María Terremoto, todo un torrente de voz y sentimiento en la Bienal de Canela
La jerezana recordó mucho a los Morente, entre otros grandes de los que dejó rastro
Enganchó a quienes asistieron a su espectáculo desde el primer momento
San Roque/El público que asistió anoche al teatro Juan Luis Galiardo, en el cierre del segundo fin de semana de la V Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque, disfrutó una sesión de cante flamenco completa, enorme, de la mano de María Terremoto. La jerezana demostró desde el primer minuto que tiene voz poderosa, un sentido profundo del arte heredado en su familia y en Jerez, y propio pese a su juventud.
Se arrancó con lo que fue en su día bulería y ya es canción, entonces cantada por Lole y Manuel. “Si yo pudiera ver las manillas del reloj del tiempo… Ay quien pudiera, cerrar los ojitos y que el tiempo pasara …. todo es de color”. A solas, sin más recurso que su voz, que dominó como pocas cantaoras, modulando un grito que parecía máximo para pronto demostrar que no, que puede ser más alto, sin perderse.
Continuó por caña y una rondeña, con el acompañamiento de Nono Jero en la guitarra, Paco Vega en la percusión, y Diego Valencia y Cantarote en las palmas y jaleos. Jero dejó su sello en muchos momentos con su guitarra, hijo de la estirpe de los Carrasco, con su tió Periquin y su padre Antonio Jero.
“Entré en el jardín de Venus por buscar la flor que amaba, ay, y encontré a la lis morena, que era la flor que yo buscaba para el alivio de mis penas”, cantó por malagueña en tono de granaína de Enrique Morente, rematada con un fandango abandolao con aire de verdiales. Los oles salieron al unísono desde el patio de butacas.
Jero, Vega, Valencia y Cantarote entonaron una bulería vertiginosa, mientras la jerezana se cambiaba, para luego arrancarse por parte de una falseta de tangos que recordaba a Paco de Lucía, y cuya letra cantaba la Niña de los Peines, y siguió por tangos de Pepico que en su día grabó Estrella Morente. Si quedaba duda sobre su torrente, María dejó micrófono y cantó a capela, dominando el escenario.
Entró en el terreno de las alegrías, dejando un sabor inmenso, para luego llegar a las bulerías, en ese camino tan rico en arte flamenco que va de Cádiz a Jerez. María creció en el barrio jerezano de Santiago, y por ahí empezó su serie de bulerías. Ya descalzada, volvió a dejar el micrófono y bailó, con una pataita de las que llegan. Regaló unos fandangos: "Del color de los trigales tiene mi niño su pelo...".
El cante de Maria se ha serenado para dar su espacio a los silencios y a los graves, tan necesarios en el cante, pero manteniendo, eso sí, la frescura, intensidad y flamencura de su voz intactas, con ese sabor jerezano de sello propio que ella encarna.
Fue de esas sesiones disfrutonas que uno desea que su final tarde en llegar. La estirpe de los Terremoto y la de los Jero inundaron de flamenco jerezano el Juan Galiardo de San Roque.
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