El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
el mástil
LA disciplina es otro de los problemas más frecuentes. La conflictividad en las aulas, las faltas de respeto al profesorado y a los otros miembros de la comunidad educativa, que incluso llegan a las agresiones. Hablamos de clases masificadas, en las que resulta difícil adoptar una metodología que responda a la diversidad del alumnado, a sus necesidades, a sus intereses, a sus ritmos. Esto se resuelve -no siempre- con clases de apoyo, agrupamientos flexibles, adaptaciones curriculares,… medidas que requieren de un esfuerzo organizativo, una gran implicación del profesorado y la buena aceptación entre los chicos.
Esto es otra evidencia. Algo que nos lleva a comprobar, por otro lado, que nuestra sociedad es hoy mucho más compleja que la de hace sólo unas décadas. Heterogeneidad y un cambio tremendo en las relaciones entre padres e hijos, que pasaron de una obediencia absoluta -en muchos casos basada en la violencia y los castigos físicos- a una situación opuesta en la que a los niños se les consienten y justifican todo tipo de actuaciones, desde un falso concepto de las libertades, quizá como respuesta a la falta de las mismas del pasado. De las dos tortas a la moto, en una sola generación.
Todo apunta, sin embargo, a que hoy ya se han superado estas situaciones y el clima que se respira en los centros es mucho mejor. Pero no podemos olvidar que cada escuela pública es un universo en pequeño, un mundo que refleja -fielmente- lo que existe en nuestras casas, en nuestras calles. Una fotocopia de la colectividad, con sus éxitos y sus errores.
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