Waterloo

Así de soslayo escuché a una persona decir que todos los políticos eran iguales. Como no iba conmigo, me hice la distraída del tema que se hablaba con cierta vehemencia. El caso es que últimamente el pueblo español vive con preocupación el estado de nuestra gobernanza.

Cuando llegué a casa olvidé el asunto aunque después de un tiempo me puse a pensar en él. Decir que todos los políticos son iguales es una afirmación algo desafortunada, e incluso pueril y atrevida, pero también hay que comprender que dados los acontecimientos que vivimos la gente piense así. Pero este pensamiento nos llevaría a replantearnos las elecciones, pues para qué elegir a alguien si sería igual al que no hemos votado. Esta aseveración que tuve ocasión de escuchar es tan decepcionante como real, pero además creo que viendo las actitudes hay muchas personas que piensan así.

Realmente para las próximas elecciones de 2027 lo mejor es hacer un viajecito a Waterloo para saber qué piensa Puigdemont, que es quien en realidad gobierna, y de paso pedirle que haga algo por la España de la que se quiere separar. Pensándolo bien esto es una incongruencia, un mal sueño o una tomadura de pelo. Mas no, amigos lectores esto es una realidad.

Si ustedes piensan o quieren viajar a Waterloo, no estaría nada mal acercarse a nuestra conocida Bélgica donde se cuecen todos los guisos europeos. Sobre todo si eligen la primavera para huir del frío y de alguna que otra nevada. Al fin y al cabo, Waterloo fue una muy sonada batalla de una alianza europea contra el poderoso Napoleón Bonaparte, que desde su Córcega natal se lanzó a conquistar Europa. Allí se perdieron muchos hombres y se evidenció su declive.

Y años atrás el conocido grupo musical ABBA escribió una canción con este título en la que vence el amor ante el narrador.

¿Quién ganará y quién perderá esta vez en Waterloo? Yo no me aventuro a dar nombres ni a vaticinar nada. Pero tal y como está el panorama mundial, cualquier cosa puede pasar. Y por muy descabellada que sea puede hacerse realidad. Eso sí, dejemos claro que todos los políticos no son iguales. Y si no, vayan y pregúntenselo a Puigdemont, que de juegos políticos sabe bastante, aunque la cosa la tiene fácil pues el rival es dócil, al menos en apariencia.

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