Las cofradías de Tarifa en la Edad Moderna (y III)
Retazos de Historia
El título de la Virgen del Sol fue elegido entre cristianos y árabes al convertirse éstos al cristianismo cuando la ciudad fue ganada a los moros en 1292
En la ermita de San Sebastián existían dos cofradías, la del mismo nombre y otra bajo la advocación de Jesús de las Penas
Las cofradías de Tarifa en la Edad Moderna (I)
Las cofradías de Tarifa en la Edad Moderna (II)

Tarifa/La Cofradía de NuestraSeñora de la Luz era “antiquísima”. En 1550 se menciona al entonces Hermano Mayor Juan Ruiz Moreno. A lo que se añade que “en el desaparecido libro de Remembranzas de los Señores Curas, constaba una para la ermita de Ntra. Sra. de la Luz que ya existía en 1568 y un poder para Roma, dado en el año 1589 ante el escribano Lorente López de Estrada, por Juan Ruiz Moreno, Hermano Mayor de Ntra. Sra. de la Luz a Pedro Álvarez y Fernando de Castro para sacar licencia del Padre Santo para un Jubileo el día de Ntra. Sra. de la Luz en su ermita”. De nuevo aparece una obligación en 1615 por sus hermanos para hacer la capilla de la ermita.
Datos que se completan con otros referidos al año 1588, en el que en el libro de remembranzas de los señores curas de Tarifa hay constancia de que el mayordomo de la cofradía Juan Rodríguez Cano, otorgó escritura ante el escribano Pedro Rivera, cediendo a censo a María Villanueva una huerta que la Cofradía de la Virgen poseía en la cañada de Jara. Asimismo, recogía que en 1617 realizó la fundación de capellanías en la ermita de Ntra. Sra. el alférez Francisco Bernal.
En el cabildo municipal de 14 de octubre de 1651, se hace mención al traslado de la ermita de la Virgen de la Luz a otro paraje, en concreto el obispo de Cádiz solicitaba información sobre “las utilidades e inconvenientes que tendrá mover la ermita de la Virgen de la Luz al sitio de Broncosillo”.
El corregidor don Alonso Moscoso y Brochero sometió el asunto al parecer y votos de los regidores. El capitán Diego de Morales comentó, que años atrás, se hizo un acuerdo por el que resultaba muy conveniente “mudar dicha ermita de donde está por se parte muy en forma y donde no se puede conservar los santeros que están limpiando dicha ermita y alumbrando la imagen” y se mudase al sitio del Bronconsillo “por ser parte y sitio muy sano… y la ciudad hizo gracia por lo que le tocaba de un pedazo de tierra que está junto a la parte donde se ha de hacer dicha ermita”. La ciudad nombró para ello diputados que señalaron dicha tierra “como consta en dicho acuerdo”. Su voto y parecer no podían ser más claros: era muy conveniente el mudar la ermita, porque “se pueda servir más bien hallando persona que esté en dicha ermita y que se escribiese por parte del ayuntamiento al señor obispo en “dicha conformidad”.
Sin embargo, el regidor y capitán Miguel de Ribera señalaba unos interesantes datos: “habrá ocho años que se halló en un cabildo que esta ciudad hizo donde fuere de parecer la Virgen Santísima de la Luz se venga al sitio que pretende mudarle y los días pasados se halló en otro de la iglesia mayor y fue de contrario parecer”. El cambio de opinión estaba motivado en que en aquel entonces se concedió a la cofradía de la Virgen, para el cambio de lugar, más de doscientos ducados sin que hubiera aprovechamiento alguno y que en el presente, según datos ofrecidos por los hermanos mayores, llevaban gastados más de 30 ducados en cortar leña y hacer un horno que se perdieron por la gran cantidad de lluvia, así que ahora opinaba que la imagen permaneciese en el mismo lugar; pues dicho sitio “es uno de los más ánimos que tiene esta ciudad fundada dicha ermita entre dos riberas de fuentes y riberas de molinos donde asisten de noche y de día mucha gente y tiene por cierto ser servicio de Dios Nuestro se quede en el sitio que está y este es su parecer”.
