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El chiismo duodecimano saca músculo. Ha recibido el oxígeno que buscaba gracias al enfrentamiento Israel-Gaza. Con el apoyo a la causa palestina y la financiación de Hezbolá y, en menor medida, Hamás, ha recuperado buena parte de las simpatías perdidas entre las sociedades islámicas del mundo.
Los chiitas no son más de un 12% de la totalidad de los musulmanes de la tierra, aunque tienen un marcado carácter expansionista. Los sunníes tradicionalmente los consideran unos "desviados". Tanto es así que países como Marruecos han expulsado ya, en los últimos años, a una docena de misioneros iraníes enviados por los ayatolas a predicar en Rabat y Tánger esta esotérica versión del islam.
El chiismo imamí es especialmente repudiado en Marruecos, no ya por sus continuas injerencias en la espiritualidad local (el Rey Mohammed VI es el príncipe de los creyentes), sino sobre todo porque Teherán apoya al Frente Polisario, mantiene estrechos vínculos diplomáticos y políticos con Argel y ha desplegado fuerzas terrestres en Mauritania. Con estas inquietantes estrategias pretenden extender su visión del mundo al Magreb. Pero Rabat seguirá ofreciendo resistencia por varias razones: el chiismo no reconoce la autoridad religiosa de Mohammed VI; el chiismo, para el islam malikí de Marruecos, es herético y extremista; apoya al Polisario, y es el primer enemigo de Israel, estado que Marruecos acaba de reconocer y con el que ha restablecido relaciones diplomáticas (en 2020).
La pregunta ahora es si, así las cosas, tiene Irán alguna posibilidad de maniobra para la hercúlea tarea de impedir el tráfico marítimo en el Estrecho de Gibraltar. La respuesta es no. Ni las milicias de Hezbolá ni la simbólica Guardia Revolucionaria desplegada en Mauritania, que son los efectivos militares iraníes más próximos al Estrecho, cuentan con esa capacidad ni con la posición adecuada.
Por otra parte, Europa no puede tolerar la interrupción del 80% de sus importaciones marítimas de petróleo y gas, que pasan por el Estrecho. Y Marruecos, con sus bases estadounidenses, se convertiría en el enclave perfecto para repeler cualquier intento iraní de bloqueo del tránsito del Estrecho.
Irán estaba empezando a ser redimido por la umma (la mítica gran comunidad de los musulmanes del mundo) gracias a su apoyo a la causa de Gaza. Sin embargo, movimientos geoestratégicos como el de pretender convertirse en dueño del Mediterráneo (controlando el tráfico del Mar Rojo y el del Estrecho de Gibraltar) podría llevar nuevamente al régimen de los ayatolas al más duro de los aislamientos y, peor aún, incluso a su extinción.
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