Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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El debate sobre el estado de Andalucía, celebrado el pasado miércoles en el Parlamento, volvió a demostrar que la sanidad es el mayor dolor de cabeza del Gobierno que preside Juanma Moreno y, junto con la vivienda, el sector en el que es urgente demostrar una iniciativa política y una calidad de gestión que está muy lejos de tener. En ese sentido, la sesión parlamentaria fue una reedición de las de los últimos años. Es de agradecer que Moreno, en su exposición inicial, no intente escurrir el bulto y dé a su intervención un cierto tono autocrítico, que desaparece, sin embargo, cuando más tarde polemiza con la oposición. Tampoco es infrecuente que el presidente aproveche la tribuna para asumir un compromiso que luego el paso del tiempo diluye. En esta ocasión ha sido la promesa de garantizar una cita con el médico de familia en el plazo de 72 horas tras la petición del usuario. Los próximos meses dirán si esa media, que ciertamente supondría un alivio evidente en la Atención Primaria, es algo más que un brindis al sol o una operación de propaganda. La realidad de cada día es que la sanidad pública andaluza, como la de la mayoría de las comunidades autónomas, es un inmenso monstruo administrativo que devora presupuestos y gestores –tres consejeros de Salud desde que el PP llegó al poder hace seis años– sin que ello sirva para encauzar la solución de los muchos problemas que arrastra. Juanma Moreno sabe que la calidad de la asistencia sanitaria, y la lectura que los ciudadanos hacen de esta circunstancia, se traducen en resultados electorales. Andalucía puede presumir con datos de la evolución de muchos de sus indicadores. Pero en sanidad ni tan siquiera roza el aprobado, sin que la Junta parezca capaz de encontrar el camino.
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