Una “desmasculinización” inconclusa

La idea de Francisco de dar a la mujer un “lugar más justo y adecuado” en la esfera eclesiástica despertó la polémica, sobre todo en el ala más ultraconservadora de la Iglesia

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El papa Francisco durante el Sínodo en el Vaticano, en octubre de 2024.
El papa Francisco durante el Sínodo en el Vaticano, en octubre de 2024. / RICCARDO ANTIMIANI (Efe)

Desde que en marzo de 2013 fue elegido como Papa en sustitución de Benedicto XVI, Francisco centró sus esfuerzos en reformar la Santa Sede, una tarea que provocó que se destaran resistencias contra su Papado y que el ala más ultraconservadora de la Iglesia mostrase sin ningún reparo su oposición a sus decisiones.

Una de las áreas en las que trató de dejar su impronta fue en el papel de la mujer en la Iglesia. Su idea de darles un “lugar más justo y adecuado” en la esfera eclesiástica despertó la polémica. Sin embargo, como en otros temas de calado, ha sido el propio Francisco quien ha pisado en seco el freno después de haber impulsado la iniciativa.

Desde el comienzo de su pontificado, la presencia de mujeres en el Vaticano fue en aumento. Francisco, que abogaba porque más mujeres ocupasen puestos directivos eclesiásticos, resaltó frecuentemente la dimensión femenina en la Iglesia, haciendo llamados para que más mujeres ocupasen puestos directivos eclesiásticos y a la necesidad de “desmasculinizar” la Iglesia.

Según Vatican News, el porcentaje de mujeres en el Vaticano pasó de representar el 19,2% en 2013 al 23,4% en 2023. Así, en 2016, Barbara Jatta fue designada directora de los Museos Vaticanos y, en 2022, Raffaella Petrini fue nombrada secretaria general de la Gobernación, un cargo habitualmente asignado a un obispo. Además, Francisco nombró en 2019, por primera vez, a siete mujeres en el dicasterio; hasta esa fecha, todos los miembros del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica habían sido hombres, lo que había generado algunas críticas internas debido a la ausencia de mujeres en puestos de toma de decisiones.

Punto de inflexión

El Sínodo de los Obispos celebrado en octubre de 2024 pretendía ser un punto de inflexión en este aspecto. La convocatoria de ese sínodo, un encuentro en los que los jerarcas católicos discuten asuntos importantes que afectan a la Iglesia, como la familia, el matrimonio o el sacerdocio, fue desde el primer momento innovadora. En ella se introdujo, de forma insólita, el voto femenino y se comenzó a afrontar el debate del rol de las mujeres en el catolicismo. Pero la complejidad de esta cuestión, que enfrenta las luchas feministas de muchos sectores eclesiásticos de mujeres a siglos de inmovilismo, sigue estancada. El documento final estableció que “no hay razones que impidan a las mujeres asumir roles de liderazgo en la Iglesia”, una conclusión muy inespecífica que, a día de hoy, se desconoce en qué se va a concretar.

Francisco había pedido explícitamente a los participantes del camino sinodal que no se centrasen en el tema del diaconado femenino. Ésta es la mayor reivindicación por la igualdad dentro de la Iglesia y supondría que las mujeres también pudiesen acceder al paso previo a que un cura sea ordenado sacerdote y permitiría, entre otras muchas tareas, celebrar la palabra. Sin embargo, el interés de Papa era que se trabajase “sobre el rol de las mujeres en la Iglesia” pidiendo a su dicasterio que explorase la posibilidad de desarrollo sin la ordenación sagrada. “Apresurarse pidiendo la ordenación de las diaconisas no es hoy la respuesta más importante para promover a las mujeres”, indicaron altos cargos cercanos a Francisco, porque “no resuelve la cuestión de las mujeres en la Iglesia” ya que considera que faltan pasos previos.

Este impasse aumentó la decepción de algunos sectores de la Iglesia, que habían puesto en ese camino sinodal todas sus esperanzas.

Como en otros temas de calado, Francisco pisó en seco el freno tras impulsar iniciativas

En la actualidad, la cantidad de creyentes de la Iglesia católica crece solo en el denominado sur global, especialmente en África. Allí, muchas religiosas realizan muchas más labores de las que exige su rol, igualando o incluso superando la importancia de un sacerdote. Esas mujeres son cruciales para el desarrollo religioso y social de algunas comunidades y parte de sus reivindicaciones se centran en hacer ver en Roma que ellas ya se hacen cargo de muchos aspectos porque no hay suficientes sacerdotes o porque atienden, simplemente, las necesidades de las parroquias en las que se encuentran.

Pero la gran reivindicación de las mujeres que luchan desde dentro se centra en un reconocimiento que no se base en su papel de cuidado y acompañamiento, sino que las incluya también en el poder decisional y administrativo, al igual que el que tiene un sacerdote.

La disminución de las vocaciones de sacerdotes en Occidente y el consecuente envejecimiento del clero son motores que dan alas a esa rebelión femenina. Y, junto a ello, la superioridad numérica de las mujeres en la Iglesia en todas las instancias. De acuerdo al Anuario Estadístico de la Iglesia de 2022, publicado por el Vaticano, hay más religiosas mujeres que sacerdotes y diáconos. Las casi 600.000 mujeres religiosas profesas –o monjas– superaron en casi un 47% al número de sacerdotes en todo el mundo.

Histórico nombramiento

El último gran hito de Francisco en este sentido se produjo en enero de 2025, cuando Simona Brambilla se convirtió en la primera mujer en la historia en ser designada prefecta en el Vaticano. La monja italiana, de 59 años, fue nombrada como prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, la máxima autoridad de una institución religiosa que tiene como misión supervisar las órdenes religiosas, tanto para hombres como para mujeres, y las relaciones con sus fieles.

Su nombramiento fue interpretado por los especialistas como un ascenso clave que podría abrir las puertas a otras designaciones y, en definitiva, a un cambio crucial sobre el papel de las mujeres en las instituciones católicas, además de confirmar la voluntad expresada por Francisco de dar a las mujeres un mayor lugar en las posiciones de liderazgo. Sin embargo, el Papa nombró junto a ella al cardenal Ángel Fernández Artime como proprefecto para acompañarla en la tarea (algo teológicamente necesario, puesto que el jefe de la oficina debe poder celebrar la misa y realizar otras funciones sacramentales), lo que planteó dudas sobre la división de responsabilidades y la posible reducción del papel de la religiosa.

Frente a quienes vislumbraron una revolución en la llegada de Francisco, los cambios planteados en temas de igualdad fueron muy paulatinos y se toparon con resistencia en el interior de los sectores más conservadores de la Iglesia católica. Si el camino abierto por Francisco sigue ampliándose o, de lo contrario, finaliza abruptamente dependerá ahora de su sucesor al frente de la Iglesia Católica.

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