Rafael Belmonte

Mutuas y sociedad civil

La tribuna

7566708 2024-07-05
Mutuas y sociedad civil

05 de julio 2024 - 03:06

La embestida de Sumar contras las mutualidades no es sino una derivada más de los asientos colectivistas y antidemocráticos en los que reposa toda su ideología. La idea de que la sociedad debe construirse de abajo arriba a través de las relaciones, los acuerdos y las asociaciones libres entre personas idénticas en derechos es una de las características esenciales de la democracia, si no la fundamental de todas. Por ello todos los pensadores que pusieron las bases teóricas de las libertades públicas, desde Locke hasta Tocqueville, incidieron en el papel crucial de la sociedad civil en la organización política.

Decía Tocqueville que un individuo por sí mismo es pequeño e impotente para criticar a una autoridad respaldada por el presupuesto público y la mayoría electoral. Sin embargo, muchos individuos agrupados entre sí tienen bastante más fuerza y credibilidad para elevar su voz y hacerse oír. Sin embargo, esa función de crítica a los poderes públicos es sólo una de las formas a través de las cuales la sociedad civil ejerce su función de contrapoder. Otra forma, y no menos importante, es la de preservar para los individuos espacios propios de actuación, que evitan la extensión de los tentáculos del Estado en todas las parcelas de la sociedad. Porque un Estado que interviene en todo, y en el que el individuo depende de los poderes públicos para todo, es un Estado con las bases puestas para la sustitución de la democracia por la dictadura.

En el fondo, la diferencia entre dictadura y democracia no es otra que la que hay entre una sociedad ordenada de arriba abajo y otra que se organiza de abajo arriba. Por izquierda y por derecha, si algo caracteriza a la inclinación autoritaria es su pretensión de hacer tan grande el espacio de la intervención pública como minúsculo el de los individuos y la asociación civil. Y por eso, en lo que se han afanado todas las dictaduras, comunistas y fascistas, es en destruir cualquier forma de reunión y colaboración libre entre individuos que pudiera hacer a la sociedad menos dependiente del Estado. Las democracias son horizontales, y aspiran a serlo cada vez más, mientras que las dictaduras son verticales, y aspiran a serlo cada vez más.

Si hay una organización que representa el espíritu del asociacionismo, la horizontalidad de las relaciones entre iguales y la democracia construida de abajo arriba, esa es la mutualidad. Las mutuas son entidades sin ánimo de lucro constituidas bajo los principios de solidaridad y ayuda mutua. Nacieron a mediados del siglo XVIII en Inglaterra fruto de la iniciativa de pequeños grupos de personas que adquirieron el compromiso de soportar en común los gastos por enfermedad o entierro de sus miembros. No es ninguna casualidad que se originaran en ese país y en ese momento, que coincide con el desarrollo y despliegue de las ideas liberales. Y no lo es porque las mutualidades fueron la expresión exacta de una sociedad que aspiraba a autogobernarse y a subvertir la dinámica vertical del poder absolutista ejercido de arriba abajo.

En España, las mutualidades han sido un pilar fundamental del sistema actual de Seguridad Social implantado en 1978 con la llegada de la democracia. Pues bien, este otro gran consenso de la Transición, uno más, también empieza a estar amenazado: Yolanda Díaz y los ideólogos de Sumar han decidido declararle la guerra. Y, bien pensado, es natural que lo hagan, porque ellos no creen en el asociacionismo, ni en las relaciones horizontales de la sociedad civil, ni en la colaboración público-privada. Ellos solo creen en el Estado vertical, gestionado de arriba abajo, y en la intervención pública total y absoluta, aunque solo genere listas de espera, colapso sanitario, despilfarro público, despotismo político y finalmente corrupción.

La que es Ministra del Gobierno de España se ha atrevido nada menos que a acusar de fraude a las mutuas de la Seguridad Social. Lo ha hecho sin aportar ninguna prueba y en contra de los informes de la Intervención General de la Seguridad Social y del Tribunal de Cuentas, a cuya fiscalización estas organizaciones responden. Sin embargo, ya nada puede extrañarnos de este Ejecutivo que carga contra las instituciones privadas con las que por ley debe colaborar y a las que de hecho tiene la responsabilidad de supervisar. No, no puede extrañarnos, porque lo hemos visto hacer cosas peores, como poner en almoneda la soberanía nacional a cambio de un puñado de votos, y porque, como decía antes, para este Gobierno en la esfera pública no debe haber sitio para la iniciativa privada.

Y, sin embargo, lo que habría que objetar a la señora Díaz es que si algo genera corrupción, iniquidades, sometimiento y desprotección de los individuos es el intervencionismo público desmesurado y la erradicación del espacio civil de las asociaciones, el cooperativismo y la libertad de organización y autogobierno de los individuos. Proteger a las mutuas es proteger la democracia y los derechos sociales y defender uno de los consensos básicos de nuestra Transición. Algunos no se enteran, o no quieren enterarse, de que el tiempo histórico del comunismo ya pasó en Europa, y fue una pesadilla para todos los que lo sufrieron. En el PP estamos con las mutuas, con el cooperativismo, con el emprendimiento social, con la libertad de asociación y con la democracia. Y pensamos que no solo son compatibles sino estrictamente necesarias para la protección de los derechos sociales.

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