El corregidor vistos los pareceres u oponiones de los caballeros regidores” y ser la mayor parte en que se mude a sitio de Broncon se conforma con ellos y mando se escriba la carta a su ilustrísima en la conformidad de los estados y así lo dice”. La falta de muchos cabildos municipales no nos proporciona más información sobre la propuesta, pero la imagen ha seguido residiendo en su loma del paraje de Las Caheruelas.
En la visita pastoral de 1677, la cantidad alcanzada era de 377 reales favorables a la cofradía, mientras que las cuentas del año 1689 fueron registradas de manera más pormenorizada, destacando que la cofradía recibía fondos del hospital de la Santa Misericordia y que la cantidad resultante de ingresos y pagos era de unos 3.659 reales y 40 fanegas de trigo.
En el año de 1717 La hermandad de Nuestra Señora de la Luz recibía un tributo de 13 ducados y medio “muy pingües”, además de limosna en granos y “maravedíes”, por ser la “Santa Imagen la devoción de la ciudad”.
Otros datos sobre la hermandad de la Virgen de la Luz en el siglo XVIII fueron ya recogidos por nosotros en sendos artículos en la revista Aljaranda, mencionados en un pleito mantenido por la Hermandad de la Virgen de la Luz con la Archicofradía del Nazareno, y de los cuales ahora de nuevo hacemos mención:
Un protocolo notarial de 3 de julio de 1867, realizado por el notario Juan Balongo España, contiene una copia extractada de las cuentas de la Hermandad de la Virgen de la Luz correspondientes al período comprendido entre el 1 de mayo de 1731 y el 13 del mismo mes del año 1754, que fueron aprobadas sucesivamente por el obispo de la Diócesis Fray Tomás del Valle en sus visitas pastorales a la población. En el periodo comprendido entre el 1 de mayo de 1732 y el 31 de diciembre del 1736, la Hermandad registró unos ingresos de 16.882 reales y 8 maravedís, con unos gastos de 11.830 reales, por lo que su saldo fue de 5.052 reales y 8 maravedís.
En 1744, la muerte del tesorero de la Hermandad, el presbítero José de Sena, originó un cierto caos en la hacienda cofradiera, por lo que el obispo Fray Tomás del Valle determinó comisionar al vicario de las iglesias de Tarifa para que realizase las oportunas averiguaciones sobre las cuentas de la Hermandad; ingresando en sus arcas el saldo correspondiente de los diversos ejercicios contables que, según las últimas cuentas del tesorero, ascendían a un total de 11.165 reales y 32 maravedís, como asimismo del paradero de 552 pesos, 3 maravedís y 3 cuartillas de plata que procedentes de las reses vacunas de la Hermandad se destinaron como ayuda para amortizar el costo de la realización de unas andas de plata que necesitaba la señora, dándose igualmente y por último relación del producto del trigo vendido por la Hermandad que constaba en las cuentas del referido tesorero. Cinco años más tarde, en 1749, en una nueva visita pastoral, el ya mencionado Fray Tomás del Valle ordenó que la caja de depósitos de la Hermandad constase de tres llaves, una en manos del correspondiente tesorero y las otras dos en poder de los dos hermanos mayores, el eclesiástico y el seglar, mandando asimismo se destinasen todos los ingresos posibles a la terminación de las andas de la Virgen. En este apartado hemos de señalar que los ingresos de la Hermandad en este periodo fueron de 60 reales de vellón, con unos gastos de 30 reales, destinándose el saldo correspondiente a los gastos del culto de la Virgen del Palmar de la Luz.
Por último, en 1754, los ingresos de la Hermandad ascendían, desde la anterior aprobación, a 30.263 reales, mientras que los gastos alcanzaron la cifra de 22.548 reales y 16 maravedís, además de las onzas de plata destinadas a terminar las andas de la Virgen, que no se habían concluido.
Los hechos de su proclamación como patrona de Tarifa, han sido suficientemente divulgados por Francisco Terán Fernández, Jesús Terán Gil, Andrés Sarria Muñoz y Juan Antonio Patrón Sandoval y a sus obras remitimos.
