Vicisitudes durante la Guerra Civil (I)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXXIII)
El gobernador militar del Campo de Gibraltar solicitó que el teniente Odón Ojanguren Alonso fuera habilitado para el empleo de capitán por sus "relevantes servicios"
Fracasada la sublevación militar y degenerada la situación en una fratricida guerra civil, las vicisitudes personales y profesionales de los guardias civiles destinados en San Roque el 18 de julio de 1936, fue dispar a lo largo de la misma.
Al igual que la mayoría de los destinados en el Campo de Gibraltar, todos se sumaron a la rebelión. En la provincia de Cádiz, al contrario que en otras de Andalucía y del resto de España, fueron muy pocos los que permanecieron leales al gobierno de la República. Quienes lo hicieron lo pagaron con su vida o fueron encarcelados y separados del servicio. Lo más afortunados se exiliaron al finalizar la contienda siendo dados de baja definitiva.
Según el Anuario Militar de España, editado en 1936 por el Ministerio de la Guerra y cerrado a fecha 30 de abril de dicho año, la Guardia Civil tenía 34.391 hombres (1 inspector general, 5 generales de brigada, 26 coroneles, 74 tenientes coroneles, 124 comandantes, 318 capitanes, 575 tenientes, 380 alféreces, 13 médicos, 3 profesores veterinarios, 716 brigadas de infantería y 137 de caballería, 1.780 sargentos de infantería y 194 de caballería, 2.188 cabos de infantería y 438 de caballería, 531 cornetas de infantería y 167 trompetas de caballería, 1.708 guardias primeros de infantería y 238 de caballería, 21.909 guardias segundos de infantería y 3.563 de caballería.Todos ellos estaban a su vez encuadrados en la Inspección General, 5 Zonas, 24 Tercios, 59 Comandancias, 209 Compañías, 8 Escuadrones, 739 Líneas, 3.139 Puestos y el Colegio de Guardias Jóvenes.
Diversos historiadores, si bien no concuerdan sus cifras con exactitud pues es tarea imposible dada la diversidad de fuentes para su contabilización, consideran que aproximadamente la mitad de los guardias civiles se mantuvieron inicialmente leales al gobierno de la República. De ellos entre tres mil y cinco mil, según autores, se fueron pasando a la zona sublevada en los primeros meses. El resto que no falleció por diversas causas durante la contienda ni se exilió al finalizar la misma, fue objeto sin excepción, de rigurosos expedientes de depuración de conducta.
El resultado de ello fue que la mayoría no fue condenado ni separado del servicio pero el tiempo que sirvieron en el bando gubernamental no se les contabilizó a efectos de perfeccionar derechos pasivos para su pensión y en todos los informes que se les emitió a lo largo del resto de su carrera profesional se hizo constar, al igual que en sus hojas de servicio, que habían estado en “zona roja”. Una minoría sería juzgado en consejos de guerra y condenado a penas de muerte -siendo fusilados- o de prisión, siendo encarcelados y separados del servicio en tal caso.
Habida cuenta que en nuestra guerra civil 1936-1939 tuvo suma importancia el factor “lealtad geográfica”, es decir, se permanecía leal al bando que triunfó en los días siguientes en cada localidad, podría prácticamente afirmarse que los guardias civiles de San Roque si hubieran estado destinados donde inicialmente hubiese fracasado la sublevación militar, no se hubieran sumado a la misma.
De hecho, en la mayor parte de los puestos donde inicialmente no se recibieron órdenes concretas, en uno u otro sentido, dada principalmente la falta de enlace telefónico, se acuartelaron y se mantuvieron a la expectativa hasta que se aclaraba la situación. Y ello, incluso a pesar de que parte de los partidos políticos y sindicatos integrantes del Frente Popular habían sido muy beligerantes y hostiles contra el benemérito Instituto durante los cinco años de régimen republicano. Realmente fueron una minoría los guardias civiles, en el conjunto del país, que se incorporaron inmediata y entusiasmadamente a la sublevación militar. Y muy escasos los que participaron en la trama conspirativa.
Como ya se relató en el capítulo correspondiente los miembros del Cuerpo que estaban en San Roque el 27 de julio de 1936 y defendieron la casa-cuartel frente a la columna procedente de Málaga, eran el teniente Odón Ojanguren Alonso, el brigada Juan Colodrero Vergara, el guardia 1º Antonio Ruiz Sánchez y los guardias 2º Rodrigo Vázquez Villalobos, José Pareja Gámez, José Espinosa Sánchez, José Montes Gil, José Barragán Vega, Manuel Medina Martín, Antonio Pacheco Sánchez y José Corbacho Franco. Sus vicisitudes sobre dicho hecho ya fueron detalladas.
El teniente Ojanguren, natural de Trubia (Asturias), tenía 28 años de edad y llevaba destinado como jefe de la línea de San Roque desde abril de 1935, procedente de la línea de Fraga (Huesca). El 1º de septiembre del año siguiente pasó destinado a La Línea de la Concepción tras la muerte del teniente Valeriano Silva Franco, como consecuencia de las heridas sufridas en los combates del Guadiaro. A efectos de vigilancia de servicios pasó a agregársele la línea de San Roque hasta mediados de octubre que cesó al pasar ésta a depender de la línea de Tarifa. Se le agregó entonces la línea de Jimena de la Frontera.
En enero de 1937 cesó en tales cometidos al hacerse cargo hasta fin de noviembre, del mando accidental de la Compañía de Algeciras ya que su titular, el capitán Miguel Romero Macías, había sido nombrado cajero de la Comandancia de Cádiz y tuvo que desplazarse a la capital.
Durante ese periodo sus servicios prestados, además del peculiar de la Guardia Civil, debieron de ser de gran interés para el gobierno militar del Campo de Gibraltar. Su titular, el coronel de Infantería Francisco de Borbón y de la Torre, solicitó en septiembre de dicho año al inspector general del benemérito Instituto, general de brigada de Infantería Ricardo Serrador Santés, con residencia en Valladolid, que fuera habilitado para el empleo de capitán. Puso en valor que Ojanguren había prestado y seguía prestando “relevantes servicios a nuestra Santa Cruzada desde el primer día del Glorioso Movimiento, siendo de especial mención la heroica defensa de la Casa-Cuartel de la Guardia Civil de San Roque”, exponiendo que además de ser felicitado por sus superiores jerárquicos, la comisión gestora del ayuntamiento le había concedido poner su nombre a una calle. Concretamente se trataba de la calle Herrería, donde se encontraba el mentado acuartelamiento, ostentando tal denominación hasta la transición democrática.
El coronel Borbón siguió insistiendo en su escrito sobre los méritos de Ojanguren: “Como conocedor del Campo de Gibraltar, ha desempeñado importantísimos y valiosos servicios, siendo en todo momento un eficaz colaborador del mando”. Además de desempeñar el mando accidental de la Compañía de Algeciras a plena satisfacción de sus superiores, se hacía constar también que había prestado “muy buenos servicios” en la Sección del Servicio de Información Militar (SIM) del mentado gobierno militar. Sin embargo, a pesar de todo ello el inspector general resolvió no acceder a ello, habida cuenta que existían en la Guardia Civil muchos oficiales en situación similar.
A finales de diciembre fue destinado a prestar sus servicios en el Ejército del Norte, que en esas fechas operaba en el frente de Aragón. Ello fue habitual durante la contienda con la oficialidad del Cuerpo, en unos casos para integrarse en unidades de Infantería y en otros, en compañías expedicionarias de la Guardia Civil con funciones de policía militar.
Continuará.
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