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Calzados 'barefoot': "Los propios zapatos son los que deforman el pie"
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No todas las barrigas redondas son iguales, pero sí que todas tienen una cosa en común: los malos hábitos como principal razón de ese estado. Se puede acumular grasa abdominal por muchas razones, pero normalmente es porque no llevamos unos hábitos de vida saludables. Uno de los más importantes es el balance energético, es decir, cuando ingerimos más calorías de las que el cuerpo utiliza, haciendo que ese exceso se almacene en forma de grasa, con una tendencia predominante a acumularse en la región abdominal. Sin embargo, hay otros factores menos evidentes que juegan un papel crucial.
En primer lugar, la genética influye significativamente en la predisposición a acumular grasa en esta zona más que en otras partes del cuerpo. Además, la edad también es determinante ya que, a medida que vamos cumpliendo años, el metabolismo se ralentiza y facilita el aumento de peso y la acumulación de grasa en la zona central del cuerpo.
El estrés crónico es otro factor que suele pasarse por alto. Cuando el cuerpo está bajo estrés continuo, se libera cortisol, una hormona que no solo aumenta el apetito, sino que también fomenta la acumulación de grasa visceral, aquella que se deposita en torno a los órganos internos y que hace que la barriga se vea más prominente y redonda. Este tipo de grasa es más peligroso que la grasa subcutánea, que se encuentra justo debajo de la piel, porque está asociada con un mayor riesgo de enfermedades metabólicas.
El desequilibrio hormonal también contribuye a esta acumulación. En las mujeres, por ejemplo, la menopausia puede llevar a una redistribución de la grasa corporal, haciendo que se acumule más en el abdomen. En los hombres, la disminución de los niveles de testosterona con la edad puede tener un efecto similar. Otros factores, como el síndrome de ovario poliquístico en las mujeres o problemas de la tiroides, pueden afectar el metabolismo y promover la acumulación de grasa abdominal.
La alimentación juega un papel indiscutible. Dietas altas en azúcares refinados, carbohidratos simples y grasas trans están vinculadas a la formación de una barriga redonda ya que no solo contribuyen al exceso de calorías, sino que también pueden alterar el metabolismo de la glucosa y promover la resistencia a la insulina, un factor clave en la acumulación de grasa visceral.
Por último, el sedentarismo es un componente crucial. La falta de actividad física reduce el gasto energético diario, lo que facilita la acumulación de grasa. Además, el ejercicio tiene un efecto regulador sobre las hormonas del estrés y la sensibilidad a la insulina, lo que significa que su ausencia puede exacerbar los otros factores mencionados.
Llevar una barriga redonda no es solo una cuestión estética sino que tiene serias implicaciones para la salud y deben ser atendidas. La grasa visceral que se encuentra en el abdomen es metabólicamente activa y tiene una influencia directa en diversos sistemas corporales, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades graves.
Tener un índice de redondez corporal (IRC) elevado durante un periodo de 6 años se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares en adultos mayores de 45 años, según una nueva investigación publicada en el 'Journal of the American Heart Association', revista de la Sociedad Americana del Corazón. La inflamación sistémica afecta a la salud de los vasos sanguíneos y puede conducir a enfermedades del corazón, como hipertensión, arteriosclerosis e infartos. De hecho, las personas con una barriga redonda tienen más probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares, independientemente de su peso total.
Uno de los efectos más preocupantes de la grasa visceral es su asociación con enfermedades metabólicas. Las personas con una barriga redonda tienen un mayor riesgo de desarrollar resistencia a la insulina, que es un paso previo a la diabetes tipo 2 ya que las células del cuerpo no responden adecuadamente a la insulina, lo que obliga al páncreas a producir más y más de esta hormona hasta que eventualmente no puede mantener el ritmo, lo que lleva a niveles elevados de glucosa en sangre.
La presencia prolongada de una barriga redonda también puede afectar negativamente a la salud del hígado. La grasa visceral puede infiltrarse en este órgano y dar lugar al 'hígado graso no alcohólico', que puede progresar hacia cirrosis o insuficiencia hepática con el tiempo. Este es un problema creciente que afecta tanto a personas con sobrepeso como a aquellas que, aunque no lo parezcan, tienen una acumulación interna de grasa en sus órganos. El hígado graso no alcohólico es una enfermedad fuertemente ligada a la obesidad, con una prevalencia de hasta el 80 por ciento en pacientes obesos.
Otra consecuencia a tener en cuenta es el impacto que puede tener en la salud emocional y mental. Muchas personas que lidian con una barriga redonda prolongada experimentan baja autoestima, ansiedad y depresión, especialmente si han intentado, sin éxito, eliminar la grasa abdominal. El estigma social que rodea la apariencia física y la presión por cumplir con ciertos estándares estéticos puede llevar a una carga emocional significativa.
Finalmente, es importante mencionar que la barriga redonda puede interferir con la calidad de vida en términos de movilidad y bienestar general. Las personas con una cantidad excesiva de grasa abdominal pueden encontrar limitaciones físicas, como dificultad para moverse o realizar ciertas actividades cotidianas. Además, pueden sufrir de dolor lumbar crónico, ya que la acumulación de grasa abdominal puede alterar la postura y ejercer una presión adicional sobre la columna vertebral.
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