Ultimátum a Londres

El ministro Albares ha dado un paso importante al emplazar a Londres a firmar un acuerdo en torno a Gibraltar sobre la base de la propuesta de la Comisión Europea

El Peñón de Gibraltar.
El Peñón de Gibraltar. / A.C.G

13 de noviembre 2022 - 03:00

La novena ronda de negociación entre la Comisión Europea y Reino Unido sobre Gibraltar –más específicamente, sobre la vinculación que tras el Brexit tendrá la colonia británica con la UE y, particularmente, con el Campo de Gibraltar– ha concluido con los mismos avances que las tres o cuatro reuniones anteriores: ninguno. Recapitulando: la supresión de los controles aduaneros en la Verja para la creación de la ya famosa área de prosperidad compartida comportaría que las fronteras exteriores europeas se trasladasen al puerto y aeropuerto de la roca. En el quién y cómo se ejerce el control de esos estratégicos puntos de naturaleza y titularidad militar está la gran discrepancia.

Gibraltar no puede ser ni una excepción ni sentar un precedente

Para la UE, la protección de sus fronteras es una cuestión capital que en absoluto se puede dejar en manos de terceros. Y Gibraltar no puede ser ni una excepción ni sentar un precedente. En el tan traído y llevado preacuerdo de la Nochevieja de 2020 se preveía que durante un periodo de transición, Frontex (la agencia europea de fronteras) prestase apoyo a esas tareas de vigilancia, pero no que lo fuera a hacer con carácter exclusivo ni mucho menos al margen de las autoridades de España. Es a nuestro país al que, por su vecindad con Gibraltar, le corresponde ese control.

Si con el paso de los meses y de los años se ha venido a imponer el relato llanito, compartido por sus fieles acólitos mediáticos, de que Frontex deberá ejercer funciones en solitario y de forma perenne –poco menos que como cascos azules en un territorio indígena– es por mérito de la propaganda británica y por demérito de quienes debieran contrarrestarla.

Nuevo Gobierno

¿Tienen más peso en el nuevo Gobierno de Rishi Sunak los sectores más duros o los más europeístas, si es que hay alguno? Declaraciones como las del ministro de Fuerzas Armadas, James Heappey -en presencia de Picardo y durante la celebración el 1 de noviembre en Londres de la fiesta anual de Gibraltar- mostrando el compromiso del nuevo Ejecutivo con la soberanía británica del Peñón fue un botón de muestra de cuáles son sus prioridades.

No estaría de más que Exteriores y el resto del Gobierno se desprendieran de vez en cuando de las cautelas diplomáticas

No estaría de más que el Ministerio Asuntos Exteriores y el resto del Gobierno se desprendieran de vez en cuando de las cautelas diplomáticas que, por lo general, exhiben en todo lo tocante a Gibraltar –sin salirse del guion de las buenas relaciones bilaterales– y exponer sus argumentos, con contundencia pero sin beligerancia, si no quiere que acabe imponiéndose como una lluvia fina la tesis victimista de Gibraltar. Ya se sabe: un pequeño y olvidado territorio de ultramar al que quieren rendir y que, pese a haberse opuesto al Brexit, sufre como nadie sus consecuencias sin que se le ofrezca una alternativa digna.

Por eso fue importante que el ministro José Manuel Albares emplazase esta semana a Londres a firmar un acuerdo, sobre la base de la propuesta de la CE. Fue un mensaje que no tuvo la forma de un ultimátum, pero cabe interpretarlo como tal. “Ahora le toca a Reino Unido terminar el diálogo con la Comisión Europea”, señaló el titular de Exteriores, situando así en el tejado británico la responsabilidad de un posible Gibrexit duro, es decir, una Verja que en la práctica sea un paso fronterizo para las personas y las mercancías con todas las consecuencias.

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