De Jimena a San Roque (1936)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXI)
Los tres comandantes de puesto de Jimena permanecen atrincherados en las casas-cuarteles a la espera de recibir instrucciones
Después de una una semana se replegaron sobre San Roque, para ponerse a las órdenes del teniente Ojanguren
Como ya se expuso en un capítulo anterior, el municipio de Jimena de la Frontera, limítrofe con el de San Roque, fue el último en ser ocupado por los sublevados en la provincia de Cádiz. El 28 de septiembre de 1936, tras duros combates, tomaron la localidad que le da nombre. Al día siguiente fue la pedanía de San Pablo de Buceite y el 8 de octubre corrió la misma suerte San Martín del Tesorillo.
A partir de esa fecha la provincia gaditana quedó en su totalidad en poder de los alzados cuyo siguiente objetivo principal sería conquistar la capital malagueña, lo cual conseguirían el 8 de febrero siguiente.
Antes de continuar hay que significar que en estos capítulos no se pretende relatar las innumerables y trágicas vicisitudes que acontecieron en las primeras semanas de guerra civil, pues para ello ya hay obras publicadas al respecto más alguna que está en camino. El propósito es dar a conocer circunstancias y hechos relacionados con los guardias civiles, de los que poco se suele saber, vinculados de una u otra forma con el municipio de San Roque. Normalmente obran en los archivos del Servicio de Estudios Históricos del benemérito Instituto o en la Sección Guardia Civil del Archivo General del Ministerio del Interior. En su mayor parte proporcionan información inédita y en ocasiones aclara, complementa o incluso contradice lo publicado por otros historiadores e investigadores.
Dicho lo anterior hay destacar que en los tres núcleos de población existentes en el término municipal de Jimena de la Frontera había entonces puestos de la Guardia Civil y por lo tanto las correspondientes casas-cuarteles. Cuando en su momento se aborde la historia de la Benemérita en dicho municipio, ya se profundizará en las vicisitudes que de sus plantillas al inicio de la contienda. Ahora el relato sólo se circunscribirá a los principales hechos relacionados con esos tres puestos que tuvieron que evacuar sus acuartelamientos y terminaron replegándose sobre el de San Roque, pasando a reforzar sus efectivos. Todo ello bajo el mando del teniente Odón Oscar Ojanguren Alonso.
Hasta el 30 de abril de 1936 el mando titular de la línea de Jimena de la Frontera lo habia estado ejerciendo el teniente Valeriano Silva Franco, cesando al haber sido destinado por el coronel Fulgencio Gómez Carrión, jefe del 16º Tercio (Málaga), a mandar la de La Línea de la Concepción. Si bien el teniente Alfredo Fernández Fernández se incorporó el 20 de mayo siguiente a mandar la línea de Jimena, procedente de la Comandancia de Teruel, apenas lo ejerció ya que Ojanguren, que había estado haciéndose hasta entonces cargo accidentalmente de la misma, tuvo que volver a hacerlo también unos días más en junio.
Fernández sería destinado el día 18 de dicho mes al mando de la línea de Rota, por lo que al iniciarse la sublevación militar, la línea de Jimena, que había sido reasignada al empleo de alférez, estaba vacante y agregada a efectos de vigilancia del servicio, al teniente Ojanguren desde San Roque.
Al inicio de julio de 1936 la plantilla del puesto de Jimena estaba constituida por un brigada, 2 guardias 1º y 5 guardias 2º de infantería así como un cabo y 2 guardias 2º de caballería; la del puesto de Buceite, por un cabo, un guardia 1º y 6 guardias 2º de infantería; y la del puesto del Tesorillo, por la misma fuerza que el anterior.
Tras tenerse conocimiento de la sublevación militar en el Campo de Gibraltar, estos tres núcleos de población citados permanecieron leales al gobierno de la República. En ello fue determinante la resolutiva actuación del teniente de Carabineros Manuel Martínez Mora (hijo del capitán de dicho Instituto Manuel Martínez Núñez), jefe de la 3ª Sección, con residencia en Jimena, encuadrada en la 3ª Compañía de Puente Mayorga (San Roque).
Mantuvo todo el tiempo bajo sus órdenes la fuerza de su unidad, integrada por los puestos de la residencia así como los del Tesorillo y Castellar de la Frontera, a los que terminó ordenando su repliegue sobre Jimena. En completa coordinación con el alcalde de dicha localidad, Cristóbal Vera Sarabia, y el comité local del Frente Popular organizó la defensa de la localidad.
Según consta en su hoja de servicios, además del personal de su sección, concentró también al de los puestos de las estaciones ferroviarias de San Pablo de Buceite, Castellar de la Frontera y Jimena de la Frontera, “y al ocuparse ésta por el Ejército Nacional no fue habido”, dándosele por desaparecido. El 27 de enero siguiente sería dado de baja definitiva por abandono de destino en el Ejército, y por lo tanto también del Cuerpo de Carabineros. Junto a fuerza a sus órdenes y numerosa población civil, huyó de Jimena hacia Málaga antes de la entrada de las tropas sublevadas.
Hecho prisionero al final de la contienda, durante la que había ascendido al empleo de capitán por méritos de guerra, fue juzgado en consejo de guerra celebrado en Valencia. Se le condenó como autor del delito de adhesión a la rebelión militar, en sentencia firme de 17 de agosto de 1939, a la pena de 30 años de reclusión mayor, con las accesorias de pérdida de empleo, interdicción civil durante la condena e inhabilitación absoluta. Por orden ministerial de 11 de noviembre de 1943 se le concedió la libertad condicional cuando estaba cumpliendo condena en la prisión central de Burgos. El consejo de ministros celebrado el 31 de mayo siguiente le conmutaría la pena inicial por la de 6 años y un día.
A diferencia de la firme actitud de Carabineros, la reacción inicial de los tres comandantes de puesto de la Guardia Civil en el municipio de Jimena de la Frontera, sin oficial in situ que les diera órdenes concretas, fue la de acuartelarse y permanecer atrincherados en las casas-cuarteles a la espera de recibir instrucciones de su cadena de mando. Transcurrida una semana, no sin ciertas vicisitudes, se replegarían sobre San Roque, en algunos casos incluso con familiares, para ponerse a las órdenes del teniente Ojanguren.
Para entender mejor la razón de ello es imprescindible ser conscientes de la ausencia de medios de comunicación para conocer lo que realmente estaba sucediendo, de la férrea diciplina interna de la Benémérita cuyas órdenes se reciben exclusivamente por conducto de sus mandos orgánicos y las instrucciones particulares que entonces se tenían.
En relación a esto último hay que significar que se encontraba entonces en vigor la “Circular Muy Reservada”, núm. 278, de 16 de diciembre de 1933, dictada por la Inspección General de la Guardia Civil, siendo su titular el general de brigada de Artillería Cecilio Bedia de la Cavallería, relativa a prevenciones sobre concentración de la fuerza de los Puestos en caso de subversión.
La misma comenzaba su texto diciendo: “Atento el mando a las enseñanzas y experiencias que ha proporcionado el reciente movimiento anárquico en las múltiples facetas de su desarrollo y en cuanto ha tenido relación con el ataque sistemático a los Puestos Rurales de escasa dotación y adquirido conocimiento de la táctica empleada por los elementos revolucionarios, …”.
Continuará.
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