El testimonio del cabo Salvo sobre el ataque de Casas Viejas
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LIII)
Es la primera vez que se publica en la prensa, 88 años después, la declaración que prestó en un expediente interno de la Guardia Civil
El 21 de mayo de 1934 comenzó la vista oral de la causa instruida contra el capitán de Artillería Manuel Rojas Feigenspan, acusado de ser el responsable del asesinato, por fuerzas de Asalto del Cuerpo de Seguridad, de doce vecinos de Casas Viejas cuando se encontraban detenidos.
Uno de los testigos principales fue el ya cabo Pedro Salvo Pérez, natural de San Roque y superviviente del ataque anarquista contra la casa-cuartel el 11 de enero de 1933. Al inicio del juicio estaba destinado en el puesto de Minas de El Castillo de las Guardas, perteneciente a la Comandancia de Sevilla, si bien se encontraba concentrado en el puesto de Algeciras de la Comandancia de Cádiz.
Su celebración, que levantó gran expectación en la prensa de la época, fue en la audiencia provincial de Cádiz, cuya jurisdicción comprendía entonces trece partidos judiciales. Sus cabezas y pueblos eran: Algeciras (Algeciras, Ceuta y Tarifa), Arcos de la Frontera (Arcos, Algar, Bornos, Espera, Prado del Rey y Villamartín), Cádiz, Chiclana de la Frontera (Chiclana, Conil de la Frontera y Vejer de la Frontera), Grazalema (Grazalema, Benaocaz, El Bosque, Ubrique y Villaluenga del Rosario), Jerez de la Frontera (dos partidos dada su gran extensión), Medina Sidonia (Medina, Alcalá de los Gazules y Paterna de Rivera), Olvera (Olvera, Alcalá del Valle, Algodonales, El Gastor, Puerto Serrano, Setenil, Torre Alháquime y Zahara), Puerto de Santa María (El Puerto, Puerto Real y Rota), San Fernando, Sanlúcar de Barrameda (Sanlúcar, Chipiona y Trebujena) y San Roque (San Roque, Jimena de la Frontera, La Línea de la Concepción, Los Barrios y Castellar de la Frontera).
El palacio de justicia gaditano, derribado hace ya más de cincuenta años, estaba ubicado en la entonces denominada plaza Rafael Guillén, dedicada a un alcalde republicano de Cádiz en el siglo XIX. Antigua plaza de la Reina es la actual Martínez Campos. La audiencia provincial tenía sólo dos salas. La primera despachaba las causas instruidas en los partidos judiciales de Cádiz, San Fernando, Chiclana, Grazalema, San Roque y Medina Sidonia, mientras que la segunda veía las de Jerez, Puerto de Santa María, Arcos, Algeciras, Olvera y Sanlúcar. Casas Viejas era entonces una pedanía de Medina.
El cabo Salvo prestaría declaración como testigo en las tres causas judiciales que hubo sobre Casas Viejas así como ante una comisión parlamentaria que se constituyó para investigar sobre los sucesos. Sin embargo, la manifestación prestada en un procedimiento interno instruido por la Guardia Civil es prácticamente desconocida.
Se trató del expediente de juicio contradictorio abierto a favor del sargento Manuel García Álvarez, comandante del puesto de Casas Viejas, muerto a consecuencia de los disparos recibidos durante el ataque. Su apertura fue dispuesta mediante Orden General del Cuerpo fechada el 5 de abril de 1933, por el inspector general de la Guardia Civil, general de brigada de Artillería Cecilio Bedia de la Cavallería.
La viuda del referido sargento, Ramona González Milán, había instanciado “en súplica de que se le conceda a su difunto esposo el ingreso en la Orden Militar de San Fernando”. Ésta, conforme al reglamento entonces vigente, tenía por objeto premiar los “heroicos servicios militares de campaña”.
