La absorción del Cuerpo de Carabineros (LXVII)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (CLXV)
Perfecto Otero Batalla manifestó que ignoraba los motivos que indujeron a pasarse a la “zona roja” al entonces capitán de Carabineros, Manuel Lamadrid Rivas, al que conoció en Algeciras
Cuando el 29 de diciembre de 1937 el entonces capitán Manuel Lamadrid Rivas, jefe de la 3ª Compañía de Carabineros en la barriada sanroqueña de Puente Mayorga, huyó vía marítima junto a su esposa a la colonia británica de Gibraltar, el comandante José Toledo Iradier continuaba todavía prestando servicio en la 10ª Comandancia de Algeciras.
Realmente ambos no habían coincidido mucho tiempo destinados en el Campo de Gibraltar. De hecho, Lamadrid no recordaba más que el apellido de Toledo en su declaración judicial prestada en 1955 al reanudarse la causa núm. 47/1938 por el delito de rebelión militar. Pero bien seguro que si solicitó que declarase en apoyo de su defensa, por alguna razón sería. Lamentablemente el ya coronel de la Guardia Civil Toledo había fallecido unos años antes y el juez militar, comandante de Infantería Manuel Jordán Jordán, no pudo interrogarle.
Por otra parte, es muy probable que si Lamadrid hubiera retrasado sus planes tan sólo una semana, no hubiera podido llevarlos a cabo. Ello hubiese sido debido a que apenas una semana después, las tropas franquistas iniciaron su ofensiva hacia la capital malagueña. En la misma participarían cuadros de mando y fuerzas de la 10ª Comandancia de Carabineros de Algeciras, a los que se les asignaron responsabilidades muy concretas en la provincia de Málaga a medida que se iba avanzando.
Ocurrió tanto con la Guardia Civil como con Carabineros. Cada vez que una localidad malagueña era ocupada por las tropas franquistas y existían puestos de cualquiera de dichos Cuerpos, se procedía a trasladar allí a personal procedente de la provincia de Cádiz para hacerse cargo de las misiones propias.
Uno de ellos fue precisamente el entonces comandante Toledo. El coronel de Infantería Francisco de Borbón y de la Torre, en su función de gobernador militar del Campo de Gibraltar, el 29 de enero de 1937, “acordó en atención a las especiales circunstancias de diplomacia y actividad que concurren en este Comandante, nombrarlo Comandante Militar de Estepona (Málaga)”. Dicha población había sido ocupada quince días antes.
Prosiguió en dicha responsabilidad hasta el 8 de marzo siguiente, justo un mes después de la toma de la capital malagueña por las tropas franquistas. El 19 de febrero anterior, el comandante Toledo, desde su residencia en Estepona, había sido nombrado jefe del sector núm. 1 de la provincia de Málaga que comprendía las poblaciones de Manilva, Casares, Genalguacil, Benarrabá, Jubrique, Benalauría, Algatocín, Benadaliz, San Pedro de Alcántara, Faraján, Atajate, Alpandeire, Cartajima, Parauta, Igualeja, Júzcar, Pujerra y Benahavís.
Apenas permaneció otra vez nueve días en sus cometidos de jefe del detall en la 10ª Comandancia de Algeciras, ya que el 17 de marzo de 1937 fue nombrado jefe de la 9ª Comandancia de Carabineros de Málaga, por su inspector general, el general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra. Dicha responsabilidad la iría manteniendo hasta el final de la guerra civil, salvo los periodos de tiempo que hubo nombrado un teniente coronel al frente de la misma.
Entre quienes pudieron manifestar algo a favor de Lamadrid, además del entonces capitán de Carabineros Ignacio Molina López, teniente coronel de la Guardia Civil en 1955, cuya declaración ante el juez militar ya fue expuesta en un capítulo anterior, estaba el que fuera en 1936-1937, carabinero Perfecto Otero Batalla, capitán de la Guardia Civil en 1955.
Éste, nacido el 17 de mayo de 1912 en la localidad pontevedresa de Meaño, había comenzado en 1932 opositando sin éxito para obtener una plaza de auxiliar de la Administración Civil en el Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio, así como al año siguiente en las del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes, además del Cuerpo de Auxiliares de Oficinas de la Subsecretaría de la Marina Civil. Finalmente, tras licenciarse como soldado del Grupo de Defensa contra Aeronaves núm. 1 en Madrid, consiguió ingresar en enero de 1935 en el Cuerpo de Carabineros.
El inicio de la guerra civil sorprendió a Otero destinado como carabinero de infantería de 2ª clase en La Línea de la Concepción, perteneciente a la 10ª Comandancia de Algeciras. Al producirse la integración en el Cuerpo de la Guardia Civil en 1940, él ya era sargento de Carabineros desde finales de 1938 y continuaba destinado en el Campo de Gibraltar. Prosiguió en la plana mayor de la nueva 134ª Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras, hasta que en 1943 ascendió al empleo de brigada y pasó a la nueva 237ª Comandancia Mixta de Cádiz.
Cuando a finales de 1947 fue promovido a teniente y prosiguió en la misma comandancia, se le nombró jefe de la línea de Chipiona. Allí permaneció hasta que en 1950 fue destinado nuevamente a la Comandancia de Algeciras, cuya numeración había pasado a ser de la 337ª, siendo designado jefe de la línea de San Roque. Continuó al mando de dicha unidad hasta su ascenso a capitán en junio de 1953, pasando destinado seguidamente a la 107ª Comandancia de la Guardia Civil de Zamora, donde se encontraba cuando fue citado para declarar como testigo en la causa núm. 47/1938.
Aunque su testimonio no había sido solicitado por el propio procesado sino por otro testigo, el ya citado teniente coronel Molina, que había declarado a su favor, el juez militar lo admitió habida cuenta que el otro testigo propuesto por Lamadrid, el coronel Toledo, había fallecido.
Remitido el 6 de abril de 1955, por conducto de las autoridades militares territoriales, el correspondiente exhorto a Zamora, fueron designados para su cumplimento el comandante Manuel Vicente Hernández, en calidad de instructor, y el teniente Ramiro Rodríguez Sevillano, como secretario. Ambos estaban destinados en la 107ª Comandancia de Zamora, el primero como 2º jefe de la misma, y el otro como jefe de la línea de la capital.
El 7 de mayo siguiente el capitán Otero, jefe de la 3ª Compañía con residencia en dicha ciudad, compareció ante ellos. Tras serle advertido de la obligación de decir verdad y de las penas señaladas al reo de falso testimonio, prometió por su honor ser veraz y prestó declaración.
Manifestó, “que conoció al iniciarse el Glorioso Movimiento Nacional en Algeciras al entonces Capitán de Carabineros Don Manuel Lamadrid Rivas, que desconocía sus ideales políticos y en el orden moral el concepto que le merecía era bueno”. Continuó declarando que desconocía los motivos que le indujeron para pasarse a “zona roja”, así como que no sabía ni había tenido conocimiento de que, “haya tomado parte en un supuesto intento de entrega y asalto a dos barcos de guerra, uno en Cádiz y otro en Algeciras”. También manifestó que ignoraba si el procesado había inducido a otras personas a hacer lo mismo, pero que sí sabía que a Gibraltar había marchado sólo con su esposa. Finalmente, dijo que en su opinión personal, Lamadrid no se había llevado armas ni municiones en su huida. Nada más.
Fue un interrogatorio breve y de trámite. Se limitó, al igual que sucedió con el teniente coronel Molina, a unas preguntas básicas para valorar la supuesta responsabilidad penal del encartado. Podían haber preguntado a otros antiguos carabineros pero…
Continuará.
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