
La tribuna
Manuel Gregorio González
Ortega deshumanizado
La tribuna
Los resultados de las elecciones celebradas en Cataluña el pasado día 12 han servido para constatar una curiosa coincidencia en medios de comunicación de muy diversa orientación. Muchos de ellos ponen el acento en la severa derrota del independentismo que ha quedado muy lejos de la mayoría absoluta de la que venía gozando desde hace años, subrayando otros el final del denominado procés y el inicio de una nueva etapa en la política catalana.
La primera consideración que me parece obligada a la vista de los resultados es que ha quedado confirmado en las urnas que la política de diálogo y apaciguamiento llevada a cabo desde 2019 por los gobiernos de Pedro Sánchez, encarnada en Cataluña por Salvador Illa, ha tenido unas consecuencias mucho más deseables que la de judicialización y mano dura aplicada por el Gobierno de M. Rajoy. El PP fue incapaz de evitar la celebración del referéndum y condujo a una crispación y radicalización de la política en Cataluña que hoy podemos por fin dar por superadas. Tantos ríos de tinta vertidos contra una gran parte del pueblo catalán, tanta declaración grandilocuente contra los líderes del procés, no sirvieron sino para engordar el sentimiento de agravio en una gran parte de esa sociedad que, años después, ha apostado claramente por la convivencia, el sosiego y el respeto que le ha ofrecido el PSC-PSOE.
La segunda reflexión que me parece oportuna es que frente al relato agorero y catastrofista de la derecha sobre el “España se rompe” hoy debería de reconocerse que Cataluña está mucho más cerca de sentirse cómoda en su relación con el resto de España. Nadie, salvo algunos pocos radicales, habla ya del “Estado opresor”, sino que ahora se habla de cómo mejorar su financiación, sus infraestructuras o su política lingüística. España no sólo no se ha roto, sino que hoy la inmensa mayoría del pueblo español tiene mucha menos preocupación e incertidumbre sobre su futura unidad como Estado, ésa es la verdad. Seguramente hay ahora mucha gente que, a pesar de no gustarle nada la amnistía para un personaje tan poco de fiar como Puigdemont, entiende que es un mal menor no tan absolutamente rechazable como cuando fue anunciada, porque está mereciendo la pena.
Siendo esto así, resulta difícil de comprender por qué el PP, la extrema derecha y los medios de comunicación afines se empeñan en presentar la nueva situación como una amenaza para la unidad de España, al construir un relato ficticio sobre el apoyo del PSC-PSOE a la investidura de Puigdemont. Es el propio Feijóo quien ha asegurado que Pedro Sánchez va a entregar la cabeza de Illa/Bautista para hacer president de la Generalitat a quien ha sido segundo en las elecciones, porque supuestamente ello le garantizará estabilidad en lo que falta de legislatura en España.
Es muy curiosa esta forma de hacer política del PP, similar en todo a la de los mercados de futuros en muchos productos, como el aceite de oliva. Se genera un relato inventado, basado en meras suposiciones de acciones futuras imposibles de desmentir hasta que no sucedan, para hacer calar en la mente de la población el miedo y rechazo a ese futuro inventado. Es el mismo juego de “se rompe España”. En este caso, a ese juego contribuye encantado un Puigdemont que debería en buena lógica estar amortizado, pero que construye el relato imposible e inverosímil de que un Salvador Illa que ha ganado por primera vez las elecciones en Cataluña con mayoría de votos y escaños, que ha conseguido dejar al independentismo reducido a mínimos históricos, le va a entregar la Presidencia de la Generalitat al causante directo de esa misma etapa estéril, crispada e ineficaz de la vida política catalana.
Feijóo ha dicho algo más, preparando ya el relato de la España rota, hundida y humillada a la que pretende salvar en las Elecciones al Parlamento Europeo, y respondiendo a esa misma política virtual y tramposa con la que quiere arañar votos de todas partes. Dice que “el procés no está muerto, porque le conviene al señor Sánchez que no muera”, cuando todo apunta precisamente a lo contrario, dado que es Pedro Sánchez y el PSOE el gran favorecido por los resultados de Cataluña. Es a Feijóo a quien le interesaría que el conflicto catalán se mantuviera con los niveles de crispación y división que tuvo en tiempos de M. Rajoy, porque eso le permitiría sostener el miedo y la incertidumbre sobre la unidad de España que tantos réditos electorales les proporcionaron en las elecciones de 2023.
Los datos apuntan en sentido contrario, pero nada importa: si la economía española va mejor que en los últimos 15 o 16 años, no importa; si Cataluña hoy es mucho más constitucionalista y menos independentista, no importa. La realidad no importa: lo único que importa es machacar una y otra vez el mismo discurso para mantener el mismo relato. España y Cataluña están mejor, pero no importa: la derecha a lo suyo.
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