Un Papa con un perfil muy definido y con vocación de renglón torcido... de Roma

El perfil de un pontífice singular

Los nombramientos, las encíclicas, los viajes y las denuncias revelan un perfil alejado de la pomposidad y los usos vaticanos

Muere el Papa Francisco a los 88 años

El Papa Francisco
El Papa Francisco / Rosell

Lloró por la guerra, convivió con un Papa emérito, viajó a lugares nunca pisados por un pontífice, abrió debates que provocaron disgustos y zamarrearon conciencias, siguió sus propios criterios al renovar el Colegio Cardenalicio, denunció los males de la curia, se negó a residir en los apartamentos del Palacio Apostólico e intentó por todos los medios ejercer libre de ataduras hasta el punto de conceder numerosas entrevistas periodísticas. No se pareció a los anteriores desde el primer instante en que apareció sin los tradicionales oropeles. Fue en cierta manera un renglón torcido... de la Roma vaticana. Francisco se salió siempre del guion pero nunca de la doctrina de la Iglesia. Era un jesuita procedente de Sudamérica, dos características fundamentales para entender su forma de ser y de desarrollar un estilo sin precedentes. No fue un Papa curtido por el estilo occidental, por así referirlo. Venía de estar acostumbrado a los equilibrios: cambios de gobierno, déficits democráticos, golpes de Estado, grandes áreas de población en riesgo de exclusión social... Nunca fue un sacerdote con gusto por mandar, sino por abrir debates, cosa que ha gustado especialmente a los sectores progresistas que han querido ver más allá de lo que realmente había: reflexiones, propuestas y guiños, pero nunca cambios sustanciales en las materias de moral. Francisco se mostraba, por ejemplo, favorable a dar la comunión a los divorciados, pero eso no quería decir que legitimara o exaltara el divorcio. Nunca fue aficionado a los decretos. La apertura de esos debates provocó tensiones, obviamente, y no pocas veces el recelo de los colectivos más inmovilistas en el seno de la Iglesia.

El pontificado de Francisco deja cuatro encíclicas. Destaca por encima de todas la Fratelli Tutti (3 de octubre de 2020). Hay quienes consideran que por su extensión (con más de 200 notas) es un libro más que una encíclica. Contiene un impresionante análisis social con propuestas de cambios radicales para fomentar el entendimiento y reducir la crispación que lastra el mundo en la actualidad. Está considerada la encíclica base del pontificado.

El Papa saluda a los inmigrantes en Lampedusa y reza por los fallecidos
El Papa saluda a los inmigrantes en Lampedusa y reza por los fallecidos / Agencias

Francisco ha sido un cura muy próximo y cercano en el trato con los fieles. "No se olviden de rezar por mí", ha pedido constantemente. Hay un sinfín de gestos en su pontificado que así lo remarcan, como cuando paraba las ceremonias de bautismo en la Capilla Sixtina para que una madre diera el pecho a su bebé y dejara de llorar. Y lo hacía con toda cordialidad y afecto. En el fondo nunca dejó ese carácter de cardenal sin secretario, de arzobispo sin coche oficial. Se quedó a residir en la sencilla habitación de la residencia Santa Marta donde había sido alojado con motivo del cónclave donde salió elegido como Vicario de Cristo en la Tierra. Quería estar cerca de la gente, de hecho una de sus primeras exhortaciones a los sacerdotes fue clara y directa: "Tenéis que oler a oveja". Y resultó rotunda una denuncia que hizo temblar los cimientos del Vaticano: "La lepra está en la curia". Nunca ocultó el Papa su preferencia por el pueblo antes que por las estructuras de poder. De hecho, trascendió siempre su rechazo a ser el sucesor de Pedro en el cónclave que finalmente eligió a Ratzinger. En el siguiente ya no se pudo negar.

Su perfil quedó definitivamente marcado en el encuentro de obispos iberoamericanos en la Basílica de Nuestra Señora Aparecida en 2007. Allí estuvo el entonces arzobispo Bergoglio. Los obispos sintieron en ese foro más que nunca la fuerza del pueblo, de los miles de peregrinos que acudían al templo en contraste con la frialdad y distancia que muchas veces puede emanar del poder. Aparecida lanzó a la Iglesia a la misión y a recuperar el protagonismo con los pobres. Comenzó para muchos cronistas especializados un verdadero un "huracán". El planteamiento de partida en Aparecida era muy simple. En palabras del cardenal Bergoglio: "O seguís a Jesús o no somos cristiano; o ponemos la carne sobre el asador, o no somos cristianos". La Iglesia iberoamericana se mostró públicamente a favor de los pobres, dejando de lado la Iglesia clientelar, es decir, aquella que espera que los fieles se dirijan a ella. Bergoglio jugó un papel determinante en el texto final de Aparecida, como presidente de la Comisión de Redacción del documento. Según la descripción del sacerdote Eduardo Pérez-Cotapos, invitado especial en Aparecida, «la participación de Bergoglio fue destacada, ejerció un rol muy apreciado y de mucha calidad en la presidencia de la Comisión de Redacción del documento final". Fue tan importante la cumbre de Aparecida que hay quienes fijan en esta cita la importancia que Bergoglio ha concedido siempre a las manifestaciones de piedad popular, una religiosidad de primera fila frente a quienes tradicionalmente le han restado importancia. De hecho 2025 es el gran año del Jubileo que será rematado con una gran procesión en mayo por las calles de Roma con dos grandes advocaciones andaluzas: el Cristo del Cachorro de Sevilla y la Virgen de la Esperanza de Málaga.

