer a todos aquellos que como Inma ponen toda su ilusión y medios en mejorar un poco esta ciudad, abriendo comercios y negocios, a pesar de las muchas trabas burocráticas. Más aún cuando lo que nos viene es una subida de tasas e impuestos municipales, como la de apertura y de terrazas, entre otras muchas, para salvar la enorme deuda municipal, pero que en nada ayudará al ciudadano y al emprendedor. Hasta el día que nadie pueda pagarlas.
También te puede interesar
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Cambio de sentido
Carmen Camacho
La ley del deseo
Contraquerencia
Gloria Sánchez-Grande
Los frutos carnosos y otras burocracias de Tosantos
La ciudad y los días
Carlos Colón
El Gran Hedor
Lo último