Argentina encandila en San Roque con su voz flamenca

V Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque

Contagió al público de principio a fin con una variedad inmensa de cantes

Le acompañó un excelente grupo en palmas, guitarras, percusión y coros

Argentina María López Tristancho sobre el escenario del teatro Juan Luis Galiardo
María López Tristancho, Argentina, sobre el escenario del teatro Juan Luis Galiardo / Andrés Carrasco

San Roque/A oscuras suena una asturiana, solo la voz y la guitarra, con la cantaora que marca la cadencia de la melodía acompasada al sonido que sale del rasgueo de cuerdas. Todo a su tono, marcando los silencios, con un hilo de luz que rodea al escenario. Y luego, guitarras, percusión y palmas imprimen alegría y velocidad, por bulerías de Lole y Manuel.

Así comenzó Argentina su espectáculo en San Roque, en la segunda sesión de la V Bienal de Arte Flamenco dedicada a Canela, con José Quevedo Bolita y Jesús Guerrero al toque, los Mellis en los coros, palmas y jaleos, Diego Montoya en palmas y jaleos, y José Carrasco a la percusión. En el fondo, sobreimpresionado, “Argentina, cantaora de flamenco”.

La onubense cantó por El Lebrijano, aquel “Ama la libertad” que le conmovió en su aprendizaje de juventud, con sus paisanos y mellizos completando en los coros con un eco flamenquísimo, apelando al corazón del público, que no tardó en congraciarse con la cantaora en apenas décimas de segundo.Vino Argentina a la localidad sanroqueña tras su paso por la Bienal de Sevilla, donde presentó Sonoridad, una obra con la que recorrió y revindicó a la mujer en el flamenco. Con ella siempre se tiene la oportunidad de viajar, bien por Cádiz, a través de los tanguillos del tio de la Tiza, o por la guajira, uno de esos cantes de la América hispana que siempre borda.

En esa travesía que fue la segunda sesión del encuentro flamenco en San Roque, Argentina gobernó siempre con su voz – con unas malagueñas magníficas, cerrados con fandangos abandolaos y verdiales, por citar un buen ejemplo - y con la excelente compañía con la que pisó el escenario del teatro Juan Luis Galiardo.

Tangos del almendro, de Lole Montoya y Manuel Molina, bulerías jerezanas para escuchar, un torbellino de hondura del que resultó imposible evadirse, en una noche que muchos desearon que no terminara. En muchos momentos todo sonó tan bien que parecía una grabación de estudio, con entradas y salidas bien medidas por todos, con un repaso por cantes de las y de los mejores. Seguiriyas, alegrías, fandangos... Entre los aficionados corrió el comentario por momentos que Argentina cantaba como la Paquera.

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