El papa Francisco en su visita los Emiratos Árabes Unidos
El papa Francisco en su visita los Emiratos Árabes Unidos / Agencias

Como Bergoglio siempre ha sido partidario de salir a buscar al pueblo, sus viajes han estado centrados en desplazarse a lugares donde los cristianos son minoría o están amenazados por el mero hecho de serlo. Ha orillado las grandes naciones europeas y ha preferido esa Iglesia que acude a las periferias. Nada de grandes estadios ni de grandes urbes, salvo la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil en 2013 o el centenario de las apariciones de Fátima (Portugal). Corea del Sur, Albania, Sri Lanka. Kenia, Uganda, Armenia, Emiratos Árabes Unidos... La lista de naciones habla por sí sola de los criterios más que singulares de este Papa. Destinos nada amable, sino hostiles con el catolicismo.

Con la elección de cardenales ha seguido un criterio propio. No ha primado tampoco a las grandes ciudades. Más bien ha promocionado a obispos sencillos. No ha seguido el tradicional cursus honorum, ni cuotas, ni otros criterios acostumbrados. En el último consistorio, por ejemplo, no incluyó a ningún español. Si ha tenido que crear cardenal a un sacerdote con más de 80 años, lo ha hecho, caso del español Fernando Sebastián (1929-2019) al que entregó la birreta en 2014. Al año siguiente hizo cardenal al español José Luis Lacunza, obispo de David (Panamá), ciudad que no llega a los 150.000 habitantes, de nuevo dejando claro que sus preferencias no debían ser necesariamente las capitales de los Estados. Otro ejemplo es que nombró arzobispo y cardenal de Madrid a José Cobo en el mismo año (2023) con una diferencia de escasos meses. Tan libre para nombrar cardenales como para conceder las entrevistas periodísticas que ha considerado oportunas y no precisamente a medios católicos.

Este Papa ha nombrado a la primera prefecta de uno de los quince dicasterios, sor Simona Brambilla. Y recientemente se ha estrenado en el gobierno del Vaticano otra mujer, la franciscana sor Raffaella Petrini que sucede en el cargo al cardenal español Francisco Vérgez Alzaga.

El papa Francisco oficia el Viernes Santo de 2020 en una Plaza de San Pedro vacía por el confinamiento al que obligó la pandemia del coronavirus
El papa Francisco oficia el Viernes Santo de 2020 en una Plaza de San Pedro vacía por el confinamiento al que obligó la pandemia del coronavirus / Agencias

Los grandes motivos de angustia para Francisco han sido el drama de la inmigración, guerras como la de Ucrania y Gaza, el mal trato a la infancia y a los ancianos y, por supuesto, los casos de pederastia en el seno de la Iglesia. En el primer día de su pontificado dejó clara su defensa de la Tercera Edad, que definió como la "sede de la sabiduría". Con las referencias al sufrimiento del pueblo ucraniano se ha emocionado en más de una ocasión. Y queda como un verdadero hito del inicio de su pontificado la visita que hizo a Lampedusa tras la muerte de cientos de inmigrantes que querían alcanzar la costa siciliana. "Esto es una vergüenza para la humanidad". Su denuncia fue un aldabonazo en las conciencias, un grito contra las conciencias de los propios cristianos. Mostró recientemente su deseo de viajar a las Islas Canarias, donde se sufre cada día con más intensidad la llegada de inmigrantes en situación desesperada. Las Canarias son la particular Lampedusa española donde los servicios asistenciales sufren una saturación palmaria.

Nunca dejó de llamar a diario a la parroquia de Gaza desde que estalló el conflicto con Israel. E incluso telefoneó cada día a una periodista argentina desplazada a la zona sensible de los ataques, un apoyo que aseguran protegió a la informadora porque era conocida la preocupación del Papa por su compatriota. Francisco ha sido muy aficionado a las llamadas telefónicas cargadas de simbolismo, como cuando felicitó las pascuas de Navidad a un monasterio de la España vaciada (donde dejó un mensaje en el buzón de voz) o cuando se ha puesto en contacto con antiguas amistades.

Difícilmente se podrá olvidar la estampa del Papa en una Plaza de San Pedro vacía por efecto de la pandemia en la cuaresma de 2020. El Papa bendijo al mundo a los pies del Cristo de San Marcelo, el que protegió a Roma de la gran peste de 1522. Aquel día concedió la indulgencia plenaria a todos los enfermos por coronavirus. E impartió la bendición Urbi et Orbi. Y sufrió con la publicación del libro del secretario del Papa Benedicto XVI, Georg Gänswein, que Francisco consideró una deslealtad y una traición.

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