La Hermandad de la Virgen del Sol, que tenía su sede en la ermita de su nombre, donde hoy se encuentra la oficina de Información y Turismo, era también antiquísima, en opinión del periodista del Diario de Cádiz Ramón Sánchez Moreno. “Según empolvados documentos la advocación de la Virgen del Sol data desde tiempos inmemoriales. Citándose que su curioso título de Sol fue elegido entre cristianos y árabes al convertirse éstos al cristianismo cuando la ciudad fue ganada a los moros en 1292”.
Sin embargo, la primera referencia a la existencia de la Hermandad data de un tiempo algo posterior: “En el año de 1594 hay un concierto entre el Mayordomo de la Virgen del Sol, Alonso de Acosta, con el albañil Juan Núñez para cerrar la media naranja de la ermita y demás obras de ella”. Lo que indica que por aquel entonces la obra aún no estaba concluida y que ya poseía órganos de gobierno propios de una cofradía, dato que se corrobora un año más tarde, en 1600, cuando el presbítero Francisco Guerra, en nombre de los hermanos de Nuestra Señora del Sol, realizaba ante el escribano Pedro Jiménez de Morales un protocolo de cesión a censo de un huerto propiedad de la Hermandad en la persona Antón María de Plasencia. Sin embargo, Francisco Terán Fernández situaba el origen de la cofradía en el año 1616. Ya el 9 de septiembre de 1633, el obispo de Cádiz Juan Plácido de Pacheco aprobó las primeras reglas de la cofradía, aunque de nuevo para Terán Fernández las primeras reglas habrían de esperar al año 1714.
A estas noticias nosotros añadimos, igualmente, las siguientes informaciones. En la visita pastoral de 1677 se registró un saldo o alcance de 1.064 reales y en 1689 era negativo en 1.005 reales. En 1714 tenemos un nuevo testimonio de nuevo un balance de cuentas presentadas por el hermano mayor Antonio Fernández, por el que conocemos que la cofradía recibía ingresos procedentes de limosna y donaciones de la actividad dominante entre sus hermanos “mareantes”, como el producto de la venta de pescado -caso del bacalao-, de fletes conseguidos y del ingreso como cuotas de hermanos que al parecer eran de 30 reales, e incluso donaciones en especie como el trigo, ingresos que ascendieron a 2.050 reales de vellón. Entre los gastos destacaban la compra de un caballo para el trigo del campo, los entierros de los hermanos y la celebración de la festividad de la Virgen, el 9 de septiembre, en la cual hubo por supuesto misa, fuegos artificiales y pólvora, hogueras, agasajos a los clérigos y oficiales del consejo municipal que asistieron, el laurel derramado en la iglesia, la cera blanca, las varas de listones para el manto de la Virgen o el tafetán encarnado para el vestido del niño Jesús, incluso el coste de dos anillos que se rifaron el día de la Virgen. Gastos que ascendieron 1.673 reales, por lo que el saldo era favorable a la cofradía en 355 reales. En la visita pastoral de 1717 la hermandad recibía un tributo de 11 ducados sobre una huerta de su propiedad más las limosnas y entradas de los hermanos.
Una de las últimas noticias sobre la Virgen del Sol antes de la destrucción de su ermita y las demás de extramuros durante la Guerra de la Independencia fue la de la visita pastoral realizada en junio del año 1786, en la que ante el estado de ruina de la ermita de San Sebastián se ordenó que la imagen de San Sebastián (suponemos que con las demás que había en su ermita) pasase a la del Sol y que la imagen de la Virgen fuera trasladada a la ermita de Santa María, nombrando por capellanes de la Virgen del Sol a Juan Meléndez y de San Sebastián a Juan Pedro Bilbao a quien encargaba de forma encarecida la continuidad de la práctica del rosario cantado en la nueva sede.
La Virgen quedó en Santa María hasta 1812, en que fue traslada a San Mateo donde fue colocada en la capilla del rosario. Tal vez por ello pasó a denominarse como Virgen del Rosario. En 1818 pasó al altar del Dulce Nombre de Jesús sustituyendo el lugar ocupado por un cuadro del niño Jesús que daba nombre al retablo.
