Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (CLII)
Habíamos dejado el capítulo anterior cuando el capitán de Carabineros Manuel Lamadrid Rivas fue detenido el 19 de marzo de 1937, siendo jefe de la 4ª Compañía de la Comandancia de Algeciras, acusado de un supuesto delito de alta traición.
Concretamente se le acusaba de espionaje, tipificado en el artículo 228 del Código de Justicia Militar entonces vigente, que establecía: “Incurrirá en la pena de muerte, previa degradación si fuera militar, y en la de cadena de perpetua a muerte si no lo fuere”. De los tres apartados que comprendía dicho artículo se le encartaba por el último de ellos: “El que en tiempo de guerra, sin la competente autorización, practique reconocimientos, levante planos o saque croquis, de las plazas, puestos militares, puertos, arsenales o almacenes que pertenezcan a la zona de operaciones militares, sea cualquiera la forma en que lo ejecute”. Se trataba por lo tanto de una acusación muy grave, máxime cuando bajo sus órdenes se encontraba la sección de carabineros que prestaba servicio en el estratégico Puerto de Algeciras.
Según la documentación de la Comandancia Militar del Castillo de Santa Catalina, entonces prisión militar de Cádiz, a donde dicho oficial fue conducido e ingresado el 23 de marzo, su detención fue, “en virtud de denuncia al Jefe de Orden Público de Sevilla”. Hay que significar que durante la Guerra Civil fueron muy habituales en ambos bandos las denuncias, mayoritariamente anónimas, contra toda clase de personas. La primera consecuencia era la apertura de una investigación o procedimiento que solía conllevar el cese cautelar o la detención preventiva del denunciado hasta que se aclarasen los hechos. Con frecuencia detrás de esas denuncias había envidias, rencores, rivalidades u otros intereses espurios.
En este caso, la detención e ingreso en prisión la había ordenado, tras la denuncia recibida en la capital hispalense, el comandante juez instructor del juzgado militar eventual de Algeciras que comenzó a instruir la causa núm. 560/1937 por supuesto delito de espionaje. Durante los dos primeros días el capitán Lamadrid quedó incomunicado en una celda, permaneciendo preso hasta el 9 de noviembre siguiente, según consta en su hoja de servicios redactada en zona republicana.
Tras la intensa investigación practicada no se encontraron pruebas contra él que sostuvieran la acusación inicial, disponiéndose que fuera puesto en libertad al sobreseerse el procedimiento. Presentado a continuación en la jefatura de la Comandancia de Algeciras le fue conferido el mando de la 3ª Compañía de Puente Mayorga, el cual ya había ejercido entre septiembre de 1935 y marzo de 1936.
Hay que significar que entonces le había sustituido al frente de dicha unidad sanroqueña el capitán Francisco Zamora Medina, de 38 años de edad, procedente por ascenso de la Comandancia de Carabineros de Barcelona. Este, como consecuencia de su actuación en los sucesos revolucionarios acaecidos en Cataluña en octubre de 1934, había sido detenido y acusado de los supuestos delitos de negligencia y contra el honor militar.
Pasado inicialmente a la situación de disponible gubernativo, fue procesado y juzgado en consejo de guerra celebrado el 15 de enero de 1935, siendo condenado. La razón de ello fue que encontrándose como teniente al frente de la Sección de Carabineros de San Pol de Mar, en la noche del 6 al 7 de octubre anterior, accedió a la invitación del alcalde de la vecina localidad barcelonesa de Calella para trasladarse a un acto en la casa consistorial de dicha localidad, en el que se procedió a “la proclamación del Estat Catalá, sin formular protesta alguna”. Después, con las fuerzas a su mando, se trasladó a la población de Arenys de Mar, y, al pasar por Canet de Mar, “fue sorprendido por una partida del Somatén, con la que parlamentó el procesado”. Como consecuencia de ello, unos diez o doce de sus carabineros entraron en dicha localidad donde fueron desarmados. Al percatarse al día siguiente, “de la negligencia que habían inspirado sus actos, el encartado trató de recuperar el armamento, logrando hacerse nuevamente con casi todos los fusiles, pero sin que encontrara tres de ellos”.
El fiscal militar solicitó que se impusiera al entonces teniente Zamora, “la pena de seis años de prisión militar correccional, por el primero de aquellos delitos, y la pérdida de empleo, por el segundo”. Según la prensa de la época fue condenado a pesar de que su defensor, comandante de Carabineros Emilio Álvarez Holguín, había abogado activamente por la absolución de su patrocinado. Recurrida la sentencia, no llegó a resolverse ya que dicho teniente resultó plenamente beneficiado por el decreto-ley de Amnistía de 21 de febrero de 1936, dictado tras el triunfo electoral del Frente Popular. Por orden de 28 de marzo siguiente, dimanante del Ministerio de Hacienda, cesó en la situación de procesado y se le levantó la suspensión de ascenso, concediéndosele inmediatamente el empleo de capitán que por antigüedad le correspondía.
Destinado a fin del mes de abril a la Comandancia de Carabineros de Algeciras se le confirió el mando de la 3ª Compañía de Puente Mayorga que había dejado el capitán Lamadrid. Al producirse la sublevación militar en julio siguiente, decidió marchar el día 25 a la colonia británica de Gibraltar para reintegrarse desde allí a Málaga, vía marítima, al objeto de incorporarse a las filas gubernamentales. Lo hizo acompañado del jefe de su 1ª Sección de Puente Mayorga, alférez Manuel González Navarro, así como de medio centenar de sus hombres. Sus penosas vicisitudes serán abordadas en un próximo artículo.
Al quedarse por lo tanto la citada 3ª Compañía de Puente Mayorga sin capitán, el 28 de julio se hizo cargo del mando accidental de la misma, hasta el 8 de marzo de 1937, por orden de la jefatura de la Comandancia, el capitán Juan Aragón Michelena, titular de la 1ª Compañía de Atunara, en La Línea de la Concepción. Este, cuando el día 19 de dicho mes se procedió a la detención del capitán Lamadrid se haría cargo también del mando accidental de la 4ª Compañía de Algeciras. La escasez de oficiales que por diversas circunstancias padeció la Comandancia de Algeciras durante la contienda, motivó que con frecuencia los existentes tuvieran que asumir simultáneamente el mando temporal de otras unidades. Se significa que dicha situación fue singularmente extrema en la zona sublevada, tanto en Carabineros como en Guardia Civil, ya que durante la Guerra Civil no se admitieron nuevos ingresos, siquiera para cubrir las bajas producidas por cualquier causa, incluidas las bélicas.
Continuando con las vicisitudes del capitán Lamadrid, resultó que apenas permaneció unas semanas al frente de la mentada 3ª Compañía de Puente Mayorga. El 30 de diciembre de 1937, en unión de su esposa, María Moreno Páez, marchó vía marítima a la colonia británica para incorporarse a las filas gubernamentales, al igual que anteriormente había hecho el capitán Zamora.
Para no levantar sospechas en su plan de fuga urdió la estratagema de salir a pescar en un bote. Una vez en Gibraltar se presentó ante el representante del gobierno de la República allí acreditado, emprendiendo al día siguiente, viaje vía marítima a la ciudad internacional de Tánger en el norte de África.
(Continuará).
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