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El repliegue del puesto de Buceite (II)

LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXIV)

La única fuerza militar que había en la población era el puesto de la Guardia Civil, mandado por el sargento Antonio Casablanca Romero

Ficha de Antonio Casablanca Romero siendo brigada de la Guardia Civil en 1937.
Jesús Núñez - CORONEL DE LA GUARDIA CIVIL - DOCTOR EN HISTORIA

05 de julio 2021 - 03:20

San Roque/Durante los primeros días que siguieron a la sublevación militar no ocurrió incidente violento alguno en la barriada de San Pablo de Buceite, sólo calma tensa y expectante. La única fuerza militar que había en la población era el puesto de la Guardia Civil, mandado por el sargento Antonio Casablanca Romero.

A diferencia de lo que ocurría en los otros dos núcleos urbanos del municipio (Jimena de la Frontera y San Martín del Tesorillo) no había en Buceite puesto de Carabineros, razón por la cual el vecindario, mayoritariamente afecto al Frente Popular, estaba pendiente de cuál sería la reacción de la Benemérita local.

Casablanca no se sumó inicialmente a la rebelión, aunque posteriormente asegurase que lo había hecho desde el primer momento, ni declaró el estado de guerra. Tampoco adoptó postura alguna contraria al alzamiento. Se limitó, con prudencia e inteligencia, a acuartelarse con sus guardias civiles y familias en espera de recibir instrucciones de sus superiores o al menos tener noticia contrastada de lo que realmente venía sucediendo más allá de la barriada para poder tomar una decisión.

Según consta en su hoja de servicios, “el 19 de Julio y con motivo del Glorioso Movimiento Nacional se adhirió a él desde el primer momento, por cuyo motivo se planteó la huelga inopinadamente, general y revolucionaria, apareciendo aquella noche la barriada y extramuros vigilados por el comité, todos armados de escopetas y tercerolas, por lo que reunió la fuerza del puesto para aprestarse a la defensa de la casa-cuartel en el caso probable de que fuera atacado”.

Pero ni hubo agresiones de ningún tipo ni se produjeron entonces daños entre las personas desafectas al gobierno del Frente Popular ni contra sus propiedades. No se produjeron detenciones preventivas en los primeros días y sólo se procedió a la requisa de armas de fuego, principalmente largas, que era lo que había.

Aunque existe una pequeña diferencia de fecha entre lo que figura en el historial militar de Casablanca y su instancia de 1962 mencionada en el capítulo anterior, lo que sucedió fue lo siguiente: el 24 de julio recibió un telegrama remitido por el brigada Francisco Torrubia Mateos que había sido nombrado jefe accidental de la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, tras la detención y destitución del teniente coronel Aquilino Porras Rodríguez y resto de jefes y oficiales residentes en la cabecera de la misma.

En dicho telegrama le daban la orden de trasladarse con la fuerza de su puesto hasta el limítrofe de Jimena de la Frontera para ponerse a las órdenes del teniente de Carabineros Manuel Martínez Mora. Éste era el jefe de la 3ª Sección, con residencia en dicha población, encuadrada en la 3ª Compañía de Puente Mayorga (San Roque), perteneciente a la Comandancia de Algeciras.

La razón de ello era que el mando militar más caracterizado en Jimena lo ostentaba dicho oficial aunque perteneciera a otro Instituto del Ejército. Se trataba del comandante de la plaza, y además, lo más importante, era de acreditada lealtad al gobierno de la República.

Tras el fracaso de la sublevación militar en la provincia de Málaga el propósito inicial fue fortalecer la presencia de las fuerzas gubernamentales y milicias del Frente Popular en aquellas localidades gaditanas limítrofes que permanecían leales. Y desde ellas proyectar ataques contra las poblaciones más próximas que estaban en poder de los sublevados con el objeto de conquistarlas. San Roque era por lo tanto el objetivo principal más cercano. Por tal motivo los puestos de la Guardia Civil y de Carabineros que estaban en la zona gubernamental de la provincia de Cádiz pasaron a depender de las Comandancias de sus respectivos Cuerpos en Málaga.

Respecto a la Guardia Civil desplegada en los tres puestos ubicados en el municipio de Jimena de la Frontera hay que significar que como estaba vacante el mando titular de su línea, tras haber sido destinado el 18 de junio de 1936, el teniente Alfredo Fernández Fernández a la línea de Rota, se había hecho cargo interino de su jefatura el brigada Salvador Carrasco Zurita. No obstante, al producirse justo un mes más tarde la sublevación militar, resultó que se encontraba de baja médica por enfermedad desde el 3 de julio, por lo que tampoco impartió orden alguna a los dos puestos subordinados de Buceite y Tesorillo. El día 22, presionado por la situación, se daría de alta para el servicio.

Por lo tanto, el más caracterizado de la Benemérita del municipio pasó a ser el cabo Casablanca, ascendido pocos días después a sargento. Pero ni tenía posibilidad de enlazar con el jefe de la línea limítrofe de San Roque, teniente Odón Oscar Ojanguren Alonso, ni con el capitán Miguel Romero Macías, jefe de la Compañía de Algeciras. Por supuesto, impensable hacerlo con su jefe de Comandancia en Cádiz, teniente coronel Vicente González García.

Respecto al brigada Carrasco hay que significar que era natural de San Roque y estaba casado con una vecina de dicha localidad aunque natural de La Línea de la Concepción. En el empleo de sargento, entre julio de 1933 y enero siguiente, había estado destinado como comandante de puesto en la pedanía sanroqueña de Campamento de Benalife, procedente del puesto de Cádiz. Ascendido a sargento 1º fue destinado como comandante del puesto de San Roque, donde se incorporó el 19 de enero de 1934.

Pero tras cumplir una sanción disciplinaria fue destinado el 5 de junio siguiente a Jimena de la Frontera, haciéndose cargo del puesto de la residencia veinte días después. La razón del arresto impuesto inicialmente por el capitán Romero, aumentado posteriormente por el coronel Fulgencio Gómez Carrión, jefe del 16º Tercio (Málaga), había sido su falta de celo profesional tras el intento frustrado de incendiar, a mediados de febrero de 1935, la vivienda del párroco de Palmones, protagonizado por personas desconocidas.

La vigilancia de dicha aldea, si bien pertenecía al municipio de Los Barrios, estaba encomendada al puesto de la Guardia Civil de San Roque. Dos días después del suceso se presentó el capitán Romero en el lugar de los hechos y al tener conocimiento de que todavía el sargento 1º Carrasco no se había personado para comenzar a instruir diligencias tendentes a la detención de los autores, procedió a adoptar medidas disciplinarias.

Una vez cumplida la sanción impuesta en su pabellón de la casa-cuartel de San Roque, al haber sido con perjuicio del servicio y haber tenido trascendencia, su entonces jefe de Comandancia, el teniente coronel Sebastián Hazañas González, estimó conveniente que no constituía buena imagen para el Cuerpo que continuase prestando servicio en la misma demarcación. Por tal motivo ordenó su traslado forzoso a Jimena de la Frontera.

A este respecto hay que significar que dado que uno de los pilares del benemérito Instituto era la ejemplaridad de sus componentes en el cumplimiento del servicio, era habitual que quienes cometiesen una infracción disciplinaria que tuviera trascendencia, una vez cumplida la correspondiente sanción fueran destinados con carácter forzoso a otra unidad. Realmente se trataba de una segunda sanción que sufría no sólo el afectado sino toda su familia.

(Continuará)

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