Mujer y Salud
La imagen y la autoexigencia
OPINIÓN
Las mujeres interactúan con el cáncer desde múltiples ámbitos, como personas sanas que participan en actividades de prevención y detección precoz, como pacientes que se enfrentan a la enfermedad, como cuidadoras de familiares y amigos, como defensoras de pacientes, como trabajadoras de la salud y profesionales del cuidado de la salud, y como investigadoras y responsables de formular políticas públicas. A pesar de esta gran variedad de roles, las mujeres siguen enfrentando desigualdades importantes que impactan en sus experiencias en relación con el cáncer.
Las mujeres tienen aproximadamente la misma carga de cáncer que los hombres, lo que representa el 48 % de los casos nuevos y el 44 % de las muertes a nivel global. En casi todos los países del mundo, el cáncer está entre las tres principales causas de mortalidad prematura femenina. De los 2,3 millones de mujeres que mueren prematuramente por cáncer cada año, se estima que 1,5 millones de estas muertes podrían evitarse mediante estrategias de prevención primaria, eliminando la exposición a los principales factores de riesgo, y promoviendo la detección y el diagnóstico precoz, mientras que otras 800.000 muertes podrían evitarse cada año, si todas las mujeres tuvieran acceso a una mejor atención médica. Varios estudios han revelado que, en comparación con los hombres, las mujeres con cáncer tienen más probabilidades de no recibir tratamientos adecuados para aliviar el dolor.
Existen varios factores que hacen que las mujeres enfrenten mayores barreras en el acceso a una atención adecuada. En muchos países, las mujeres no disponen del poder ni de la información necesaria para tomar decisiones informadas sobre su atención médica. Además, las mujeres tienen más probabilidades de sufrir una crisis financiera debido al cáncer, lo que genera graves repercusiones para sus familias. Esta carga económica también afecta a las cuidadoras, que en su mayoría son mujeres y cuyo trabajo no remunerado raramente es reconocido ni valorado de forma justa.
El patriarcado y la desigualdad de género se extienden también a la investigación y atención del cáncer. A nivel mundial, las mujeres están infrarrepresentadas en los cargos de liderazgo en las áreas de investigación, tratamiento y políticas públicas sobre el cáncer. Esto repercute en qué investigaciones se priorizan y financian, y qué aspectos de la enfermedad reciben más atención. Las mujeres, por tanto, no solo se ven afectadas como pacientes, sino también como trabajadoras e investigadoras en el ámbito oncológico.
Por otro lado, las causas del cáncer de mama, el cáncer más frecuente en las mujeres, no se conocen bien y, de los riesgos identificados, la mayoría, como la genética y los factores reproductivos, no son susceptibles a cambios. Esto pone de manifiesto la necesidad urgente de más investigación para comprender mejor las causas del cáncer en las mujeres. Además, las desigualdades en la prevención primaria del cáncer son más notables en las mujeres que en los hombres, lo que evidencia la falta de políticas adaptadas a las realidades femeninas.
Es imprescindible promover una nueva agenda con perspectiva de género en la atención oncológica. Esta agenda debe incluir la equidad de género en la investigación, un acceso justo a la atención médica y la integración de marcos de competencias de género en la educación y formación del personal de salud. También es fundamental reconocer y valorar el trabajo no remunerado de las cuidadoras, y establecer políticas que combatan la discriminación de género en todos los niveles del sistema de salud.
Las desigualdades de género repercuten significativamente en las experiencias de las mujeres con cáncer. Para hacer frente a esto, necesitamos que la salud de la mujer no siga centrándose a nivel mundial en la salud reproductiva y materna, y que el cáncer se considere una cuestión prioritaria en la salud de la mujer. Se aboga por una nueva agenda feminista para la atención oncológica que elimine la desigualdad de género, en la que los sistemas sanitarios, el personal oncológico y los ecosistemas de investigación sean más inclusivos y respondan mejor a las necesidades de las mujeres en toda su diversidad, reduciendo así la carga mundial del cáncer para todos.
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