Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Las claves
VOX saca pecho presentando como su ruptura de los Gobiernos de coalición con el PP como una censura en toda regla a las políticas de un Feijóo que, según Abascal, le baila el agua a Pedro Sánchez. El presidente de Vox, en su comparecencia sin preguntas, hizo una descripción del Gobierno de Pedro Sánchez que probablemente coincidirían con la de gran parte de españoles. El problema es que por mucho que Abascal se empeñe en querer demostrar lo contrario, Feijóo no es Pedro Sánchez, no es colaborador necesario de las políticas de Pedro Sánchez, ni aprueba las políticas d Sánchez sobre inmigración. Las escasas ocasiones en las que ha apoyado al presidente de Gobierno ha sido en cuestiones de Estado o, como ocurre ahora, por solidaridad con menores inmigrantes.
El discurso de Santiago Abascal, casi idéntico al que pronunció ante el comité de dirección, según uno de los asistentes, fue similar al que defiende Marine Le Pen, con un punto en el que debían centrarse todas las políticas, la inmigración. Motivo de todos los males de Francia, sobre todo la delincuencia y la decadencia de las políticas sociales por el coste de ofrecer servicios básicos a los inmigrantes.
No hubo voces discrepantes en la reunión de la dirección, aunque la tardanza en comparecer Abascal, más de hora y media de retraso, hizo pensar que encontró reticencias. Sí se produjeron silencios porque en Vox no se discute al líder. Meses atrás, quienes no compartían sus criterios, sus decisiones, sus doctrinas, se han ido.
Los Gobiernos de coalición han funcionado con normalidad entre los dos partidos, incluso con buena relación entre los consejeros de PP y Vox, excepto en Castilla y León. El vicepresidente de su Gobierno, Juan García Gallardo, de Vox, no quiso asumir ninguna consejería, se conformaba con la vicepresidencia, y desde el primer momento tanto sus compañeros del PP, como también los de Vox -era vox populi en Valladolid- advirtieron su desgana para tomar decisiones de Gobierno. Sin ninguna responsabilidad concreta, se dedicó a preparar polémicas intervenciones parlamentarias que crearon tensiones -las únicas de cierta entidad- en los Gobiernos de coalición de PP y Vox. Gallardo ha sido de los primeros altos cargos de Vox que anunciaba que abandonaba el Gobierno. Sensu contrario, el único consejero de Vox en Extremadura, declaraba su disposición a continuar. Desde el anuncio de Abascal, el goteo de cargos de Vox de segundo nivel que pedían mantenerse en los Gobiernos ha sido constante.
Sin duda, en unos casos porque de no continuar se quedaban sin trabajo o sin un trabajo de relevancia, pero también los hay por compromiso con la ciudadanía. Para Vox no es buena noticia que parte de su gente haya pedido continuar, porque se trata de un partido en el que son escasas las personas con experiencia de Gobierno, no es ningún secreto que han tenido dificultades para completar listas por falta de personas con una mínima entidad.
La crisis entre los dos partidos se inició con tintes preocupantes tras el resultado de las elecciones francesas, cuando Reagrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen que todos los sondeos daban como ganador en la segunda vuelta después de haber arrasado en la primera, aunque sin la seguridad de que alcanzar la mayoría absoluta que le permitiría gobernar, quedó en tercera posición, por detrás de la izquierda y del partido de Macron.
En Vox empezaron a inquietarse, porque ellos mismos tuvieron peor resultado del esperado en las europeas por la aparición del partido Se Acabó la Fiesta, creado por un controvertido personaje, Alvise, que se movía en el espacio de la extrema derecha, sin más soporte que las redes sociales. Logró los votos de centenares de miles de votantes -gran parte de ellos procedentes de Vox- con noticias que le llevaron a tener problemas con la Justicia por su insistencia en los bulos, la mentira, las injurias y campañas contra personajes, partidos y organismos que, sabía, eran carne de cañón para llamar la atención e incrementar su número de seguidores. Alvise consiguió tres eurodiputados y, en buena parte, consiguió, sin saberlo, sentar las bases para la ruptura de los Gobiernos regionales de coalición PP-Vox.
Los nervios invadieron la sede de la calle Bambú y los estrategas de Vox llegaron a la conclusión de que gobernar con el PP les perjudicaba. Iniciaron una campaña de ataques al PP y a Feijóo acusándoles de apoyar las leyes más controvertidas del Gobierno y hacer el juego a Pedro Sánchez, y retomaron el lema de “derechita cobarde” y de presentar a Feijóo como un dirigente sin empuje. De ahí pasaron a plantear públicamente la posibilidad de romper las coaliciones regionales si el PP aceptaba la aceptación de menas, menores extranjeros no acompañados, en esos Gobiernos.
Canarias, Ceuta y Melilla sufren este año, más que nuca, una llegada masiva de cayucos con miles de inmigrantes ilegales. El Gobierno central pidió un esfuerzo de solidaridad a los Gobiernos autonómicos, y el PP dio un paso adelante, lo que indignó a Vox que contraponía la decisión de Cataluña, que se negó a admitir a los menores. Tras una reunión sobre el problema migratoria celebrada en Tenerife, PP se responsabilizo de que sus Gobiernos atendieran entre 15 y 30 menas. Vox lo consideró inaceptable y advirtió al PP que rompía los Gobiernos de coalición.
Todo ello sin contactar la dirección de Vox con sus dirigentes en los Gobiernos de coalición, todo se “coció” en la sede nacional de Bambú. Los que gobernaban no tuvieron más noticias que las que les llegaba a través de los medios de comunicación y, el miércoles pasado, el anuncio de la dirección de Vox de que Abascal se reuniría esa tarde con los vicepresidentes del partido para acordar la ruptura fue un auténtico shock. Muchos de ellos reconocían abiertamente el desacuerdo con la dirección nacional.
Desde Valladolid, explicaba que a Castilla y León les habían adjudicado 21 menores… a repartir entre nueve provincias. Un dato muy gráfico que explica la incomodidad de personas de Vox, o cercanas a Vox, que trabajan, o trabajaban, en los Gobiernos de coalición. En la sede del PP, cuanto más amenazaba Vox con la ruptura de los Gobiernos, más claro era el mensaje que transmitían Feijóo y su equipo: no aceptaban amenazas ni chantajes. Feijóo llegó a decir que él no era como Pedro Sánchez, que se sometía al chantaje de los independentistas catalanes.
El futuro no está claro. Los cercanos a Santiago Abascal creen que han dado el golpe necesario para que Vox resurja de una stuación profundamente incómoda, porque después de tocar con los dedos los resultados del PP, desde que Feijóo se hizo cargo del partido Vox está en declive y ha perdiso además a algunos de sus mejores. Para el PP es bueno porque no despega de Vox y hace menos creíbles las acusaciones del sanchismo de que su partido complementa a Vox y forma parte de la ultraderecha. En cuando a los Gobiernos regionales, hasta ahora de coalición, serán más inestables, pero sus presidentes saben que está lejano el riesgo de que Vox apoye mociones del PSOE para desalojar al PP. Si lo hacen, Vox se extinguirá y el PP se dispararía en votos.
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