La historia del guardia Pedro Salvo Pérez, superviviente de Casas Viejas (1933)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LII)
Huérfano de padre guardia civil, se formó en el Colegio de Guardias Jóvenes y, tras varios destinos, terminó en Casas Viejas, donde fue herido en una pierna
Pedro Salvo Pérez nació en San Roque el 21 de noviembre de 1900. Treinta y dos años después sería uno de los cuatro miembros del benemérito Instituto que sufrió el ataque anarquista al puesto de Casas Viejas y uno de sus dos supervivientes.
Su madre, Juana, le dio a luz en la casa-cuartel de la Guardia Civil sita en el núm. 14 de la calle Herrería. Su padre era entonces el cabo José Salvo Viera, muy conocido por todos ya que antes de ascender en 1896, llevaba más de diez años destinado como guardia 2º en San Roque. De hecho, ha sido citado en algunos capítulos correspondientes al siglo XIX y principios del XX por su participación en diversos servicios policiales relevantes y actuaciones beneméritas.
Al quedarse Pedro huérfano de padre cuando todavía era un niño, le fue solicitado por su madre entrar en el Colegio de Guardias Jóvenes, ubicado en la localidad madrileña de Valdemoro. Posteriormente lo solicitaría también para su hermano pequeño Juan, nacido en Tarifa.
Los orígenes de dicho centro se remontan a la real orden de 1º de abril de 1853 por la que la reina Isabel II dispuso su creación, a propuesta del duque de Ahumada, como “Compañía de Guardias Jóvenes”, con el propósito de “premiar en los hijos las virtudes de los padres”.
Cuando Pedro ingresó el 22 de marzo de 1913, con tan sólo doce años de edad, acababa de entrar en vigor su nuevo reglamento orgánico. Había sido aprobado por real orden circular del ministerio de la Guerra, de fecha 15 de julio anterior.
Conforme a su artículo 1º, el Colegio tenía por objeto, “educar a los huérfanos e hijos de los Jefes, Oficiales e individuos de tropa que hayan servido o presten sus servicios en la Guardia Civil o deseen ser guardias segundos en las Comandancias del Cuerpo a la edad que se determine; cursar los estudios de las carreras y profesiones que más adelante se señalan; aprender un oficio o ingresar en un Cuerpo del Ejército como voluntario en las condiciones reglamentarias, para cuyo efecto se les dará en dicho Colegio las enseñanzas precisas a fin de que estén en condiciones de poder optar al ascenso a cabo. Por último, ampliar los estudios profesionales de la Guardia Civil para salir del Colegio en condiciones de ascender a cabos a los dos años de práctica en un puesto”.
Pedro fue filiado inicialmente como “guardia joven de menor edad”, que eran aquellos comprendidos entre los 8 y los 15 años. Al cumplir 16 y hasta que alcanzó los 19 años de edad, continuó en el Colegio como “guardia joven de mayor edad”, siéndole este último periodo de abono como servicio activo.
Por fin, tras prestar juramento de fidelidad a la bandera el 12 de octubre de 1919, festividad de la Patrona del Cuerpo, la Virgen del Pilar, fue nombrado el 1º de diciembre siguiente guardia civil de 2ª clase, de infantería. Seguidamente fue destinado al puesto de la capital en la Comandancia de Cádiz, si bien apenas permaneció allí cinco meses. El 28 de abril siguiente se incorporaba al puesto de Algeciras, su nuevo destino, regresando así al Campo de Gibraltar de su niñez.
Cumplido el primer compromiso de cuatro años de servicio en el Cuerpo volvió a reengancharse por otros cuatro más, siendo entonces destinado el 24 de mayo de 1923 a la Comandancia de Navarra, donde permanecería casi dos años. Salvo un mes que fue concentrado a Barcelona como refuerzo del orden público, el resto del tiempo estuvo sucesivamente destinado en los puestos de Urdax, Almandoz, Monreal y Artajona.
Estando destinado en el primero de ellos hizo uso del arma reglamentaria en el transcurso del servicio contra un paisano que resultó herido de un disparo. Ello motivó la correspondiente incoación de un procedimiento penal militar, al objeto de depurar las correspondientes responsabilidades. Practicadas las diligencias pertinentes fue procesado por un delito de lesiones menos graves. Sin embargo quedó extinguida la acción penal antes de enjuiciarse, al resultar beneficiado por las medidas de gracia dispuestas en el polémico real decreto de 4 de julio de 1924, de la presidencia del Directorio Militar.
Tal y como encabezaba su exposición, tras finalizar “el proceso sustanciado contra el Alto Mando en Marruecos con motivo de los trágicos sucesos de julio de 1921”, era muy necesaria la concesión de “una amplia amnistía”. La masacre de millares de soldados españoles en Annual a manos de kabilas rifeñas había motivado la exigencia y depuración de responsabilidades conforme al código de justicia militar. Pero para que no pareciera que sólo se trataba de exculpar a los mandos encartados se dispuso enmascararlo en un “amplísimo indulto, aplicable no sólo a los sentenciados y procesados por causas originadas en el desastre de 1921, sino a otros que están encomendados a la justicia por delitos políticos o de prensa y aun comunes”.
En marzo de 1926 causó alta nuevamente en el puesto de Cádiz, tras ser destinado a la comandancia gaditana, volviendo a reengancharse por cuatro años más. Durante poco más de un año coincidiría con su hermano Juan, que había estado destinado en el puesto de Conil de la Frontera y concentrado en Melilla.
El 15 de abril de 1928 contrajo matrimonio con la joven Eulalia González Utar, natural de Algeciras, con quien tendría tres hijos llamados José, Miguel y Eulalia. En la revista de junio pasó destinado al puesto de Casas Viejas, donde prestaría servicio hasta los trágicos sucesos acaecidos en enero de 1933 ya relatados en capítulos anteriores, en los que resultó herido leve en una pierna.
Después de lo sucedido pasó destinado en la siguiente revista de febrero al puesto de Algeciras hasta el mes de junio. Tras haber sido declarado por decreto de 18 de enero, hecho de guerra lo acaecido en Casas Viejas, Pedro fue ascendido por orden del Ministerio de la Gobernación, de 5 de junio siguiente, al empleo de cabo.
Si bien fue destinado seguidamente a la provincia de Sevilla, siéndole sucesivamente asignados los puestos de Lora del Río, Las Pajanosas y Minas de El Castillo de las Guardas, realmente nunca llegó a incorporarse ya que por decisión de la Inspección General se mantuvo concentrado, sin derecho a pluses, hasta noviembre de 1934 en el puesto de Algeciras.
En la revista del mes siguiente fue destinado formalmente a la Comandancia de Cádiz, siéndole asignado el puesto de Torrealháquime. Encontrándose allí en junio de 1935 le sería notificada la resolución del “Expediente de resarcimiento con motivo del destrozo que sufrió el mobiliario durante los sucesos ocurridos en el Puesto de Casas Viejas el año 1933, al evitar el asalto de la Casa Cuartel por los revolucionarios”. La indemnización concedida por los daños sufridos en los muebles de su pabellón, utilizados como parapetos en las ventanas contra los disparos, fue de 385 pesetas. Su sueldo mensual era entonces de unas 300 pesetas.
El 1º de julio de 1935 pasaría destinado al puesto de Algeciras. Ya para entonces había prestado declaración en los tres juicios celebrados.
Continuará.
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