Vicisitudes durante la Guerra Civil (II)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXXIV)
El conocimiento de la comarca adquirido por el teniente Odón Ojanguren Alonso y su experiencia en la zona le convirtieron en "indispensable" para los sublevados
El 27 de diciembre de 1937 el inspector general de la Guardia Civil, teniente general Emilio Fernández Pérez, trasladó a la Comandancia de Cádiz una orden telegráfica procedente del cuartel general del “Generalísimo Jefe del Estado Español”, sito en Burgos. Conforme a la misma, el teniente Odón Ojanguren Alonso debía presentarse urgentemente en dicha ciudad y ponerse a las órdenes del general de división Luis Orgaz Yoldi, jefe de “Movilización, Instrucción y Recuperación” del bando sublevado.
Precisamente, por orden de 7 de mayo de ese mismo año, dicho general había dispuesto que la recién creada Academia de Sargentos provisionales de Infantería se estableciera en el cuartel Diego Salinas de San Roque. Una semana antes se había dispuesto su ubicación en la localidad malagueña de Antequera, desechándose finalmente dicha opción ante su falta de viabilidad. Su primer director sería el teniente coronel de Infantería Juan Soto Acosta, quien había pasado a la situación de reserva pocos meses antes de la sublevación militar y cuyo último destino en activo había sido en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán nº 1.
Volviendo al teniente Ojanguren, éste emprendió inmediatamente la marcha desde La Línea de la Concepción y el 30 de diciembre, tras presentarse en Burgos, fue destinado a disposición del jefe del Ejército del Norte, general de brigada de Estado Mayor Fidel Dávila Arrondo. Éste a su vez dispuso que marchase a la localidad zaragozana de Calatayud y se presentase al comandante militar de la plaza, “en espera de órdenes”. Así lo hizo el 2 de enero siguiente pero tras permanecer allí diez días recibió la orden de regresar al Campo de Gibraltar.
Tal y como había informado en septiembre de 1937 su gobernador militar, el coronel de Infantería Francisco de Borbón y de la Torre, dicho oficial de la Guardia Civil había desempeñado “importantísimos y valiosos servicios”. Estaba claro que quería seguir contando con él. De hecho, desde el 26 de noviembre siguiente venía desempeñando el cometido de “Jefe de las Agrupaciones de Orden Público e Información” en La Línea de la Concepción, por orden del Ministerio de Orden Público y con conocimiento de la Inspección General del Cuerpo.
Si bien ni en su hoja de servicios ni en su expediente personal se concretan el interés y naturaleza de tan importantes servicios que venía prestando para la causa de los sublevados en dicha localidad, puede descartase que tuvieran vinculación con el servicio peculiar de la Guardia Civil. La verdadera razón estaba relacionada con la inteligencia militar y la colonia británica de Gibraltar.
Tales servicios debieron ser de marcado interés para los sublevados ya que en julio de 1938 volvió a pretenderse que Ojanguren fuese enviado al frente de Aragón y relevase en la localidad zaragozana de Caspe al teniente Antonio Vivar Sánchez, jefe de la línea de Sanlúcar de Barrameda, “por hallarse delicado de salud y faltarle dos meses para el retiro por edad”.
Sin embargo, el inspector general de la Guardia Civil, entonces general de brigada de Infantería Ricardo Serrador Santés, dispuso que dado que Ojanguren “viene prestando servicios estimables como agregado a la Delegación de Orden Público del Campo de Gibraltar”, se designase otro oficial. En ello fue decisiva la petición formulada por el subsecretario del Ministerio de Orden Público, coronel de Infantería Juan Oller Piñol. Ojanguren no debía ser separado de La Línea de la Concepción mientras se hallase afecto a la citada Delegación, “por ser muy necesarios sus servicios”.
Un ejemplo de tales servicios sería destacado sobresalientemente ese mismo mes por el jefe del Servicio Nacional de Seguridad, teniente coronel de Estado Mayor José Medina Santamaría, al evitarse por la Guardia Civil una evasión de capitales hacia la colonia británica de Gibraltar. El capitán Eduardo Comas Añino, jefe de la Compañía de Algeciras y el teniente Ojanguren fueron acreedores a “una amplia felicitación por haber cumplimentado con todo celo y actividad las órdenes que sobre el particular recibieron”. Concretamente, con fuerza a sus órdenes, impidieron una compra-venta clandestina de libras esterlinas, siendo detenidos y puestos a disposición de la autoridad militar competente, “como incursos en un delito de auxilio a la rebelión, el súbdito británico Horacce Posso y Enrique Lamas Ortega, español”.
Dicha operación no fue una actuación en materia de resguardo fiscal cuya competencia correspondía entonces al todavía existente Cuerpo de Carabineros. Éste, continuó manteniendo durante la guerra civil un importante despliegue para perseguir el contrabando procedente de Gibraltar. La actuación concreta llevada a cabo se consideró que afectaba a la seguridad nacional y fue encomendada a la Guardia Civil.
No obstante, suprimido el Ministerio de Orden Público por ley de 29 de diciembre de 1938 y creada una subsecretaría en el Ministerio de la Gobernación, el peso de las peticiones formuladas sobre dichas cuestiones cambiaría sensiblemente.
A final de enero de 1939 se recibió la orden de que Ojanguren marchase concentrado para la localidad barcelonesa de Villanueva y Geltrú, al objeto de hacerse cargo del mando de la 3ª Sección de la 7ª Compañía Expedicionaria de la Guardia Civil. Ésta estaba formada por personal de la Comandancia de Cádiz e integrada en el Cuerpo de Ejército Marroquí que mandaba el general de brigada de Infantería Juan Yagüe Blanco.
Al tener conocimiento de ello el delegado de Orden Público e Inspector de Fronteras de La Línea de la Concepción, solicitó a la Subsecretaría de Orden Público del Ministerio de la Gobernación que se dejase sin efecto dicha orden, por consider a Ojanguren, “indispensable” para el servicio que venía prestando.
Trasladada dicha petición al inspector general de la Guardia Civil, éste resolvió negativamente en esta ocasión, “por imponerlo así las circunstancias del servicio y la escasez de Oficiales”. Lo cierto era que el jefe de la Comandancia de Cádiz, teniente coronel Vicente González García, había informado que Ojanguren había sido ya saltado varios turnos de relevo en la mentada compañía expedicionaria y que esta vez coincidía que otro oficial concentrado en la misma, había pasado a prestar sus servicios en la Sección de la Legión Cóndor alemana del Servicio de Información y Policía Militar. Concretamente se trataba del teniente Alfredo Fernández Fernández, jefe de la línea de Rota.
Por lo tanto, el 6 de febrero Ojanguren partió para el frente y cuatro días más tarde se hizo cargo de su sección en la localidad barcelonesa de San Baudilio de Llobregat. Al finalizar la contienda continuaba con su unidad.
No regresaría a La Línea de la Concepción hasta el 8 de julio, tras un paréntesis de dos meses en la Comandancia de Murcia, haciéndose cargo de su unidad y con carácter accidental hasta el 31 de agosto de la 2ª Compañía (Algeciras). Ascendido el 19 de octubre al empleo de capitán sería destinado a fin de mes a la Comandancia de Castellón.
Su experiencia, contactos y conocimientos adquiridos durante su anterior destino en La Línea de la Concepción motivaría que en marzo de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, volvieran a reclamarse sus servicios en tan estratégica ciudad. Se encontraba entonces mandando la 6ª Compañía (Marbella) de la Comandancia del Cuerpo en Málaga.
Continuará.
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