El repliegue del puesto de Buceite (III)
LA GUARDIA CIVIL EN SAN ROQUE (LXXV)
Casablanca se encuentra en Jimena a milicianos y carabineros armados y organizándose para unirse a una columna procedente de Málaga que pretendía atacar San Roque y La Línea
A primera hora del 25 de julio de 1936, el sargento Antonio Casablanca Romero, comandante del puesto de la Guardia Civil en la barriada de San Pablo de Buceite, comenzó a cumplimentar lo ordenado por el nuevo jefe de la Comandancia de Málaga.
Tal y como se relató en el capítulo anterior, la orden recibida vía telegráfica disponía la concentración urgente de los efectivos de dicha unidad en Jimena de la Frontera, al objeto de ponerse a disposición del teniente jefe de la sección de Carabineros allí establecido.
Según consta en su hoja de servicios, redactada en 1937 con la información facilitada por el propio interesado, “al llegar a dicho punto, tuvo que adoptar precauciones para entrar en la casa-cuartel pues ésta se hallaba rodeada de milicianos”.
Más explícito fue años más tarde cuando relató lo sucedido en la instancia suscrita en 1962, mencionada en un capítulo anterior, pues expuso que estando acuartelados en Buceite, “atentos al receptor” (de radio) para conocer el desarrollo de los acontecimientos, marcharon a Jimena en cumplimiento del citado telegrama, “raro en su redacción”.
Cuando entraron en la población vio “muy contrariado que la Casa-Cuartel se hallaba materialmente rodeada de milicianos y carabineros armados con fusiles y escopetas”. En Jimena había pasado lo mismo que en otras muchas localidades en las que su población era mayoritariamente afecta al Frente Popular. Al no pronunciarse abiertamente el puesto de la Guardia Civil en contra de la sublevación militar y acuartelarse preventivamente en espera de instrucciones de su cadena de mando, se generó inmediatamente un clima de desconfianza contra sus componentes, pasándose inmediatamente a vigilar ostensiblemente sus movimientos.
La hoja de servicios de Casablanca, siempre más lacónica que su posterior instancia, continuaba relatando que “una vez dentro, se puso al habla con el Comandante del puesto, brigada Don Salvador Carrasco Zurita, encontrándose de que el objeto de la concentración no era otro que el de organizar una pequeña columna al mando de un Teniente de Carabineros que debía marchar a San Enrique de Guadiaro, para unirse a otra más fuerte salida de Málaga, con el fin de atacar a las fuerzas Nacionales en San Roque y La Línea”.
Nuevamente volvió a ser más explícito en la instancia de 1962, pues tras hablar con el brigada Carrasco, “su Jefe de Sección”, se enteró “que el motivo de la concentración no era otro que el de formar una pequeña columna al mando del Teniente de Carabineros apellidado Martín Mora, masón y comunista declarado, debían marchar al puente sobre el Río Guadiaro, en la carretera de Málaga, donde se unirían a otra mayor procedente de la capital malagueña para atacar a la Ciudad de San Roque defendida por escasos núcleos de soldados de Infantería, Regulares y Guardias Civiles”.
Hay que hacer un inciso para explicar que si bien no se ha localizado documentación que acreditase su supuesta ideología comunista en esas fechas, sí lo reseña ampliamente el catedrático Manuel de Paz Sánchez en su obra Militares masones de España. Diccionario biográfico del siglo XX. Citado como Manuel Martínez-Mora Núñez, se inició a finales de 1931 en la logia Fénix nº 66 de Jimena, afiliándose en marzo de 1934 a la logia Renovación nº 72 de La Línea de la Concepción. Según el autor su actividad masónica debió ser importante, pues en abril siguiente, fue designado “Venerable Maestro honorario por la logia Germinal nº 96”, de San Roque.
Continuando el relato de Casablanca en su hoja de servicios consta que como todo ello “lo consideraba como una traición al movimiento Salvador de España, el comprendido en este documento con las fuerzas de ambos puestos, excepto el Brigada que no quiso unirse a dicha fuerza, dispuso la evacuación del Cuartel, no sin antes asegurar las mujeres y niños”.
Una vez más Casablanca se explayó en su instancia de 1962: “el exponente con su empleo de Sargento, hubo de proponer a su jefe Brigada Carrasco, que con las fuerzas que él disponía, 1 Cabo y 7 Guardias más las que estaban bajo mis órdenes, eran suficientes para lanzarse a la calle, sorprender a los milicianos, declarar el estado de guerra y tomar la población”.
Dicha propuesta fue rechazada por su superior jerárquico alegando “eso no es posible, son más numerosos que los nuestros y además cuentan con el apoyo del gobierno y del populacho”. Entonces el sargento Casablanca, “en vista de esta negativa y conocido el carácter pusilánime e irresoluto del Brigada, le hice una nueva proposición que consistía en romper el cerco de milicianos y marchar a la Zona Nacional, a lo que igualmente se negó, pretextando que él era incapaz de hacer traición al gobierno legítimo”.
Seguidamente Casablanca realizó una sorprendente afirmación que no figuraba en su hoja de servicios: “el firmante en un arranque de elevado patriotismo, depuso del mando a su Jefe, tomando el mando de la fuerza de ambos Puestos y poco a poco fue pulsando la opinión de sus subordinados, aunando criterios y conviniendo al fin marchar a la Ciudad de San Roque, distante unos 40 kilómetros, lo que se efectuó no sin grandes dificultades y riesgos, en la noche del 30 de Julio, invitando por última vez al Brigada para que nos acompañara, negándose una vez más”.
Realmente es imposible conocer la verdad de lo sucedido pues sólo hay constancia de la versión de Casablanca ya que como se verá en su momento, Carrasco tuvo un trágico y violento final. Conociendo el estricto sentido de la disciplina que en aquella época imperaba en el benemérito Instituto resulta extraño que un sargento comandante de puesto depusiera del mando a su superior jerárquico, brigada jefe accidental de la línea. Es cierto que la tensa situación que se estaba viviendo a finales de julio de 1936, con una incipiente guerra civil, pudo provocar que se quebrasen unos principios tan vitales en la Guardia Civil como eran la disciplina y la obediencia debida.
También es verdad que en la hoja de servicios de Carrasco constan numerosas bajas médicas por lo que su estado de salud debía ser bastante precario. De hecho, se encontraba enfermo en su pabellón cuando se inició la sublevación y no se reincorporó al mando de la unidad hasta transcurridos algunos días. Y por último, el año anterior había sido sancionado disciplinariamente por falta de celo profesional y trasladado con carácter forzoso de San Roque a Jimena. Todo ello pudo influir en su estado de ánimo y evitó que a pesar de su superior responsabilidad de mando se impusiera a Casablanca, dejándole finalmente hacer. No obstante, lo cierto es que se mantuvo firme, a pesar de las presiones recibidas, y cumplió lo que dijo de ser “incapaz de hacer traición al gobierno legítimo”.
Conforme a la Ley de Orden Público, de 28 de julio de 1933, se podían declarar tres estados excepcionales por el gobierno de la República: de Prevención, de Alarma y de Guerra. En éste último se suspendían todas las garantías constitucionales y asumía el mando la autoridad militar, pero en julio de 1936 no fue decretado por el gobierno legítimo.
Continuará.
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