Literatura de artículos

La tribuna

10280407 2025-01-04
Literatura de artículos

04 de enero 2025 - 03:05

La escritura es una necesidad que germina con el estudio y la búsqueda. Literalmente, desde la Antigüedad, Poesía es todo artilugio fruto de esa necesidad, cosa distinta es el medio empleado; verso, cuento, novela, ensayo, todo es lo mismo, el reflejo canalizado de ese pensamiento que constituye a la poeta, al escritor, se llama Literatura. No creo en la profesionalidad, cuidado; creo y deseo cobrar por lo que hago pero no aprender a cobrar: por mucho que digan, el mercado determina, y ya sabe usted su camino, profesional (admirado, repito, pero sin compartir nada con esa visión).

Hay Literatura sin pensamiento, no lo duden. Hay mucho más pensamiento sin Literatura, no lo olviden, porque ése es el cuerpo de los lectores. Cuando observo mi trabajo con las Letras, no me encuentro aplicando categorías creativas distintas, ni siquiera géneros, lo que quiero decir lo expreso como mejor creo que se amplía la intención comunicativa, no hay vía ni mejor ni peor sino la adecuada.

Tengo claro que no soy periodista, como tampoco soy filólogo, ni un erudito de rara especie en ningún ámbito. Pero escribo artículos y pongo en marcha mis lecciones sumadas, mi experiencia y también mis conversaciones y sentimientos; nunca he servido para acumular datos, mi memoria es traidora, pero se me ha dado bien interpretar textos y relacionar ideas. Cuando escribo estos artículos me entrego desnudo y, a la vez, pongo en marcha las mismas artimañas retóricas útiles que en otros casos, para que esos textos tengan los mismos méritos literarios que un sonetillo, un relato intenso o una historia sostenida en capítulos.

Yo no veo literario el artículo, prefiero pensar en una Literatura articulista, y me gusta la saga del lejano Feijoo y de algunos románticos, tópicos, y Azorín, Unamuno, Ortega; para quedar bien hay que citar de antaño a González Ruano y a Julio Camba, que dan pátina de raro; de hogaño Antonio Carvajal y Muñoz Rojas cuando se ponen a ensayar me encantan; el Muñoz Molina más completo me parece el articulista; Umbral, hasta Gala y Cela (qué poco me gusta la escritura de Pemán, por cierto, siempre con ese rasgo moralista que ha heredado De Prada, ampuloso sin motivo); no pretendo agotar ni señalar influencias, sino constatar que existen estos autores quienes a través del artículo continúan su obra de pensamiento y duda, su pensamiento, más allá de coincidencias ideológicas o no.

¿Por qué habría de prescindir uno de la belleza para describir la corrupción política, verbigracia? ¿Qué necesidad de escribir feo pudiendo hacerlo hermosamente? La coherencia intelectual (antes se llamaba compromiso, hoy no... por no comprometer), discurre por toda la obra de un autor y sus maneras deben hacerlo también; Unamuno es Unamuno por activa y por pasiva, su verso, su prosa, su ensayo, sus inquietudes... Haré el razonamiento a la inversa: si no fuera así no sería un clásico, la literatura de artículo es formalmente bella además de efectiva, no hace más que mostrar la visión de la pensadora, del intelectual sobre algo de lo que ni siquiera técnicamente ha de estar informado como el que más, el intelecto lanza la mirada y a veces atisba el camino sin saber el cómo, eso es trabajo de otros, porque la Razón es un órgano colectivo en el que todos tienen la verdad para que ninguno la posea, la verdad es un color, parcial, particular e intransferible, porque sólo desde la propia vida se ve: ese artículo iluminador es un ápice de la grandeza humanística, nada más, un atisbo, un tiento, un ensayo. Este artefacto debe estimular la inteligencia, ésa es su función principal, no dar la idea hecha.

Es terrible confundir el artículo de un escritor con la investigación, o confundir la investigación con la mera opinión (a veces sin base sólida). Son cosas distintas, aunque se pueden entreverar por medio de mixturas legítimas. Lamentablemente, parece que la opinión hoy no busca estimular sino sustituir al pensamiento. El pensamiento de verdad no busca soluciones, que no tiene, eso es hipocresía o mentira. Por contra, trata de mostrar abiertamente las cartas marcadas con que construye su edificio, con un tono escéptico presente hasta en las verdades grandes: grandes confesiones de lo fugaz y limitado de la existencia y sus conceptos, la consciencia, caduca con el tiempo que a cada cual nos toca vivir.

La literatura canalizada en el artículo es una piedra de toque para el autor, los límites de su coherencia, digo, quedan maravillosamente expuestos: cuántos de nuestros “clásicos” actuales, hasta académicos, se nos caen de las manos agavillados entre ideas banales, ecos de la mayoría o epatantes ingeniosidades encaminadas a resaltar sus nombres, cuánto novelista sagaz buen constructor revela no tener nada detrás, cuánta poeta que parece no haberse perdido ningún libro resulta en un artículo no haber aprovechado nada...

El artículo tiene algo de conversación infinita, como si al escribirlo se pudiera charlar con esa entelequia del público que o no existe (mi caso) o no conocemos, animosamente y con buena disposición en una terraza ideal para un encuentro sin límite. El arte de conversar, de tener interés en lo dicho y saber escuchar (tan importante en la voz escrita, pensada para escuchar al lector), es una buena parodia de la literatura articulística; hay con quienes el tiempo es ganado y debería ser una necesidad colmada, y con quienes, si se puede, y por salud, mejor no coincidir. Las grandes, los más emulados suelen tener esa habilidad, ese magnetismo de la palabra en su vida propia que se traslada a ese diálogo sin fin de la Letra impresa; no serán los más eruditos, ése es otro negociado, pero su voz es la antesala de un poema, un cuento, una novela, un ensayo o un artículo.

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