Se ha sugerido que entre la hermandad del Sol y la Congregación de la Virgen de la luz existió cierta rivalidad que se sintetiza en los siguientes datos: a partir de 1789, coincidiendo con el traslado a Tarifa de la Virgen de la Luz para celebración de sus cultos septembrinos, los hermanos del Sol tuvieron roces más o menos graves con los hermanos de la Cofradía de la Virgen de la Luz. Incluso hubo una ocasión, en octubre de 1794, pasadas las fiestas tanto de la Virgen de la Luz como de la Virgen del Sol, en que el hermano del Sol, Salvador Fuentes, porfió alteradamente –así dice el dato– con el miembro de la hermandad de la Luz Luis Olmedo a consecuencia de unos candelabros que le habían sido prestados a la hermandad de la Luz y éstos no habían sido devueltos. Tanto se acaloraron ambos hermanos en la sacristía de San Mateo que el vicario José de Castro y Aragón tuvo que apartarlos, aun cuando ya Salvador Fuentes había estrellado una silla en la cabeza de Luis Olmedo.
Continuó su existencia hasta mediados del siglo XIX bajo diversas denominaciones como Hermandad del Sol, del Gremio de Mareantes o Vigilia del Sol o del Gremio de Mareantes.
En la ermita de Santa Catalina radicaba la cofradía del mismo nombre titular de los zapateros de la población y que en 1677 estaba alcanzada, según términos de la época en 110 reales. En la ermita existía una imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, procedente de la desaparecida San Telmo, una extensión a la Baja Andalucía de la devoción a la “morénica” de Andújar que también se había manifestado en el Gibraltar prebritánico, según el jurado Alonso Fernández de Portillo.
Por último, en la ermita de San Sebastián existían dos cofradías, la del mismo nombre alcanzada negativamente en 22 reales en las cuentas de 1677, y otra bajo la advocación de Jesús de las Penas, una imagen de Cristo sentado junto a la columna que desfilaba procesionalmente la noche del Miércoles Santo muy posiblemente acompañado por San Juan y una imagen de Nuestra Señora de los Dolores.
En las constituciones sinodales, realizadas durante la prelatura del obispo Antonio Zapata, de fecha 12 de marzo de 1591, consta ser día de fiesta el día de San Sebastián. Sínodo diocesano en el que estuvieron presentes los clérigos Juan Canas Bazán y el beneficiado Cristóbal Ruiz Canas, quienes llevaron las instrucciones a Tarifa.
En el testamento de Antonia Romana, realizado en el año 1606 ante el escribano Lorente López de Estrada, se instituía una memoria de misas, con vísperas, misa cantada, sermón y procesión, dejando para el predicador 16 ducados. Al parecer la ciudad, o ayuntamiento tenía voto de asistencia a dichas celebraciones.
Sabemos por lo demás que tras la guerra de la Independencia y la destrucción de su ermita la imagen de Jesús de las Penas fue trasladada a la ermita de Nuestra Señora de la Luz, sustituyendo a otra talla de Jesús que había sido destruida por los franceses.
Sobre la imagen de San Sebastián podemos decir que en la parroquia de San Francisco se conserva una talla de esa misma advocación, pero dudamos que sea la titular de la antigua ermita de su nombre. Es más, sabemos que cuando el artista local Manuel Reiné esculpió la imagen del Cristo Atado a la columna aprovechó partes de una antigua imagen de San Sebastián, tal vez la titular de una ermita, de la que solo queda el nombre de la calle que se fue formando en el siglo XIX, la calle San Sebastián.
Quedan aquí manifestadas la antigüedad y avatares de las cofradías tarifeñas que a partir del siglo XIX girarán en torno al Santo Cristo del Consuelo en la parroquia de San Francisco, Jesús Nazareno en su vieja iglesia de Santiago, y residente luego en Santa María y finalmente en la capilla de San Bartolomé y por supuesto Nuestra Señora de la Luz.
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