Una incursión que busca una negociación justa

Editorial

17 de agosto 2024 - 03:05

Por primera vez desde 1941, un ejército extranjero ha invadido territorio ruso, con la diferencia añadida de que Moscú es ahora una potencia nuclear. Tal es la magnitud de la iniciativa que se ha marcado el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, al ordenar la incursión de tropas en las regiones fronterizas de Kursk y Belgorod, donde han tomado medio centenar de aldeas. Nos encontramos ante una doble estrategia militar y política con la que Zelenski ha recuperado la iniciativa bélica para negar que estuviera perdiendo la guerra después de la contraofensiva fallida del pasado año y, por otra parte, aliviar la presión rusa sobre la parte oriental de Ucrania, ya que Moscú se ha visto obligado a desplazar tropas y recursos hacia la región de Kursk. La incursión cuenta con el apoyo de la OTAN y de los países europeos, que ya en junio cambiaron de opinión sobre futuros ataques al otro lado de la frontera si eso servía para neutralizar las fuerzas con las que Rusia acosaba a Ucrania. Las unidades ucranianas no han ocultado el uso de vehículos blindados aportados por la OTAN ni el de los dispositivos Himars cedidos por Estados Unidos en su entrada en Rusia. Aunque la iniciativa ha revelado un nuevo error de los servicios de Inteligencia rusos y ha mostrado otro flanco débil de la potencia nuclear, se espera una respuesta contundente de Putin que pondrá a prueba la solidez de la estrategia de Zelenski. Lo que sí parece claro es que la invasión de este territorio intenta situar a Ucrania en una mejor posición de partida ante una futura mesa de negociación, donde no sólo Rusia podrá imponer el intercambio de paz por territorios. Dos años después de la invasión rusa, la guerra había llegado a una situación de empantanamiento, en la que Ucrania no era capaz de recuperar más terreno y Rusia avanzaba, aunque lentamente, sobre nuevas aldeas. La incursión de Kursk parece un punto de inflexión para lograr una negociación justa.

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