La defensa de la casa-cuartel de Casas Viejas por cuatro componentes del benemérito Instituto frente a una numerosa turba armada, había sido incluida en el decreto del Ministerio de la Guerra, de 18 de enero de 1933, declarándolo “hecho de guerra”.
Como instructor del expediente se nombró al capitán Pablo Incera Vidal, jefe del escuadrón de caballería en Jerez, posteriormente continuado por el de igual empleo, Federico Montero Lozano, destinado en el 4º Tercio Móvil (Madrid) y futuro jefe de la compañía de Jerez.
Mucho se ha difundido sobre los asesinatos de los campesinos por Rojas y los suyos pero poco de la muerte de los dos guardias civiles. La declaración del cabo Salvo en el expediente fue reproducida en la Orden General de 25 de abril de 1935.
Ante el capitán Incera manifestó que sobre las seis horas del 11 de enero de 1933, hallándose acostado en su habitación, oyó en la puerta de su pabellón unos golpes, al mismo tiempo que le decían con insistencia que se armase y saliese enseguida porque se hallaban copados. Acto seguido se preparó y bajó al patio, donde se hallaban su sargento y el guardia 2º Manuel García Rodríguez, disponiéndose aquél a salir al exterior del cuartel para verificar un reconocimiento, lo cual realizó acompañado del declarante.
Según relató, al volver la esquina izquierda del cuartel sonó a su espalda, es decir, frente a la fachada principal, un disparo de escopeta. Se volvió rápidamente y efectuó dos disparos con su fusil en dirección a una casa en construcción, donde observó gente armada con escopetas. Había resultado herido en una pierna por perdigones, con carácter leve y no sería atendido hasta las veinte horas de ese mismo día.
Al ser contestado desde el edificio que había enfrente con dos disparos más, se replegó junto a su sargento al interior del acuartelamiento. Cuando estaban cerrando la puerta del mismo, hicieron desde el exterior una nueva descarga contra ella si bien no produjo daño alguno.
Una vez dentro del cuartel recibió orden de su sargento para que permaneciera en el patio defendiendo la puerta de entrada mientras los otros tres componentes del puesto se prestaban a hacerlo desde las ventanas de la planta superior. Permaneció allí hasta que avisado por el guardia 2º Manuel García de que arriba había heridos, subió a prestarle auxilio, encontrándose al sargento que había sido alcanzado de un disparo, al parecer de gravedad. Estaba todavía de pie en el interior del pabellón del declarante. También vio al guardia 2º Ramón García Chuecos, tendido en el suelo y con una herida en la cabeza de aspecto también grave.
Seguidamente entre él y el guardia 2º Manuel García le llevaron a la cama del declarante, insistiendo al sargento para que también se acostase, cosa que no pudieron conseguir ya que se negaba a ello. Se dedicó entonces a seguir defendiendo la fachada delantera del cuartel desde una de las ventanas, puesto que desde el exterior continuaban haciendo disparos. Mientras tanto su compañero defendía la parte posterior.
Transcurrido algún tiempo, el sargento, que constantemente les había estado dando ánimos e instrucciones, comenzó a decaer, sin duda debido a la gravedad de la herida y la pérdida de sangre que había sufrido, por lo que entre los dos guardias le trasladaron a la cama donde se encontraba el otro herido. Una vez lo dejaron acostado continuaron atendiendo la defensa del acuartelamiento, hasta que aproximadamente transcurridas unas cuatro horas llegaron fuerzas del Cuerpo al mando del sargento Rafael Anarte Viera, “librándoles de la situación crítica en que se hallaban”.
Anteriormente, en evitación de que los que intentaban asaltar la casa-cuartel consiguiesen hacerse con los fusiles de los dos heridos mortales, habían procedido a quitarles los cerrojos y esconderlos, dejándolos así inutilizados.
Los familiares que vivían en la casa-cuartel (inmueble alquilado) habían podido refugiarse en el edificio contiguo tras abrir un boquete en la pared que los separaba.
Continuará.
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